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FORO DE LECTORES


Etica en la campaña electoral

| Viernes 06 noviembre, 2009


Etica en la campaña electoral

La ética define y distingue lo bueno y permitido de lo que no lo es determinando cómo deben actuar los individuos en sociedad según cierta gradación de valores objetiva y mayoritariamente entendida, aceptada y reproducida en el tiempo.
La relativización que pueda hacerse de esa escala como expresión de la libertad humana tiene su freno —precisamente— en la idea de moralidad y orden público, conforme lo reitera la Sala Constitucional en su resolución N° 02806-2007.
La dimensión práctica de la ética se encuentra en las normas y creencias individuales y colectivas que sirven de guía para establecer lo moral de su opuesto y conducirse según ese discernimiento; para algunos, incluso, puede no existir moral o ser juzgada de una manera diferente según su personal código de conducta o de carácter, aunque ello pueda rozar con las creencias que la comunidad en general defiende y protege.
La ética y su motor la moral no desafían la libertad como derecho humano y principio democrático, la iluminan para que se conduzca —cual hecho social— según esa convicción colectiva sobre lo que se considera bueno, justo o de interés público. También los códigos en torno a las grandes esferas del derecho privado y público regulan desde la conducta individual hasta la ficción del “comportamiento” de los Estados a lo interno y en sus relaciones internacionales.
Comúnmente se admite que el comportamiento humano se rija al menos por fines lícitos que no riñan con la moral, de ahí que en el marco de la actual campaña electoral justificadamente se esperaría de los actores políticos partidistas y sociales, conductas y propuestas apegadas a la ética, cuya exigencia para su cumplimiento corre a favor de los electores, pues su voluntad es la que los primeros desean conquistar para que se exprese como votos en su beneficio.
El objetivo del proceso electoral, además de facilitar reglas de juego que posibilitan el reclutamiento de elites políticas, incluye crear condiciones para que el sufragio que define ese reclutamiento esté precedido de espacios de información y confrontación de ideas inspiradas en la razón, la ética y el derecho, de modo que los electores correcta y abundantemente informados hagan propicia la circunstancia para expresar libre y conscientemente su preferencia al emitir el voto.
Partidos políticos, candidatos y su oferta en el contexto de la campaña electoral se movilizan a través de los medios de comunicación masiva —incluidos los electrónicos y redes virtuales— en un espacio público en el que la ciudadanía como principal destinataria de la información y conocimiento merece y tiene derecho a que la ética y la moral también orienten su elección. Aspirante presidencial que no crea o entienda esto no podría tener asegurada la lealtad de militantes, seguidores y electores indecisos.
La difusión de ideas, el combate de las del adversario y la atracción de votantes no facultan la burla o el insulto de los demás competidores, a sus ideas y propuestas.
El respeto, la aceptación y sujeción de estos a conductas éticas contribuye a una campaña electoral pacífica o menos violenta. Si esos actores políticos consideran que la tolerancia por las diferencias y la diversidad propias del pluralismo democrático no les atañe, y tampoco se interesan por promover durante ese enorme espacio público educación y valores cívicos, para muchos costarricenses podría resultar legítimo concluir que la ética solo fue para aquellos una pose más o una práctica de corto y calculado aliento. Una vez en el Gobierno no habrá lugar para sorpresas.

Javier I. Vega Garrido
Abogado





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