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Jueves, 25 de abril de 2024



EDITORIAL


Exijamos política con mayúsculas

Se ha perdido, en general, la gran labor de los partidos políticos como espacios para el debate de ideologías y como entes formadores de jóvenes políticos

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 28 enero, 2011


Editorial


La costumbre, cada vez más acentuada, de actuar para ganar las elecciones, ha desvirtuado en gran medida la verdadera labor de los partidos políticos.

Es tal la desviación en ese sentido que la mayoría de los integrantes de estas agrupaciones ya no distinguen entre la genuina actividad política, tan constructiva y positiva para una sociedad, y las esporádicas y oportunas estrategias, cada cuatro años en Costa Rica, de los tiempos previos a las elecciones nacionales.

Se ha perdido, en general, la gran labor de los partidos políticos como generadores de ideas, como espacios para el debate de ideologías y como entes formadores de jóvenes políticos. Esto y las constantes evidencias del aumento de la corrupción en la función pública en connivencia a veces con la empresa privada, es lo que lleva a la gran desilusión reinante en la juventud actual con respecto a la clase política.

Todo se ha reducido a una carrera, cada vez más temprana y vertiginosa por hacer cualquier cosa que pueda atraer votos en las siguientes elecciones presidenciales, casi sin importar lo que se diga porque, de todos modos, ya es costumbre no cumplirlo.

Es decir, el peor ejemplo y la más nefasta enseñanza que se le pueda dar a un pueblo.

Parece no comprenderse, no obstante, que este tipo de actuación siempre tiene sus días contados.

Al igual que ocurre en una familia, donde los hijos menospreciados, descuidados y maltratados por años, terminan por abandonar la familia para intentar futuro en otra parte o acaban dando malos pasos camino a la cárcel o la muerte, los partidos políticos también terminan perdiendo su valor y credibilidad si se desvían del buen camino.

No quisiéramos que esto pasara con los partidos políticos en Costa Rica porque ello, como es fácil comprender, pone en alto riesgo la democracia nacional. No obstante, ese es el triste sino que por el momento se vislumbra.

La enorme responsabilidad cae sobre la conciencia de quienes se dedican a la política. Es el momento de que elijan entre dos caminos: o líderes trabajando por el bien común o embaucadores profesionales. El primero les llenará de sano orgullo al devolverle a la política su virtud, su mejor sentido, en beneficio propio y de sus conciudadanos, el segundo los conducirá al desastre personal y colectivo.










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