Factor humano
| Martes 19 febrero, 2008
Factor humano
Germán Retana
german.retana@incae.edu
¿Para arriba o para abajo?
La calidad del desempeño de un equipo es como la de una relación interpersonal: mejora o desmejora, pero no se estanca. No se necesitan evaluaciones sofisticadas para saber si el ambiente de trabajo está “subiendo o bajando”, eso es algo que se siente. ¿Cuáles son cinco pilares para que la tendencia sea ascendente?
Uno: La credibilidad del líder. En mi paso por el fútbol nunca observé un director técnico que empezara a ser cuestionado por los jugadores y que luego lograra recuperar la voluntad de estos para seguir al pie de la letra sus instrucciones. Y no se trató de cuestionamientos personales sino a su capacidad técnica para guiar al grupo a buen puerto. En cambio, los que exponían su plan de juego e invitaban a los jugadores a enriquecerlo, lograban un mayor apoyo que aquellos que se hacían escuchar u obedecer. Así se incrementaba un sentido confianza hacia el técnico y de pertenencia hacia el equipo, factores cruciales para elevar el rendimiento.
Dos: Profesionalismo. Los cuatro técnicos más exitosos con los que colaboré eran estudiosos, directos, asertivos, priorizaban al equipo sobre la individualidad; uno era estricto en los detalles, otro muy objetivo en la evaluación de los jugadores, el tercero equilibraba la cordialidad y el respeto con la exigencia, y el cuarto era un mentor sin ser paternalista.
Tres: Pasión por la medición. La estadística es una buena aliada para crear la sana competencia dentro del equipo. La calidad que no se mide se deteriora; de allí la bienvenida al enfoque multidisciplinario para cuantificar todo lo posible. En un caso, el cuerpo técnico retroalimentaba periódicamente a los jugadores, tanto sobre el cumplimiento de los valores compartidos como de los resultados deportivos. La humildad para aprender y la corrección son determinantes para que la calidad vaya “hacia arriba”.
Cuatro: Conciencia del proceso. El crecimiento pasa por etapas que todos los miembros deben identificar y así estar dispuestos a “echarse el equipo al hombro” para avanzar “hacia arriba”, a la siguiente fase de desarrollo. Esto evita el estancamiento y crea el compromiso y la responsabilidad para mejorar.
Cinco: Cultura de alto desempeño. La altitud de las metas define la magnitud de la actitud con la que hay que trabajar. Uno de los técnicos tenía claro el nivel de exigencia en la competencia internacional y conversaba constantemente sobre ello a los jugadores, quienes entendían que la intensidad de los entrenamientos era el precio a pagar para llegar a ese nivel.
Curiosamente, con los técnicos que fueron constantes y disciplinados en la práctica de estos cinco pilares, siempre fuimos “hacia arriba” (con algunos bajones) y el éxito fue la coronación de nuestro esfuerzo.
Germán Retana
german.retana@incae.edu
¿Para arriba o para abajo?
La calidad del desempeño de un equipo es como la de una relación interpersonal: mejora o desmejora, pero no se estanca. No se necesitan evaluaciones sofisticadas para saber si el ambiente de trabajo está “subiendo o bajando”, eso es algo que se siente. ¿Cuáles son cinco pilares para que la tendencia sea ascendente?
Uno: La credibilidad del líder. En mi paso por el fútbol nunca observé un director técnico que empezara a ser cuestionado por los jugadores y que luego lograra recuperar la voluntad de estos para seguir al pie de la letra sus instrucciones. Y no se trató de cuestionamientos personales sino a su capacidad técnica para guiar al grupo a buen puerto. En cambio, los que exponían su plan de juego e invitaban a los jugadores a enriquecerlo, lograban un mayor apoyo que aquellos que se hacían escuchar u obedecer. Así se incrementaba un sentido confianza hacia el técnico y de pertenencia hacia el equipo, factores cruciales para elevar el rendimiento.
Dos: Profesionalismo. Los cuatro técnicos más exitosos con los que colaboré eran estudiosos, directos, asertivos, priorizaban al equipo sobre la individualidad; uno era estricto en los detalles, otro muy objetivo en la evaluación de los jugadores, el tercero equilibraba la cordialidad y el respeto con la exigencia, y el cuarto era un mentor sin ser paternalista.
Tres: Pasión por la medición. La estadística es una buena aliada para crear la sana competencia dentro del equipo. La calidad que no se mide se deteriora; de allí la bienvenida al enfoque multidisciplinario para cuantificar todo lo posible. En un caso, el cuerpo técnico retroalimentaba periódicamente a los jugadores, tanto sobre el cumplimiento de los valores compartidos como de los resultados deportivos. La humildad para aprender y la corrección son determinantes para que la calidad vaya “hacia arriba”.
Cuatro: Conciencia del proceso. El crecimiento pasa por etapas que todos los miembros deben identificar y así estar dispuestos a “echarse el equipo al hombro” para avanzar “hacia arriba”, a la siguiente fase de desarrollo. Esto evita el estancamiento y crea el compromiso y la responsabilidad para mejorar.
Cinco: Cultura de alto desempeño. La altitud de las metas define la magnitud de la actitud con la que hay que trabajar. Uno de los técnicos tenía claro el nivel de exigencia en la competencia internacional y conversaba constantemente sobre ello a los jugadores, quienes entendían que la intensidad de los entrenamientos era el precio a pagar para llegar a ese nivel.
Curiosamente, con los técnicos que fueron constantes y disciplinados en la práctica de estos cinco pilares, siempre fuimos “hacia arriba” (con algunos bajones) y el éxito fue la coronación de nuestro esfuerzo.