Estadios, reflejo del hervidero social
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Jueves 29 noviembre, 2007
Los actos vergonzosos, censurables, del martes en el estadio Alejandro Morera Soto van mucho más allá del grupúsculo de fanáticos La Doce.
Trascienden la furia por el 1-2 con que el Municipal de Guatemala vencía en buena lid al Alajuelense, marcador por demás remontable en la capital chapina; sobrepasan la frontera de lo meramente futbolístico.
En Puntarenas casi todos los días de partido se ven escenas tan violentas y grotescas como las vistas en otras ocasiones en los estadios de Heredia, Cartago, Liberia y Tibás, y ellas reflejan un sentimiento que supera la pasión balompédica, aquí y en el mundo.
En Costa Rica, donde el que antes era el espectáculo del fútbol se ha transmutado en una olla de presión para descargar las frustraciones, donde es cada vez menor la cantidad de damas, niños y caballeros que pueden ir a disfrutar del entretenimiento deportivo sin miedo, los estadios reflejan un hervidero social que calienta más y más conforme se abre la brecha social.
Muy bien lo expresó el último informe Estado de la Nación, hay una relación directa entre el mejoramiento de ciertos índices macroeconómicos y la percepción que tiene la ciudadanía de su propia realidad, principalmente en un sector de la población que se pregunta dónde está la parte que le corresponde.
Esos resentimientos, reflejados también en el Latinobarómetro 2007, que dejó claro cuán a disgusto están los costarricenses con la distribución del ingreso, están siendo liberados en forma de muchos flagelos, tales como la delincuencia, y uno de ellos es la violencia en los estadios.
Además de detectar a los hinchas hinchados de brutalidad fanática y desterrarlos del fútbol, es impostergable tomar medidas de reformas nacionales para cerrar la brecha–herida por donde salen los rencores sociales, haciendo que cunda el miedo en estadios, calles… y en nuestras casas.