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La lucha contra la inseguridad pasa forzosamente por el rescate de los instrumentos que contribuyen a la justa distribución de la riqueza

¿Hacia dónde vamos en seguridad?

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 10 septiembre, 2009


(Segunda parte)

La tesis central de toda policía de proximidad es rescatar los espacios públicos. El concepto de espacio seguro es muy importante, pues es el único con que cuentan las gruesas capas populares. No se pueden ceder a pandilleros y narcotraficantes las plazas, parques infantiles, playas, colegios y escuelas. Sería el signo más relevante de que estaríamos perdiendo la batalla contra el hampa. No podemos permitir que se repita la triste y reciente historia del Colegio de Pacuare, que estudiantes y profesores debieron abandonar para salvarse de los crecientes ataques de delincuentes que impedían su funcionamiento. Queda mucho por hacer. Lo más urgente en el corto y mediano plazo es la creación de una unidad de inteligencia policial de primer orden, que se dedique a la recolección de datos sobre las incidencias criminales y las zonas de mayor riesgo, brindando información y análisis que sustenten las acciones policiales. Debemos perder el miedo de que estas instituciones tengan informantes, colaboradores, y sepan penetrar al crimen, para que la policía deje de ser reactiva, y se vuelva activa y efectiva, sabiendo dónde y a quién golpear. Urge también corregir el tema de la impunidad. La seguridad exige una justicia represiva y ejemplificante, que solo puede cumplir el Poder Judicial. No se trata de reinventar un estado cuasifascista. La represión debe ser razonable, inteligente, preocupada por la reinserción del delincuente. Pero, en el otro extremo, los excesivos afanes garantistas producen impunidad y estimulan, aunque sea sin quererlo, el negocio criminal, con consecuencias impensables para la democracia y la convivencia pacífica. Hará falta nombrar más policías, quizá más jueces, sin duda abrir más cárceles… Y también crear y sostener programas de recuperación de la drogadicción y criminalidad, como responsabilidad del Estado. La criminalidad no se origina en la pobreza. Hace 50 años Costa Rica era infinitamente más pobre que hoy, pero sin duda era más segura. Todavía hoy en Costa Rica es más seguro el campo que las ciudades, pese a ser aquel más pobre. La pobreza no es la causa del aumento de la criminalidad. Pero la desigualdad en la distribución sí provoca la violencia de quienes se sienten y se saben excluidos. Por eso la lucha contra la inseguridad pasa forzadamente por el rescate de los instrumentos que contribuyen a la justa distribución de la riqueza. Un tema donde tenemos decenas de esfuerzos públicos, con mucho mayor presupuesto que la policía, pero con resultados frecuentemente dudosos. Doña Jeanina del Vecchio ha mostrado entereza en la pelea interna contra la corrupción en los cuerpos policiales, así como en la formación de nuevos policías que deberán engrosar, en gran número, la lucha. Ha impuesto interpretaciones novedosas, como utilizar el artículo 140 constitucional para despedir a las autoridades corruptas o vinculadas a la corrupción, salvando los desgastantes trámites administrativos. Quizás el aspecto más importante de carácter operativo lo constituye su decisión de restablecer disciplina, orden y responsabilidad a lo largo y ancho de todos los cuerpos policiales bajo su mando. Sabe trabajar en equipo y es respetuosa de las otras instituciones y poderes con los que coordina en forma muy efectiva. Se tiene claro que la calidad de la policía es cosa esencial. De especial relevancia son las peleas dadas en los últimos meses por la Policía de Control de Drogas, con contundentes golpes al narcotráfico y la destrucción metódica de estructuras criminales, como el caso reciente de “Los Diablos”. Siento que el país pronto podría ver resultados positivos en la combinación de esfuerzos para el combate frontal de las pandillas que intentan adueñarse de sectores costeros y marginales del país. El mejor legado que podemos dejarle a la sociedad del mañana es recuperar la tranquilidad y la paz, con el mantenimiento de acciones de seguridad que constituyan una política de Estado, la creación de una doctrina formal y la profesionalización de las fuerzas policiales, erradicando la impunidad y tornando cierto el rescate de los descarriados, que incluyen a parte importante de nuestra juventud.

Alvaro Ramos

*Ex viceministro de Seguridad Pública



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