¿Goliat? En su claustro
Yamileth Astorga Espeleta yastorga@aya.go.cr | Lunes 06 abril, 2020
La actual pandemia por el Coronavirus (COVID-19) que dejó sus primeras víctimas en China a finales del 2019 nos recuerda la fragilidad del ser humano y de todas sus acciones en los rincones de la Tierra. Parece que Goliat de nuevo muestra su flaqueza y le toca confinarse en espacios más seguros.
Según las versiones más creíbles y autorizadas, como el Informe emitido por la Organización Mundial de la Salud en febrero del 2020, estamos frente a un nuevo virus de origen zoonótico, es decir que se origina de un reservorio animal, pero incidentalmente pasó al ser humano y logró generar infección.
Los eventos zoonóticos son cada vez más frecuentes en los últimos dos siglos, tal y como lo vienen advirtiendo desde hace décadas muchos expertos y organizaciones especializadas en el tema.
En torno al COVID-19 han surgido miles de reflexiones científicamente fundamentadas, así como millones de especulaciones en las diversas redes sociales, muchas de ellas poco cimentadas. Además, este actor microscópico, ha abierto el análisis cotidiano en todas las aristas imaginables, dentro de las que quisiéramos dejar planteadas someramente varias ideas que se pueden derivar de algunas de ellas.
En el campo de la salud humana, esta zoonosis nos muestra la fragilidad y las interconexiones biosocioambientales, entre otras, que están condicionando los diversos riesgos que tiene la sociedad actual. Como mencionamos, los eventos zoonóticos son cada vez más frecuentes.
En lo que respecta a la atención de la salud, la pandemia ha puesto de manifiesto la diferencia clara entre salud y medicina. Por décadas hemos venido insistiendo en la necesidad de establecer claramente esta distinción, porque a pesar de la importancia esencial de la medicina y sus diversos profesionales y no profesionales para atender la enfermedad, las personas nos mantenemos sanas gracias a que, además, tenemos prácticas saludables que van más allá de la atención médica, como la provisión de agua y saneamiento básico, la disponibilidad de alimentos seguros, los servicios educativos, la recreación, el ejercicio corporal, una vivienda y el transporte seguros, los servicios de energía, el aporte de las artes, las expresiones literarias y culturales, las telecomunicaciones y la libertad para expresar nuestros pensamientos, entre otros aspectos que contribuyen a promover nuestra salud.
Asimismo, en Costa Rica tenemos un Sistema de Salud gracias a la visión preclara de muchos líderes del pasado y del presente. No se trata de una fortuna obtenida aleatoriamente. Esa institucionalidad ha costado al país momentos de tensión, huelgas, deliberaciones; en especial, estudio arduo con los aportes institucionales, y en muchas ocasiones la contribución de la buena política y de la academia que han servido para esclarecer los modelos institucionales más precisos y vigorosos para atender las necesidades del país.
En el Sistema de Salud, las instituciones del sector, es decir, el Ministerio de Salud (MS) como rector, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) como responsable de la prevención y la atención de la enfermedad y la maternidad, el Instituto Nacional de Seguros (INS) como encargado de los seguros de accidentes y riesgos del trabajo, el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) a cargo del aseguramiento de la provisión de agua para consumo humano y el sector Municipal a quiénes se les encomienda el ordenamiento territorial y el manejo de residuos sólidos, entre otros aspectos, han mostrado su gran fortaleza en esta crisis. Mención especial merece la Comisión Nacional de Emergencias. Pero fuera del Sistema, las otras Instituciones Públicas y las Organizaciones Sociales y el Sector Privado también han puesto su gran aporte para una atención más articulada y segura de la pandemia. Como era de esperar, la crisis está sirviendo para mostrar también algunas debilidades de esas organizaciones.
La actual situación además ha mostrado algunas deudas no cumplidas relativas a la relación entre el ámbito hídrico-ambiental y territorial durante el transcurso de varias administraciones gubernamentales. Todavía nos llega la época seca y alguna población queda sin el servicio de agua por algunas horas. Hemos impermeabilizado una gran parte de las zonas de infiltración de agua lluvia en terrenos clave de la Gran Área Metropolitana (GAM) debido a la poca acción en el campo del ordenamiento territorial por parte de algunos gobiernos municipales. Pese a los grandes esfuerzos de la actual administración del AyA por acelerar respuestas oportunas y duraderas a la creciente demanda de agua para consumo humano, hay múltiples proyectos esperando su consolidación, aunque ya se han iniciado, entre ellos, destacamos el proyecto Orosi 2 que amplía la oferta de agua más allá de las actuales necesidades de la Gran Área Metropolitana, el proyecto Para Reducción Agua no Contabilizada y la ampliación del Alcantarillado Metropolitano. Dentro de toda esta complejidad actual, el recurso hídrico en el país se rige por una Ley octogenaria aprobada en 1942. Los legisladores actuales tienen el gran desafío de darle al país una nueva Ley para la Gestión Integral del Recurso Hídrico que lleva esperando su nacimiento desde hace casi 20 años.
Los episodios de zoonosis creciente en nuestro planeta nos muestran la progresiva depredación ambiental en todos sus ámbitos, que al final tienen consecuencias económicas inimaginables. No se trata solamente que alguien comió un animal con una carga viral que pasó a un humano e hizo que “Goliat se encerrara en su casa”, si es que la tiene. Es que algunos irresponsables que son parte de ese “gigante antrópico”, han venido invadiendo hábitats vedados, extrayendo de ellos minerales, animales y monocultivos que han servido para hacer grande un modelo económico que hoy muestra síntomas respiratorios inequívocamente severos, que ya no seleccionan en el mundo global a las víctimas, aunque algunas de ellas si pueden seleccionar inequitativamente su forma de enfrentar la enfermedad. Dichosamente, en Costa Rica tenemos un Sistema de Salud que resguarda el derecho a la salud y a la atención médica de calidad para toda la población, pese a algunas trabas del Sistema que, sin duda y con el esfuerzo de todos los actores involucrados, se pueden superar.
A propósito de toda la tensión que viven los líderes de nuestro país con la presente pandemia, recordamos hoy las palabras de Sir Henry Cole al abogado y economista Sir Edwin Chadwick, antecesor y promotor del sistema de salud pública inglés casi a la mitad del siglo XIX, citado por John J. Hanlon: “Quienes emprenden grandes obras de utilidad pública tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos y, lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes”.
Yamileth Astorga Espeleta, Bióloga, M. Sc. En Saneamiento Ambiental, Presidenta Ejecutiva del AyA
Luis Bernardo Villalobos Solano, Médico, M.Sc. en Salud Pública. Ex Decano de la Facultad de Medicina. Catedrático de la Universidad de Costa Rica