Fábrica de líderes
| Lunes 18 febrero, 2008
Fábrica de líderes
El lugar donde los mejores se convierten en la elite del Viejo Continente es el Colegio de Europa
Varsovia
EFE
Hasta la fábrica de líderes solo llega la mejor materia prima, los estudiantes más brillantes de toda Europa, cuidadosamente seleccionados para recibir un año de formación de altísimo nivel, lo que hace que muchos de los alumnos del Colegio de Europa sean candidatos a dirigir la futura Unión Europea.
“Los criterios de selección son muy rigurosos”, afirmó el director del Colegio de Europa de Natolin, en Varsovia, Dominik Hanf, responsable de la educación de 100 jóvenes que un día se convertirán en la elite europea.
El centro de Natolin, que se inauguró en 1992, es el hermano pequeño del Colegio de Brujas (Bélgica), el más veterano, creado en 1949 por iniciativa de un visionario paneuropeísta, el ingeniero y pensador español Salvador de Madariaga, quien creía que era necesario romper barreras lingüísticas y culturales como paso fundamental para lograr una Europa unida.
“Veo muy difícil que aumente el número de sedes del Colegio de Europa, porque eso supondría tener más estudiantes y por tanto ya no estarían solo los mejores”, explicó Hanf.
La consecuencia de este alto nivel es que el título del Colegio de Europa es un pasaporte de lujo para Bruselas, adonde va una gran parte de los que pasan por esta fábrica de eurócratas, aunque otros optan por las empresas privadas más importantes o por trabajar para la administración de su país.
En el Colegio de Europa los objetivos de los estudiantes no se limitan a encontrar un trabajo estable, sino que van mucho más allá, gracias a las infinitas puertas que abre estudiar un año en este centro.
En Natolin uno se siente como en un vivero de líderes, y como reconocen con naturalidad los propios alumnos, algunos compañeros ya apuntan maneras para llegar a ser ministros o comisarios europeos.
Para Hanf, lo más importante es ofrecer a los alumnos una formación multidisciplinar, lo que se traduce en multiplicar las horas lectivas, las materias y la presión para preparar a los estudiantes frente a lo que se encontrarán en su vida profesional.
La mayoría de los estudiantes llegan hasta aquí becados por sus gobiernos nacionales o comunidades autónomas, a los que interesa contar con antiguos alumnos de estos centros en sus administraciones públicas.
Eso sí, los requisitos son interminables y van desde hablar perfectamente al menos inglés y francés hasta tener un buen expediente, pasando por la temida entrevista personal.
Una vez superados, el cielo está más cerca gracias a una de estas becas, jugosas ayudas que permiten ahorrar los 17 mil euros que cuesta un año académico en Natolin o, lo que es lo mismo, un año con la mejor educación, los mejores compañeros y profesores y un horizonte laboral sin límites.
En otras palabras, basta con leer la dedicatoria que José Borrell, ex presidente del Parlamento Europeo, dejó escrita en una fotografía dedicada que cuelga de una de las paredes del centro: “Un saludo para los futuros líderes de Europa”.
El lugar donde los mejores se convierten en la elite del Viejo Continente es el Colegio de Europa
Varsovia
EFE
Hasta la fábrica de líderes solo llega la mejor materia prima, los estudiantes más brillantes de toda Europa, cuidadosamente seleccionados para recibir un año de formación de altísimo nivel, lo que hace que muchos de los alumnos del Colegio de Europa sean candidatos a dirigir la futura Unión Europea.
“Los criterios de selección son muy rigurosos”, afirmó el director del Colegio de Europa de Natolin, en Varsovia, Dominik Hanf, responsable de la educación de 100 jóvenes que un día se convertirán en la elite europea.
El centro de Natolin, que se inauguró en 1992, es el hermano pequeño del Colegio de Brujas (Bélgica), el más veterano, creado en 1949 por iniciativa de un visionario paneuropeísta, el ingeniero y pensador español Salvador de Madariaga, quien creía que era necesario romper barreras lingüísticas y culturales como paso fundamental para lograr una Europa unida.
“Veo muy difícil que aumente el número de sedes del Colegio de Europa, porque eso supondría tener más estudiantes y por tanto ya no estarían solo los mejores”, explicó Hanf.
La consecuencia de este alto nivel es que el título del Colegio de Europa es un pasaporte de lujo para Bruselas, adonde va una gran parte de los que pasan por esta fábrica de eurócratas, aunque otros optan por las empresas privadas más importantes o por trabajar para la administración de su país.
En el Colegio de Europa los objetivos de los estudiantes no se limitan a encontrar un trabajo estable, sino que van mucho más allá, gracias a las infinitas puertas que abre estudiar un año en este centro.
En Natolin uno se siente como en un vivero de líderes, y como reconocen con naturalidad los propios alumnos, algunos compañeros ya apuntan maneras para llegar a ser ministros o comisarios europeos.
Para Hanf, lo más importante es ofrecer a los alumnos una formación multidisciplinar, lo que se traduce en multiplicar las horas lectivas, las materias y la presión para preparar a los estudiantes frente a lo que se encontrarán en su vida profesional.
La mayoría de los estudiantes llegan hasta aquí becados por sus gobiernos nacionales o comunidades autónomas, a los que interesa contar con antiguos alumnos de estos centros en sus administraciones públicas.
Eso sí, los requisitos son interminables y van desde hablar perfectamente al menos inglés y francés hasta tener un buen expediente, pasando por la temida entrevista personal.
Una vez superados, el cielo está más cerca gracias a una de estas becas, jugosas ayudas que permiten ahorrar los 17 mil euros que cuesta un año académico en Natolin o, lo que es lo mismo, un año con la mejor educación, los mejores compañeros y profesores y un horizonte laboral sin límites.
En otras palabras, basta con leer la dedicatoria que José Borrell, ex presidente del Parlamento Europeo, dejó escrita en una fotografía dedicada que cuelga de una de las paredes del centro: “Un saludo para los futuros líderes de Europa”.