Figura centenaria
| Jueves 30 abril, 2009
Figura centenaria
La historia de los fondos inmobiliarios está próxima a cumplir los 50 años bajo el concepto actual, aunque existan antecedentes de más de 100 años
Los orígenes inmediatos de los fondos inmobiliarios se remontan a finales del siglo XIX, en Massachusetts, Estados Unidos, como respuesta a una legislación local que prohibía la propiedad de bienes raíces por parte de sociedades anónimas.
Eso condujo a que en 1893 se creara el primer Fondo Inmobiliario, el Boston Personal Property Trust, dedicado a la inversión en bienes inmuebles sobre la base de un fondo cerrado.
En 1960, el Congreso de ese país dictó la Ley de Inversión en Bienes Raíces, la cual vino a promover estos esquemas al introducir exenciones fiscales sobre ingresos y ganancias de capital distribuidas entre sus accionistas.
El propósito de esta legislación fue el desarrollo de la construcción y garantizar acceso del pequeño inversionista a los beneficios que conllevan las inversiones en bienes raíces.
A partir de ese momento, los fondos inmobiliarios o fideicomisos de bienes raíces —Real Estate Investment Trusts (REITS)— comenzaron a observar un crecimiento importante y se acentuaron durante las décadas de 1970 y 1980, producto del incremento de las tasas de interés. El financiamiento de proyectos constructivos relativamente caros, motivó el financiamiento patrimonial por medio de fondos inmobiliarios.
La experiencia estadounidense, principalmente de la última década, ha sido aprovechada en diferentes mercados internacionales, con lo cual estos se ampliaron, al captar una parte importante de las transacciones que antes se financiaban enteramente mediante crédito bancario o recursos de inversionistas individuales en bienes raíces.
Los fondos inmobiliarios han sido desarrollados bajo estructuras jurídicas diversas. En Estados Unidos, por ejemplo, en un inicio se constituyeron como sociedades de responsabilidad limitada o como fideicomisos, pero en los últimos años se ha utilizado el de sociedades anónimas.
En Chile, los fondos inmobiliarios consisten en fondos de inversión cerrados (sin hacer alusión a ninguna figura jurídica) y son manejados por sociedades administradoras autorizadas y fiscalizadas por la Superintendencia de Valores.
En México se han formado sociedades con iguales propósitos, por medio de las denominadas sociedades de inversión de capital, pero con una clara especialización en negocios de bienes raíces. A finales de 2001 se introducen, por ley, los fondos inmobiliarios, como un producto aún más especializado.
En nuestro país operan a través de Sociedades Administradoras de Fondos de Inversión. Al igual que en otros países, cuentan con incentivos fiscales y su operación es fiscalizada por la Superintendencia General de Valores.
La historia de los fondos inmobiliarios está próxima a cumplir los 50 años bajo el concepto actual, aunque existan antecedentes de más de 100 años
Los orígenes inmediatos de los fondos inmobiliarios se remontan a finales del siglo XIX, en Massachusetts, Estados Unidos, como respuesta a una legislación local que prohibía la propiedad de bienes raíces por parte de sociedades anónimas.
Eso condujo a que en 1893 se creara el primer Fondo Inmobiliario, el Boston Personal Property Trust, dedicado a la inversión en bienes inmuebles sobre la base de un fondo cerrado.
En 1960, el Congreso de ese país dictó la Ley de Inversión en Bienes Raíces, la cual vino a promover estos esquemas al introducir exenciones fiscales sobre ingresos y ganancias de capital distribuidas entre sus accionistas.
El propósito de esta legislación fue el desarrollo de la construcción y garantizar acceso del pequeño inversionista a los beneficios que conllevan las inversiones en bienes raíces.
A partir de ese momento, los fondos inmobiliarios o fideicomisos de bienes raíces —Real Estate Investment Trusts (REITS)— comenzaron a observar un crecimiento importante y se acentuaron durante las décadas de 1970 y 1980, producto del incremento de las tasas de interés. El financiamiento de proyectos constructivos relativamente caros, motivó el financiamiento patrimonial por medio de fondos inmobiliarios.
La experiencia estadounidense, principalmente de la última década, ha sido aprovechada en diferentes mercados internacionales, con lo cual estos se ampliaron, al captar una parte importante de las transacciones que antes se financiaban enteramente mediante crédito bancario o recursos de inversionistas individuales en bienes raíces.
Los fondos inmobiliarios han sido desarrollados bajo estructuras jurídicas diversas. En Estados Unidos, por ejemplo, en un inicio se constituyeron como sociedades de responsabilidad limitada o como fideicomisos, pero en los últimos años se ha utilizado el de sociedades anónimas.
En Chile, los fondos inmobiliarios consisten en fondos de inversión cerrados (sin hacer alusión a ninguna figura jurídica) y son manejados por sociedades administradoras autorizadas y fiscalizadas por la Superintendencia de Valores.
En México se han formado sociedades con iguales propósitos, por medio de las denominadas sociedades de inversión de capital, pero con una clara especialización en negocios de bienes raíces. A finales de 2001 se introducen, por ley, los fondos inmobiliarios, como un producto aún más especializado.
En nuestro país operan a través de Sociedades Administradoras de Fondos de Inversión. Al igual que en otros países, cuentan con incentivos fiscales y su operación es fiscalizada por la Superintendencia General de Valores.