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Esquina Epicúrea

| Viernes 21 septiembre, 2007




Esquina Epicúrea

Cerveza y temperatura

Haciendo juego con la nota de hoy en Viaje Gastronómico y también por una inquietud que me lleva a tratar de proveer información a nuestros lectores sobre cómo maximizar el placer en las experiencias gastronómicas, toco el tema de cuál debería de ser la temperatura idónea para degustar una cerveza.
Iniciemos con decir que todo dependerá de cuál sensación estoy buscando o más al grano, cuál es la necesidad que deseo suplir.
Si me encuentro en una playa con mis pies sumergidos en la arena bajo un sol abrasador, mi cuerpo pedirá probablemente una bebida fría, ¿verdad? Y quizás para ser más específico, a -1 grado centígrado.
Pero si me encuentro en un restaurante con un aire acondicionado bien calibrado, digamos a una temperatura entre de 20 y 25 grados centígrados, dependiendo del gusto y muchas veces el género, y mi deseo es combinar una cerveza con un buen plato, entonces debería esperar que esta cerveza se encuentre a una temperatura que oscile entre tres y cinco grados.
¿Pero por qué esta temperatura? Empecemos por decir que las papilas gustativas requieren menores niveles de frío para percibir las características organolépticas de los alimentos (y de la misma bebida que se degusta), entonces tiene sentido no enfriar una cerveza si lo que deseo es sentir la plenitud de su sabor; claro, si le preguntamos a un(a) maestro(a) cervecero(a) cuál es la temperatura ideal en sus prácticas profesionales, casi seguro nos responderá que a una temperatura mayor a cinco grados y específicamente entre siete y hasta 11 grados centígrados. ¿Y esto por qué? Sencillo… ¡zapatero a su zapato! Ellos necesitan que sus papilas estén absolutamente despiertas para evaluar al máximo las características completas de una cerveza, consecuentemente el frío no les permitirá lograr esto.
Ah… pero pregúntenle a un maestro cervecero a qué temperatura tomaría la misma cerveza en la playa: casi seguro que veremos un descenso.
La temperatura entonces está íntimamente ligada a las necesidades de nuestro cuerpo, sin embargo, esto es algo que en muchos casos está dictado con costumbres que recomiendo definitivamente cambiar, algunas catastróficas ¡como la de agregar automáticamente hielo a la cerveza! ¿Resultado? Una bebida a la cual no hacía falta agregarle agua, pues ya tiene la necesaria.
¡Buen provecho y hasta la próxima semana!






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