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Factor humano

| Miércoles 12 septiembre, 2007




Factor humano

German Retana
German.retana@incae.edu  

Jugar con intelecto
Invertir en la educación es muy rentable y estimular el intelecto aproxima a la posibilidad de las victorias. Pero creer que el talento técnico es suficiente para triunfar es una equivocación. Para los atletas, la mente es su activo más importante. ¿Cómo podrían mejorar su desempeño a partir del buen uso de ella?
La mente es como una fábrica que produce decenas de miles de pensamientos cada día, muchos son imperceptibles a nosotros mismos, los dueños de la “fábrica”. Semejante producción requiere ordenamiento, control, sentido de prioridad y, especialmente, discernimiento para decidir cuáles de ellos convertiremos en acciones o conductas y cuáles deben ser desechados de inmediato. A esto le llamamos intelecto, que es como el “software” que usa una computadora para procesar información.
Sin un buen intelecto habrá muchos pensamientos orientados en direcciones incorrectas. En el fútbol, un jugador que recurre a la agresividad con golpes impensados al rival, deja diezmado a su equipo y refleja que no posee el intelecto para discernir sus decisiones bajo presión. Sin esa aptitud, el talento técnico es manejado con más instinto que inteligencia, con más violencia que estrategia y con más fuerza física que mental.
La buena noticia es que el intelecto puede ser desarrollado y los caminos son diversos: formación académica, lectura, juegos mentales, “coaching” individual, y dinámicas de grupo que estimulan la ampliación de criterios y la velocidad de respuesta. Bien hacen los líderes cuando orientan a los miembros de su equipo a la reflexión, el análisis y el razonamiento sobre situaciones que ocurren a lo interno y externo de ellos.
Ahora bien, el intelecto no está solo. Lo acompañan los “registros” mentales y emocionales que cada persona arrastra de situaciones pasadas y que, a lo mejor, no ha podido procesar. Por ejemplo, puede haber un jugador con un pasado difícil en su infancia que todavía repercute en sus relaciones actuales con compañeros; o bien, otro que saca provecho positivo de experiencias de éxito y procura repetirlas. Lo cierto es que esos registros están presentes esperando ser procesados para liberar entonces el potencial con un intelecto proactivo, audaz y ganador.
Hay equipos que lucen desbalanceados en la cancha, con unos jugadores concentrados mentalmente y otros que reaccionan sin control a las presiones del rival. Los técnicos y jugadores que incrementan su formación intelectual, su cultura y su capacidad de razonamiento bajo presión, controlan mejor su “fábrica” de pensamientos. Por eso van varios pasos adelante de equipos que apenas dependen del instinto, la fuerza y la agresividad rústica.






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