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Factor humano

| Jueves 10 abril, 2008




Factor humano

German Retana
german.retana@incae.edu

Si agradeces multiplicas.
Realice este simple ejercicio: exprese su agradecimiento a cada persona que hoy haga algo bueno en beneficio suyo. De inmediato notará que ella estará más dispuesta a repetir la conducta que originó su agradecimiento. ¿Por qué a algunas personas que requieren trabajar en equipo con otras, les cuesta tanto ser agradecidas?
En el deporte colectivo de alto rendimiento y en empresas lucrativas suelen aparecer actitudes paradójicas. Alguien, por ejemplo, puede ayudar mucho más allá del deber, al líder de su equipo a lograr metas muy difíciles y hasta a labrarse un buen prestigio; pero no es sorpresivo que en determinado momento aquel brinde la espalda a sus más cercanos y leales colaboradores. Un miembro del equipo podría tener como premisa el servicio irrestricto a sus compañeros para facilitarles alcanzar sus metas, pero cuando estas llegan no escuchará de ellos la palabra gracias. Es más, no faltarán quienes consideren que ser ayudados es una obligación de los otros, y no tendrán el mínimo reparo al ignorar, desconocer y descalificar el apoyo recibido, con tal de aparentar su poder o autosuficiencia.
Goethe afirmaba: “Si yo pudiera enumerar cuánto debo a mis grandes antecesores y contemporáneos, no me quedaría mucho en propiedad”. La gratitud es una carga muy grande para aquellos cuya vanidad sobrepasa su humildad; por eso solo la levantan, precisamente, quienes son capaces de practicar la máxima hebrea que dice: “el que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”.
Imaginemos cuántas cosas buenas se repetirían o crecerían en nuestros equipos de trabajo si tan solo fuéramos más agradecidos, si desinfláramos un poco ese ego que se traga la palabra mágica ¡gracias! ¿Quiénes son más propensos a ser agradecidos? ¿Quiénes están más anuentes a apreciar la ayuda recibida de los demás? Aquellos que están siempre atentos a aceptar a los otros y gozan de estima permanente, reciben, sin pedirlo, el apoyo que necesitan. Su humildad es tal, que no padecen temores, inseguridades, ni pobreza emocional; sus amigos, colaboradores y colegas siempre están allí para multiplicar lo que necesitan.
Consecuentemente, los agradecidos no son flor de un día, siempre se nutren de humildad; por eso crecen, contagian optimismo y atraen confianza. Dan mucho sin esperar agradecimientos y no desperdician oportunidad para abrir voluntades con la llave universal: dando las gracias. Jean de La Bruyere dice que “solo un exceso es recomendable en el mundo: el exceso de gratitud”. Piénselo: ¿Cuánto más daría usted si los otros no despreciaran su ayuda? ¿Cuánto más habría recibido si fuera más agradecido?
Y, a propósito… ¡Muchas gracias por leer esta columna!






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