Es momento de pensar en macro y dejar de tapar baches
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 05 julio, 2023
Sergio Capón
Presidente de la Junta Directiva
Cámara de Industrias de Costa Rica
Hace unos días, durante la Junta Directiva ordinaria de la Cámara de Industrias de Costa Rica, tuvimos el privilegio de recibir la visita de los economistas Fernando Naranjo y Daniel Ortiz, quienes realizaron una presentación sobre la coyuntura macroeconómica reciente en nuestro país. Los aspectos destacados de esta presentación son de gran valor para comprender el estado de nuestra economía, pero, sobre todo, deberían servir como base para trazar el rumbo que debemos seguir en relación con nuestra matriz productiva, teniendo en cuenta todas sus dimensiones: económica, social y ambiental.
Uno de los datos que resalta, y que el sector industrial conoce bien, es la disparidad entre el dinamismo del régimen de Zonas Francas y el estancamiento del régimen definitivo. Mientras el primero experimenta un crecimiento superior al 20%, el segundo apenas alcanza un 2%. Teniendo en cuenta que el régimen definitivo genera la mayor cantidad de empleos, representa aproximadamente un 85% del PIB y contribuye de manera significativa a la recaudación tributaria del Estado (sin menoscabar el papel clave que las zonas francas desempeñan como motor de crecimiento para el país), resulta evidente que estamos dejando pasar grandes oportunidades y poniendo en peligro nuestra matriz productiva.
Otro aspecto destacado en esta exhaustiva presentación, que es difícil de resumir debido a la abundancia de información y conceptos, es el tipo de cambio. Ya no sorprende a nadie la apreciación abrupta y sostenida del colón, lo cual ha generado un encarecimiento excesivo en toda la cadena de costos que conforma el aparato productivo de nuestro país. Esto ha llevado a una pérdida de competitividad en numerosos sectores, como el turismo, los exportadores, los productores agrícolas e incluso las industrias manufactureras tanto para la exportación como para el mercado interno.
En días recientes, tuve el honor de ser invitado por la Universidad Nacional (UNA) a participar en un foro de análisis sobre los efectos económicos y sociales del tipo de cambio en Costa Rica. Como empresario, propuse un ejercicio didáctico para ilustrar el impacto negativo del tipo de cambio actual en una empresa industrial exportadora, así como en una empresa que produce para el mercado local. A pesar de que ambas empresas tienen el mismo nivel de facturación y operan en diferentes mercados (uno doméstico y otro internacional), ambas registraron resultados negativos al comparar los años 2022 y 2023 debido al impacto de un colón excesivamente apreciado en sus costos operativos y en sus ingresos.
Esta fotografía instantánea de nuestra coyuntura actual, que requiere atención inmediata en cuanto a sus problemas, también debe llevarnos a reflexionar más allá y promover una estrategia nacional para enfrentar los desafíos más importantes que ya estamos afrontando. Estos incluyen la inminente llegada de la industria 4.0, la automatización, la implementación de redes móviles de quinta generación (5G) y los desafíos que estos avances plantean en términos de educación, infraestructura y marcos regulatorios que nos permitan avanzar por los caminos que la tecnología, con su fuerza imparable, está trazando.
En la actualidad, nos enfrentamos a problemas urgentes de infraestructura, como el estado de nuestras carreteras y la congestión del Puerto Caldera, que prácticamente está colapsado entre otros. Además, no podemos obviar el gran desafío que tenemos en materia energética, ya que el aumento temporal de las tarifas evidencia la falta de una planificación estructural para una transición energética sostenible, que nos permita electrificar nuestra economía a precios competitivos, abrir el mercado al sector privado e incluir la figura del gran consumidor, entre otros temas pendientes en el camino hacia la descarbonización de Costa Rica.
Nuestro país cuenta con grandes ventajas competitivas, como su ubicación geográfica, su seguridad jurídica, su trayectoria democrática, su talento humano y sus logros en materia ambiental. Sin embargo, parece que no las estamos aprovechando al máximo ni estamos enlazando nuestros propios puntos fuertes. En otras palabras, hay cientos de árboles que no nos dejan ver el bosque.
Los temas mencionados anteriormente nos sugieren, justamente, acciones de política de desarrollo industrial que son necesarios para el país: explorar oportunidades para la diversificación de la matriz productiva, fomentar la inversión en investigación y desarrollo, implementar estrategias para atraer y diversificar las inversiones extranjeras que diversifiquen el desarrollo industrial, promover la mejora del clima de negocios, mejorar la calidad y pertinencia de la educación y la formación técnica, impulsar la integración de las empresas en cadenas de valor globales, así como la colaboración entre empresas locales para fortalecer los encadenamientos productivos y avanzar con las prácticas industriales sostenibles, incluyendo la eficiencia energética, la gestión adecuada de residuos y el uso responsable de los recursos naturales.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) define la política industrial como aquella que implica intervenciones enfocadas en mejorar estructuralmente el desempeño del sector empresarial nacional. Una política industrial nos permite enmarcar otras iniciativas dentro de una estrategia clara, concreta y con objetivos definidos. Tal vez ha llegado el momento de pensar a gran escala y dejar de simplemente cubrir las deficiencias puntuales. Es decir, es el momento de pensar en macro y dejar de tapar baches.