Factor humano: ¿Qué pasaría si...?
| Viernes 30 enero, 2009
¿Qué pasaría si…?
La construcción paulatina de un equipo es una responsabilidad de todos sus miembros. Cada cual aporta aptitudes y actitudes, así como sus talentos y la voluntad para ponerlos al servicio del anhelo colectivo. Una forma efectiva mediante la cual cada persona puede evaluar la calidad de su contribución, es haciéndose esta pregunta: ¿Qué pasaría si todos mis compañeros se comportaran como yo?
Al analizar las consecuencias de ser, hipotéticamente, imitados por los demás, se fortalece la conciencia sobre la responsabilidad individual por el bien del equipo. Así, esta responsabilidad puede ser bien ejercida cuando cada miembro determina convertirse en lo mejor de sí mismo, en la mejor persona posible, y lo evidencia cada día con su comportamiento observable.
Si todos los integrantes poseen metas claras, apertura al cambio, optimismo ante los retos, perseverancia y esa decisión de desplegar al máximo su potencial integral como personas, entonces el equipo tendrá una envidiable fortaleza colectiva para hacer realidad sus sueños y objetivos. Todo se inicia en la aceptación de que trabajo en equipo es, esencialmente, responsabilidad individual.
El afán de convertirse en lo mejor implica aceptar la virtud de poder elegir el rumbo, de poner en marcha un proyecto de vida, y de que nadie más puede encender el motor que nos moverá en la dirección correcta. Ahora bien, esta determinación será efectiva en la medida en que cada persona en verdad desarrolle un alto estado de conciencia sobre sí mismo, de su modo de pensar, y de su fuerza interior. En esta forma se fortalece esa unidad tan poderosa entre lo que se es y lo que se hace, entre lo que se anhela y lo que ocupa nuestro tiempo cada día.
Las personas que se disciplinan a pensar en algo, logran ser alguien, las que deciden asumir el control de su pensamiento saben que también lo hacen sobre su destino, y las que confían en sí mismas despiertan una voluntad a prueba de cansancios, dudas, y rigidez ante los cambios en el entorno. Ellas conocen el viejo refrán: “el viento favorece a quienes conocen su destino.”
¿Qué pasa entonces en un equipo en el que todos sus miembros ya tienen claridad respecto a lo que desean hacer con su vida? ¿Cuánta fuerza posee ese equipo al reconocer que su futuro depende de las decisiones y acciones que emprenda en el presente? Al haber despejado dudas y ambigüedades que para otros son eternas, estos equipos van seguros hacia la conquista de sus sueños, producto de un serio compromiso de sus miembros de ser como desean que los demás sean.
Hagámonos todos la pregunta que nos ilustrará sobre qué es lo correcto y lo mejor para nuestros equipos: “¿Qué pasaría si todos se comportaran como yo?”
German Retana
German.retana@incae.edu
La construcción paulatina de un equipo es una responsabilidad de todos sus miembros. Cada cual aporta aptitudes y actitudes, así como sus talentos y la voluntad para ponerlos al servicio del anhelo colectivo. Una forma efectiva mediante la cual cada persona puede evaluar la calidad de su contribución, es haciéndose esta pregunta: ¿Qué pasaría si todos mis compañeros se comportaran como yo?
Al analizar las consecuencias de ser, hipotéticamente, imitados por los demás, se fortalece la conciencia sobre la responsabilidad individual por el bien del equipo. Así, esta responsabilidad puede ser bien ejercida cuando cada miembro determina convertirse en lo mejor de sí mismo, en la mejor persona posible, y lo evidencia cada día con su comportamiento observable.
Si todos los integrantes poseen metas claras, apertura al cambio, optimismo ante los retos, perseverancia y esa decisión de desplegar al máximo su potencial integral como personas, entonces el equipo tendrá una envidiable fortaleza colectiva para hacer realidad sus sueños y objetivos. Todo se inicia en la aceptación de que trabajo en equipo es, esencialmente, responsabilidad individual.
El afán de convertirse en lo mejor implica aceptar la virtud de poder elegir el rumbo, de poner en marcha un proyecto de vida, y de que nadie más puede encender el motor que nos moverá en la dirección correcta. Ahora bien, esta determinación será efectiva en la medida en que cada persona en verdad desarrolle un alto estado de conciencia sobre sí mismo, de su modo de pensar, y de su fuerza interior. En esta forma se fortalece esa unidad tan poderosa entre lo que se es y lo que se hace, entre lo que se anhela y lo que ocupa nuestro tiempo cada día.
Las personas que se disciplinan a pensar en algo, logran ser alguien, las que deciden asumir el control de su pensamiento saben que también lo hacen sobre su destino, y las que confían en sí mismas despiertan una voluntad a prueba de cansancios, dudas, y rigidez ante los cambios en el entorno. Ellas conocen el viejo refrán: “el viento favorece a quienes conocen su destino.”
¿Qué pasa entonces en un equipo en el que todos sus miembros ya tienen claridad respecto a lo que desean hacer con su vida? ¿Cuánta fuerza posee ese equipo al reconocer que su futuro depende de las decisiones y acciones que emprenda en el presente? Al haber despejado dudas y ambigüedades que para otros son eternas, estos equipos van seguros hacia la conquista de sus sueños, producto de un serio compromiso de sus miembros de ser como desean que los demás sean.
Hagámonos todos la pregunta que nos ilustrará sobre qué es lo correcto y lo mejor para nuestros equipos: “¿Qué pasaría si todos se comportaran como yo?”
German Retana
German.retana@incae.edu