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Estadio y política

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Viernes 01 abril, 2011



Estadio y política

En las últimas semanas todo lo que tiene de alguna manera que ver con la inauguración del nuevo Estadio Nacional, donado y construido por el Gobierno de la República Popular China, ha copado casi todos los espacios de los medios de comunicación. Las otras informaciones, sean del ámbito internacional, como la invasión neocolonial de las tropas de la OTAN a Libia, o la catástrofe nuclear en Japón y sus repercusiones en la política mundial (derrota de la derecha y el auge de los verdes y socialdemócratas en Alemania, Suecia, Francia), sean del ámbito nacional, como las revelaciones de WikiLeaks que dejan muy mal parados a los políticos tradicionales, o el rechazo generalizado al paquete tributario propuesto por Herrero, o las comparecencias de altos funcionarios ante la comisión de la Asamblea Legislativa que indaga presuntos actos de corrupción supuestamente propiciados por el gobierno anterior, han sido relegados a un segundo lugar.
El imponente edificio, el más bello en su género de la región, es ya objeto de un culto cuasi religioso, hasta el punto de que se han organizado algo así como peregrinaciones para mostrar ante los ojos desorbitados de las multitudes, los recovecos que componen su monumental arquitectura.
Las actividades deportivas y culturales, especialmente la presentación de la selección de fútbol de Argentina que se convirtió en una desvergonzada burla para nuestros aficionados por la no presentación de la mayoría de sus estrellas, especialmente del divinizado Leo Messi, dieron un realce a esa serie de eventos inaugurales que en el fondo, no han sido más que un despliegue propagandístico de los gobiernos, tanto del anterior como del actual en momentos en que la crisis social adquiere ribetes serios, como lo demostró la más reciente manifestación de las fuerzas sociales organizadas. La rechifla a Oscar mientras hablaba o cuando Laura pronunció su nombre, lo confirman. Nuestro pueblo demostró con ello su indiscutible lucidez política.
No obstante lo dicho, no por ello debemos dejar de lado las otras y no menos importantes implicaciones políticas de esta esplendorosa inauguración. La obra fue una donación del Partido Comunista Chino fundado por Mao Tse Tung, a través de su gobierno (en un régimen leninista el gobierno no es más que el brazo ejecutivo del partido, quien tiene el monopolio absoluto de las decisiones políticas). Esto me parece normal y, en lo personal respetable aunque, como costarricense, mi cultura y sensibilidad políticas sean otras.
Dentro de este contexto, la generosidad del gobierno chino debe interpretarse como un significativo gesto de reconocimiento a Oscar Arias y a Bruno Stagno por romper relaciones con Taiwán y establecerlas con Pekín.
En el ámbito mundial, esto no es más que una expresión de elemental realismo, porque ya lo han hecho la gran mayoría de los países del mundo incluido Estados Unidos desde los tiempos de Nixon.
China es hoy, sin conteste, la segunda potencia mundial en camino de convertirse en la primera. El mérito del gobierno anterior es haber sido el primer país en hacerlo en una Centroamérica tradicionalmente considerada como patio trasero del Imperio. Quizá esta sea la factura que Washington les esté pasando a los Arias, al autorizar a Llorente a que dé un gran despliegue a lo que sus procónsules piensan de los políticos criollos, pues entre otras bellezas, según las filtraciones de WikiLeaks opinan que Oscar no es más que un inveterado y presuntuoso Don Juan.

Arnoldo Mora

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