Factor humano
| Martes 29 enero, 2008
Factor humano
German Retana
german.retana@incae.edu
Fanatismo: aguas estancadas.
“En aguas que se mueven no se paran los mosquitos”, afirma el Dr. Joao Curvo. El fanatismo a las ideas propias puede convertirse en un peligroso estancamiento mental con consecuencias funestas tanto para el que lo sufre como para quienes le rodean. Un fanático es aquel que desconoce las convicciones del otro, se cree dueño de la verdad, y se encierra dentro de los límites de sus creencias.
Una mente estancada es el manjar preferido de los mosquitos de la testarudez, la intransigencia y la ignorancia. Es una fuente de miedo a lo desconocido, de resistencia al cambio y a nuevos aprendizajes. La inflexibilidad crea una falsa sensación de seguridad, que es acrecentada cuando se comparte con otros que piensan igual. El fanático puede caer en el extremo de negar la existencia de quienes discrepan con él. Ese aferramiento a “su” verdad provoca reacciones a la adversidad con frustración, mal humor, tensión, irritabilidad y pérdida del control personal.
Al percibir esta inestabilidad mental, el fanático puede paralizarse ante las crisis o reaccionar con agresividad y violencia contra quienes discrepan de él. Su débil inteligencia emocional le ofuscará su razonamiento y esto bloqueará el discernimiento para el análisis de realidades y la toma de decisiones. El desahogo de esta agresividad puede dirigirse contra su propia familia, sus compañeros de trabajo y su salud personal. Los “mosquitos” del irrespeto, la prepotencia y el sufrimiento desencadenan un aislamiento social que comparte con quienes piensan como él, pues con ellos busca una dosis de apoyo para su falsa y debilitada autoestima.
Los humanos procuramos controlar lo que tememos, por eso algunos recurren a la rigidez de pensamiento, como si eso les ayudara a enfrentar sus propios temores. Sin embargo, como lo plantea la psicóloga Vera Peiffer, “los puentes, e incluso los rascacielos, se construyen de forma que puedan balancearse ligeramente cuando sopla un viento violento, y es precisamente esta flexibilidad la que evita que se derrumben durante un vendaval. Lo mismo sucede con las personas. Se desenvuelven mejor cuando son capaces de adaptarse a situaciones nuevas”.
Está bien tener pasión, ella es la energía que nos mueve, es normal tener conflictos de criterio porque de allí surgen nuevas ideas. El problema es confundirla con fanatismo. Las personas somos imperfectas e incompletas y eso explica la necesidad del complemento con otras. Poseer una afición y vivirla con pasión permite disfrutar la competencia, gozar las victorias, y aprender de las derrotas; todo sin perder el humor, porque como nos dice Elberth Hubbard: “No te tomes la vida demasiado en serio. De todos modos nunca saldrás vivo de ella”.
German Retana
german.retana@incae.edu
Fanatismo: aguas estancadas.
“En aguas que se mueven no se paran los mosquitos”, afirma el Dr. Joao Curvo. El fanatismo a las ideas propias puede convertirse en un peligroso estancamiento mental con consecuencias funestas tanto para el que lo sufre como para quienes le rodean. Un fanático es aquel que desconoce las convicciones del otro, se cree dueño de la verdad, y se encierra dentro de los límites de sus creencias.
Una mente estancada es el manjar preferido de los mosquitos de la testarudez, la intransigencia y la ignorancia. Es una fuente de miedo a lo desconocido, de resistencia al cambio y a nuevos aprendizajes. La inflexibilidad crea una falsa sensación de seguridad, que es acrecentada cuando se comparte con otros que piensan igual. El fanático puede caer en el extremo de negar la existencia de quienes discrepan con él. Ese aferramiento a “su” verdad provoca reacciones a la adversidad con frustración, mal humor, tensión, irritabilidad y pérdida del control personal.
Al percibir esta inestabilidad mental, el fanático puede paralizarse ante las crisis o reaccionar con agresividad y violencia contra quienes discrepan de él. Su débil inteligencia emocional le ofuscará su razonamiento y esto bloqueará el discernimiento para el análisis de realidades y la toma de decisiones. El desahogo de esta agresividad puede dirigirse contra su propia familia, sus compañeros de trabajo y su salud personal. Los “mosquitos” del irrespeto, la prepotencia y el sufrimiento desencadenan un aislamiento social que comparte con quienes piensan como él, pues con ellos busca una dosis de apoyo para su falsa y debilitada autoestima.
Los humanos procuramos controlar lo que tememos, por eso algunos recurren a la rigidez de pensamiento, como si eso les ayudara a enfrentar sus propios temores. Sin embargo, como lo plantea la psicóloga Vera Peiffer, “los puentes, e incluso los rascacielos, se construyen de forma que puedan balancearse ligeramente cuando sopla un viento violento, y es precisamente esta flexibilidad la que evita que se derrumben durante un vendaval. Lo mismo sucede con las personas. Se desenvuelven mejor cuando son capaces de adaptarse a situaciones nuevas”.
Está bien tener pasión, ella es la energía que nos mueve, es normal tener conflictos de criterio porque de allí surgen nuevas ideas. El problema es confundirla con fanatismo. Las personas somos imperfectas e incompletas y eso explica la necesidad del complemento con otras. Poseer una afición y vivirla con pasión permite disfrutar la competencia, gozar las victorias, y aprender de las derrotas; todo sin perder el humor, porque como nos dice Elberth Hubbard: “No te tomes la vida demasiado en serio. De todos modos nunca saldrás vivo de ella”.