En defensa de la deuda política
| Viernes 31 agosto, 2012
En defensa de la deuda política
En los últimos días LA REPUBLICA ha publicado una serie de notas sobre la necesidad de reducir la deuda política sobre las cuales conviene reflexionar con cautela, desde un punto de vista democrático y no economicista.
Los peligros de lo privado en lo público. La razón histórica que originó en un inicio la adopción de la contribución estatal a los partidos políticos fue minimizar el impacto que tenía el financiamiento privado e intereses foráneos en las decisiones públicas, finalidad que todavía se dice perseguir tanto por parte de nuestros legisladores como por el TSE y la cual conviene tener presente, sobre todo en tiempos en los cuales grandes capitales del narcotráfico y crimen organizado se ciernen como amenazas reales.
Medidas desesperadas y populistas. De modo que resultan incomprensibles las propuestas planteadas para su reducción defendida por algunos diputados e inclusive por flamantes precandidatos de diversos partidos políticos, por más que quieran justificarla como parte de las medidas para contener el gasto público, ante el fracaso en la tramitación del plan fiscal, valiéndose de la situación actual de desprestigio que sufren los partidos para revestirse de apoyo popular.
Competencia equitativa y democrática. Resulta aún más inexplicable el apoyo recibido por parte de líderes de oposición a sabiendas de que serían los partidos que más se perjudicarían con ello, sobre todo aquellos que no cuentan con apoyo en las encuestas o que su ideología riña con los intereses de los grupos empresariales que financian las campañas.
Más y mejores máquinas electorales. La disminución de la contribución estatal supone un peligroso debilitamiento de los partidos políticos y un eventual fortalecimiento de las máquinas electorales que tenemos hoy por ellos. Es de esperar que se afecten negativamente los fondos destinados a capacitación y organización política en tiempo no electoral.
La necesidad de mayores mecanismos de fiscalización. La solución no es disminuir el financiamiento estatal, para que la piñata se haga de forma única o mayoritariamente con fondos privados, es democratizar, transparentar, con el mejoramiento de los controles internos y externos de fiscalización de nuestros partidos políticos.
Una alternativa para la sana administración. Si el deseo es arrebatar de forma parcial o total el manejo de este dinero a los partidos, para evitar el despilfarro o la administración corrupta de los recursos públicos, existen otras opciones.
El modelo de franjas publicitarias en medios de comunicación, administrado por el propio TSE, similar al de otros países, es una de ellas, el cual ojalá los medios de comunicación respalden de similar manera que la propuesta para “meter tijera” a la deuda política, al referirse a ella incorrectamente como un gasto superfluo y no como lo que deberíamos aspirar que fuera: una inversión en las instituciones democráticas.
Daniel Calvo S. y Salvador Padilla V.
Politólogos
En los últimos días LA REPUBLICA ha publicado una serie de notas sobre la necesidad de reducir la deuda política sobre las cuales conviene reflexionar con cautela, desde un punto de vista democrático y no economicista.
Los peligros de lo privado en lo público. La razón histórica que originó en un inicio la adopción de la contribución estatal a los partidos políticos fue minimizar el impacto que tenía el financiamiento privado e intereses foráneos en las decisiones públicas, finalidad que todavía se dice perseguir tanto por parte de nuestros legisladores como por el TSE y la cual conviene tener presente, sobre todo en tiempos en los cuales grandes capitales del narcotráfico y crimen organizado se ciernen como amenazas reales.
Medidas desesperadas y populistas. De modo que resultan incomprensibles las propuestas planteadas para su reducción defendida por algunos diputados e inclusive por flamantes precandidatos de diversos partidos políticos, por más que quieran justificarla como parte de las medidas para contener el gasto público, ante el fracaso en la tramitación del plan fiscal, valiéndose de la situación actual de desprestigio que sufren los partidos para revestirse de apoyo popular.
Competencia equitativa y democrática. Resulta aún más inexplicable el apoyo recibido por parte de líderes de oposición a sabiendas de que serían los partidos que más se perjudicarían con ello, sobre todo aquellos que no cuentan con apoyo en las encuestas o que su ideología riña con los intereses de los grupos empresariales que financian las campañas.
Más y mejores máquinas electorales. La disminución de la contribución estatal supone un peligroso debilitamiento de los partidos políticos y un eventual fortalecimiento de las máquinas electorales que tenemos hoy por ellos. Es de esperar que se afecten negativamente los fondos destinados a capacitación y organización política en tiempo no electoral.
La necesidad de mayores mecanismos de fiscalización. La solución no es disminuir el financiamiento estatal, para que la piñata se haga de forma única o mayoritariamente con fondos privados, es democratizar, transparentar, con el mejoramiento de los controles internos y externos de fiscalización de nuestros partidos políticos.
Una alternativa para la sana administración. Si el deseo es arrebatar de forma parcial o total el manejo de este dinero a los partidos, para evitar el despilfarro o la administración corrupta de los recursos públicos, existen otras opciones.
El modelo de franjas publicitarias en medios de comunicación, administrado por el propio TSE, similar al de otros países, es una de ellas, el cual ojalá los medios de comunicación respalden de similar manera que la propuesta para “meter tijera” a la deuda política, al referirse a ella incorrectamente como un gasto superfluo y no como lo que deberíamos aspirar que fuera: una inversión en las instituciones democráticas.
Daniel Calvo S. y Salvador Padilla V.
Politólogos