¡Fue teté!
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 22 febrero, 2012
¡Fue teté!
¿Recuerda aquel juego infantil en el que se cantaba "¡Yo no fui, fue teté, pégale, pégale, que ella fue!"? Con diferentes palabras y ritos, la búsqueda de alguien a quien achacarle un mal colectivo, sigue vigente en diversas organizaciones. El resultado es que quienes inculpan a otros apaciguan temporalmente su conciencia, pero solo para repetir luego, sin solución del problema de fondo, el mismo comportamiento.
Si una persona carga emociones negativas que le estorban, le impide estar cómoda y pensar con serenidad, buscará otra para deshacerse de ese agobio. Cuando una multitud en un estadio de fútbol está frustrada por el resultado adverso, tenderá a identificar a un jugador, entrenador o árbitro en quien depositar su ira, amargura, frustración y otras emociones negativas.
En similar modo, si en un equipo la incertidumbre, el malestar y la desmotivación se incrementan, se corre el riesgo de buscar a quién echarle la culpa creyendo que con eso todo se soluciona. Se especula sobre nombres, se estigmatizan personas, su acrecientan rumores y el hambre por buscar la víctima de turno se exacerba. Por fin, se le pone nombre al asunto, se desahogan sentimientos en contra de esa persona y el sedante colectivo hace efecto, pero apenas por unos días, mientras se verifica que esa medida no dio resultados. Entonces surgen chismes, decisiones disparatadas, autoritarismo, rabietas, despidos, sanciones, etc. Resultado: pérdida de sentido de pertenencia, resquebrajamiento de relaciones, actitud defensiva, irritación y obcecación en la alta dirección.
En situaciones así, también germinan las proyecciones: vemos en otros facetas desagradables de nosotros que no aceptamos conscientemente. La urgencia de deshacernos de esa parte propia y desagradable nos lleva a afectar incluso personas inocentes. El producto de todo es una enfermedad colectiva, una epidemia emocional, una organización que pierde su salud.
No habrá sanación sin un alto en el camino que implique: (a) humildad de cada actor para aceptar su responsabilidad en el tanto que le corresponde, (b) reconocimiento individual de un compromiso explícito de cambio, (c) reanudación de relaciones afectadas, (d) plan remedial con el incondicional apoyo de todos, (e) verificación periódica de avances y (f) miembros sustentados en valores para renovarse con mística e inspirar al equipo a sudar la camiseta y dejar atrás toda "basura emocional colectiva".
german.retana@incae.edu
¿Recuerda aquel juego infantil en el que se cantaba "¡Yo no fui, fue teté, pégale, pégale, que ella fue!"? Con diferentes palabras y ritos, la búsqueda de alguien a quien achacarle un mal colectivo, sigue vigente en diversas organizaciones. El resultado es que quienes inculpan a otros apaciguan temporalmente su conciencia, pero solo para repetir luego, sin solución del problema de fondo, el mismo comportamiento.
Si una persona carga emociones negativas que le estorban, le impide estar cómoda y pensar con serenidad, buscará otra para deshacerse de ese agobio. Cuando una multitud en un estadio de fútbol está frustrada por el resultado adverso, tenderá a identificar a un jugador, entrenador o árbitro en quien depositar su ira, amargura, frustración y otras emociones negativas.
En similar modo, si en un equipo la incertidumbre, el malestar y la desmotivación se incrementan, se corre el riesgo de buscar a quién echarle la culpa creyendo que con eso todo se soluciona. Se especula sobre nombres, se estigmatizan personas, su acrecientan rumores y el hambre por buscar la víctima de turno se exacerba. Por fin, se le pone nombre al asunto, se desahogan sentimientos en contra de esa persona y el sedante colectivo hace efecto, pero apenas por unos días, mientras se verifica que esa medida no dio resultados. Entonces surgen chismes, decisiones disparatadas, autoritarismo, rabietas, despidos, sanciones, etc. Resultado: pérdida de sentido de pertenencia, resquebrajamiento de relaciones, actitud defensiva, irritación y obcecación en la alta dirección.
En situaciones así, también germinan las proyecciones: vemos en otros facetas desagradables de nosotros que no aceptamos conscientemente. La urgencia de deshacernos de esa parte propia y desagradable nos lleva a afectar incluso personas inocentes. El producto de todo es una enfermedad colectiva, una epidemia emocional, una organización que pierde su salud.
No habrá sanación sin un alto en el camino que implique: (a) humildad de cada actor para aceptar su responsabilidad en el tanto que le corresponde, (b) reconocimiento individual de un compromiso explícito de cambio, (c) reanudación de relaciones afectadas, (d) plan remedial con el incondicional apoyo de todos, (e) verificación periódica de avances y (f) miembros sustentados en valores para renovarse con mística e inspirar al equipo a sudar la camiseta y dejar atrás toda "basura emocional colectiva".
german.retana@incae.edu