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Factor humano

| Jueves 27 marzo, 2008




Factor humano

German Retana
german.retana@incae.edu

¡Creérsela!
Qué difícil es vencer a un equipo cuyos jugadores despliegan seguridad en sí mismos, creen en su talento, no temen equivocarse ni se aniquilan emocionalmente ante un error, y jamás se dan por vencidos con el marcador en contra. ¡Confianza! Sí, ella marca la diferencia y la buena noticia es que, es entrenable.
Cuando a esa seguridad individual se le suma la convicción de que son capaces de trabajar como un verdadero equipo y que todos pueden contar con todos, entonces suman una ventaja mental impresionante sobre rivales en los que prevalecen dependencias en unos pocos jugadores, y en los que no todos se aferran igual a la decisión de ganar. Además, la confianza es contagiosa y si se comparte por igual se potencializa y explica el carisma que gozan los equipos ganadores.
Pese a lo anterior, hay una paradoja advertida por el psicólogo Boillos: “El rendimiento mejora a medida que aumenta el nivel de confianza, pero llega a un estado óptimo a partir del cual, tener demasiada confianza puede afectar de forma negativa el nivel de ejecución”. Si un equipo, por ejemplo, depende en mucho de un solo jugador, este crecerá en confianza hasta llegar a un punto en el que el peso por el estado de ánimo colectivo y el límite natural de su talento, pondrán un techo a los resultados y al rendimiento; y así se ganarán algunos juegos, pero no los máximos trofeos.
Según Albert Candura, la confianza depende de las “expectativas de autoeficacia”, es decir, “la fuerza de convicción de una persona en poder ejecutar una tarea con éxito produciendo un determinado resultado”. Esas expectativas son poderosas, pues definen cuánto cree un equipo en sí mismo, qué acciones hará para lograr sus metas, y cómo reaccionará ante complicaciones temporales. La tarea de los líderes es, precisamente, fortalecer esta confianza, para lo cual requieren incrementar constantemente tres habilidades psicológicas en su equipo, enfatizadas por Boillos: concentración, seguridad y calma, todas sujetas a ser aprendidas con buenos planes de entrenamiento mental.
La confianza se construye paso a paso, pero parte de un perfil ideal de jugador que se desea. Por eso en los equipos sólidos todos exhiben comportamientos similares: independencia, estabilidad emocional, coraje, compañerismo total, autodirección, determinación, lucha incansable hasta el minuto final y seguridad en cada situación de juego.
¿Dónde empieza todo? En líderes y jugadores que no pierden el control, que conservan la ecuanimidad y se inculcan fe, que se hacen críticas constructivas, que se animan y defienden continuamente. Ellos desarrollan procesos serios para ser un equipo, un verdadero equipo y “¡Se lo creen!” ¿Sucede esto en usted, su empresa o equipo de trabajo?






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