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Empresas ¿sociales? ¿En Costa Rica?

Eduardo Sasso G. redaccion@larepublica.net | Lunes 08 enero, 2024


empresas sociales
Imagen con fines ilustrativos. Canva/La República


Eduardo Sasso G.

Ingeniero industrial especializado en gestión de sostenibilidad y transformación social empresarial

Fundador de Sin Ruido Pura Vida

A mí también se me torcieron los ojos la primera vez que escuché esas palabras juntas. Con mentalidad de ingeniero, me costó dejar atrás el pensamiento binario y darme cuenta que ambas pueden ser compatibles. Fue hasta la tercera o cuarta vez que medio comencé a entender que sí es posible que un negocio exista para maximizar su aporte al bienestar común —en lugar de priorizar la generación de utilidades—.

¿Qué son las empresas sociales?

Las empresas sociales podrían definirse como un negocio cuya razón de ser es atender necesidades básicas, o bien resolver desafíos a los que se enfrentan la sociedad y el ecosistema. Son un híbrido entre lo que tradicionalmente se concibe como una fundación y un negocio enfocado en hacer crecer su capital. O bien, un negocio con corazón de fundación.

Es decir, por encima de ser un negocio tradicional con un enfoque de ‘responsabilidad social’ o enfocado en la llamada ‘triple utilidad’, las empresas sociales son organizaciones cuyo giro de negocios como tal se rige de manera categórica por su misión social, ecológica, o cultural. Su propósito no es generar dinero, per se, sino crear y utilizar el recurso monetario para alcanzar su propósito. De esta manera, son empresas que no viven para respirar, sino que respiran para vivir—y para que otros vivan también—.

Esta modalidad ‘híbrida’ ya tiene más de una década de recibir cierto protagonismo a nivel internacional (aunque en realidad tiene más de 40 años de existir). Precedido desde 1971 por Opportunity International, una organización cristiana de microcrédito, y previo a eso, por los monjes franciscanos de la Edad Media, hoy Muhammad Yunus es visto como el padre de las microfinanzas y de los negocios sociales (‘social business’). Además de ser el cofundador del conocido Banco Grameen en Bangladesh —y el promotor, entre otras, de una alianza con la firma de lácteos Danone, enfocada en vender productos de alto valor nutricional a precios accesibles para poblaciones desfavorecidas—, en los últimos años 10-15 Yunus se ha dado a la tarea de resistir y suplantar los dogmas empresariales convencionales a través de esta modalidad híbrida de hacer negocios. ¿Por qué? Entre varias de sus críticas al sistema actual, el bangladesí y Premio Nóbel cataloga al Homo economicus de hoy como un ser “monocromático”, mientras que caracteriza al modelo de negocios predominante como un “apartheid económico”. (Las crisis climáticas, las extinciones masivas de biodiversidad producto de la huella urbana y de la industrialización, y el desequilibrio social desmesurado son algunas de las razones que han llevado al profesor a hacer tales pronunciamientos.)

Pero Yunus no es el único. Acompañado por incontables emprendedoras y emprendedores emergentes, cada vez más personas se convencen de la necesidad de modelos de negocios integrales, que existan en armonía con la sociedad y el ecosistema —y no a cuestas de ellos—. Ante las evidentes carencias del Estado y del mercado para maximizar el bienestar social, las últimas décadas ha continuado viendo el auge de empresas que están haciendo lo mejor por borrar la línea (artificial) entre lo ‘privado’ y lo ‘público’, entre lo ‘económico’, lo ‘social’ y lo ‘ecológico’. Más bien, remontándose al legado centenario de algunas cooperativas, mutuales, y asociaciones solidaristas, hoy las empresas sociales siguen surgiendo alrededor del mundo con estructuras de propiedad y modelos de negocios alternativos: en la India, en Europa, en Brasil, en el Reino Unido, en los países africanos.

¿Y en Costa Rica?

También. Y existen de distintos colores y sabores. (Si bien se cree que Nutrivida fue la primera empresa social establecida en Costa Rica, en el 2013, tales empresas ya han existido en el país, aunque con menos notoriedad.)

Fundada en 1991, Asembis es una clínica de especialidades médicas que, auto-financiándose por medio de precios razonables, ha logrado atender a poblaciones de bajos recursos. Acualógica busca aminorar la huella de agua del país y destinar todas sus utilidades a Proparques, provenientes éstas de la venta de inodoros y orinales “salva-aguas”. Generando ingresos para sus familiares y facilitando su eventual reinserción laboral, a través de la marroquinería el Proyecto To abrió oportunidad económica para personas privadas de libertad. Promoviendo la movilidad activa y la revitalización del espacio humano en San José, desde 2010 ChepeCletas se ha enfocado en promover experiencias urbanas sostenibles y hacer de San José una capital más humana, segura y saludable. Costaphonics captura sonidos biológicos y geológicos y crea aplicaciones comerciales derivadas de paisajes sonoros naturales, destinando el 50 por ciento de sus ingresos a la preservación de las fincas y contextos biológicos de los cuales provienen tales sonidos. De esta manera, promueve el monitoreo de bosques, el turismo audio-regenerativo, y la conciencia de preservar paisajes naturales.

La cara a veces oculta

Claro está que son ejemplos incipientes, tentativos, parciales; y que siempre hay espacio para mejoras. Por ejemplo, si bien los orinales ‘salva-aguas’ ahorran agua durante la fase de uso (al no requerir ‘halar la cadena’), sus materias primas, así como su fabricación, transporte e instalación implican toda una serie de impactos ambientales a lo largo del ciclo de vida. Más allá de un análisis reduccionista enfocado en la ‘huella de agua’ y en la ‘huella de carbono’, el macro-sistema de fabricación de cerámicas conlleva también la extracción de minerales, la formación de oxidantes fotoquímicos, la acidificación terrestre, el agotamiento del ozono. (Y nada se diga respecto a como el reemplazo de orinales lleva muchas veces a desechar los existentes, los cuales en sí ya generaron toda una serie de impactos similares a nivel sistémico.)

Lo mismo podría decirse de Nutrivida: si bien es honorable su enfoque en ofrecer alimentos fortificados a poblaciones de bajos recursos, el macro-sistema agrícola monocultivista y tecno-industrial del cual provienen los ingredientes es probable que deje mucho que desear. Por ejemplo, al ofrecer sopas de carne y pollo, cereales, y bebidas en polvo con distintos sabores a frutas, surgen algunas preguntas: ¿Se prioriza fortalecer la red de alimentaria local y el consumo de frutos y granos propios de la bioregión; o se depende de una cadena transnacional intensiva en combustibles fósiles? ¿Se alimenta a las reses con pasto y a los pollos con granos orgánicos, hierbas y lombrices; o provienen éstos animales de ambientes enjaulados en donde se les inyecta toda índole de antibióticos y hormonas? ¿Provienen los ingredientes de fincas y suelos agrícolas que emplean prácticas agroecológicas biointensivas; o provienen los insumos de latifundios corporativos densos en pesticidas, fertilizantes químicos y otros agrotóxicos? ¿Recibieron las y los agricultores un trato y compensación dignos? ¿De qué material están hechos los empaques? La lista continúa.

Más allá del ‘social-washing’

Ejemplos como estos dos demuestran que una empresa que se llame ‘social’ puede en realidad dar la impresión de estar dando un paso hacia adelante, cuando en realidad da dos (o tres) pasos hacia atrás —en un clásico ejemplo de ‘blue-washing’ o ‘social-washing’ o ‘rainbow-washing’—. Se requiere, más bien, un enfoque holístico que considere y que integre dentro de los costos operativos del modelo de negocios las diferentes categorías de impacto socio-ecológico a lo largo del ciclo de vida. De hecho, el siguiente gran paso consiste en que las políticas económicas nacionales promuevan e incentiven empresas sociales que orienten y entrelacen su giro de negocio con la economía circular y restaurativa, contemplando múltiples categorías de impacto a lo largo de la red de abastecimiento. (Aquí, por su puesto, la empresa de ropa Patagonia sigue siendo el arquetipo de lo que significa, en la práctica, una gestión integral basada en los llamados ‘análisis de ciclo de vida’; o LCA’s, de acuerdo a sus siglas en inglés. Entre otros de sus compromisos audaces, para citar sólo dos ejemplos, Patagonia obtiene el 100 por ciento de sus fibras naturales de fincas de algodón orgánico y cuenta también con centros para reparar prendas dañadas, evitando así desecharlas.)

Por otro lado, hay quienes cuestionan también si las empresas sociales pueden llegar o no a socavar el rol del Estado (cuyo alcance es universal en principio), al estar dichas empresas privatizando todavía más actividades esenciales como la salud o la educación. De igual manera, la discusión gira en torno a si hay o no lugar o límites para la repartición de utilidades; y de ser el caso, de qué tan ‘pura’ es una empresa social en caso de hacerlo, a pesar de que su giro de negocio esté cien por ciento enfocado en resolver un desafío colectivo. Preguntas importantes para otra oportunidad…

Aquí Para Quedarse

Indistintamente de debates y oportunidades de mejora como estas, lo cierto es que las empresas sociales han continuado germinando entre las grietas de los viejos órdenes económicos del socialismo y el capitalismo. Y precisamente por eso, estas empresas continúan poniendo en evidencia la urgencia de contar con emprendimientos que avancen precisamente en esa dirección: no hacia la izquierda ni hacia la derecha, sino hacia adelante.

Para quienes nos toca sanar la crisis de los suelos y los mantos acuíferos, detener la explotación de los océanos, acortar la disparidad social, repoblar ciudades descuidadas, adaptarnos a las crecientes disrupciones climáticas, las empresas sociales representan una alternativa prometedora. Por un lado, nos invitan a sumarnos a la causa y convertirlas en la norma, y no en la excepción. Por el otro, las empresas sociales sugieren que la reverencia por la vida, la solidaridad, y el ingenio emprendedor pueden ser compatibles. De hecho, muchas y muchos iconoclastas, animosos y valientes continúan demostrando que sí lo son. Y merecen nuestro apoyo y nuestros aplausos.







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