El fantasma de la inflación en 2011
| Miércoles 01 diciembre, 2010
El fantasma de la inflación en 2011
Durante la crisis internacional de precios de alimentos en 2006 y 2007 los precios internacionales de la mayoría de bienes agrícolas materias primas básicas alimentarias y por supuesto, el petróleo, se fueron a las nubes, superando hasta el 200% del precio medio de la década.
Este fenómeno afecto la inflación interna de manera significativa en el país. Como era de esperar, con la recesión larga de 2008 y 2009 en los países del norte y su respectiva réplica para los países del sur, los precios de los bienes agrícolas y el petróleo volvieron a bajar sustantivamente, generando un alivio en el crecimiento doméstico de los precios.
Este ciclo de precios bajos, junto con la llegada de capitales extranjeros a las economías emergentes favoreció una menor presión sobre los tipos de cambio y como tal, las monedas han tendido a apreciarse en términos reales en 2009 y 2010, provocando a su vez, que la presión interna de la inflación se disminuya por el lado monetario hasta puntos históricamente olvidados en la región y por supuesto, en nuestro país.
El efecto directo de los precios de los alimentos sobre las canastas alimentarias fue superior a la inflación en los años previos a la crisis, lo que llevó a aumentos mayores en la pobreza y la precariedad o pobreza extrema. Por este mismo factor, durante la recesión de 2008 y 2009, la inflación de precios alimentarios fue inclusive inferior a la baja inflación interna promedio, por lo que el efecto fue contrario y favoreció a los más pobres en su canasta real de consumo. Es decir, por el lado de los precios los pobres lograron beneficiarse del ciclo internacional recesivo.
El tema laboral es distinto, dado que el desempleo golpeó mucho más fuerte a los quintiles más pobres en la distribución del ingreso del país. Es decir, como decían los abuelos, “una de cal y otra de arena”. Menos empleo e ingresos, pero menos inflación.
Este cuadro fue compensado por transferencias del Estado y con mayor empleo público, aunque no fue suficiente para detener la pobreza y el aumento en la desigualdad ya creciente.
Lamentablemente para las familias más pobres, aquellas que dependen de un salario mínimo o inclusive de un monto inferior, el ajuste de precios que se aproxima es mucho menos alentador para 2011.
Los precios de los bienes agrícolas y el petróleo han empezado a subir significativamente, el fantasma de la inflación doméstica se aproxima galopantemente y el empleo, que no se ha recuperado al mismo nivel existente a los años previos de la crisis, ni es probable que lo haga, no permitirá recuperar los salarios e ingresos de las familias al mismo nivel.
En este entorno de salarios mínimos deprimidos, desempleo y desigualdad ya existentes, 2011 se avecina para los más humildes con un fantasma galopante para su bienestar y entorno familiar a saber, la inflación.
Leiner Vargas Alfaro
lvargas@una.ac.cr
Economista y académico UNA
Durante la crisis internacional de precios de alimentos en 2006 y 2007 los precios internacionales de la mayoría de bienes agrícolas materias primas básicas alimentarias y por supuesto, el petróleo, se fueron a las nubes, superando hasta el 200% del precio medio de la década.
Este fenómeno afecto la inflación interna de manera significativa en el país. Como era de esperar, con la recesión larga de 2008 y 2009 en los países del norte y su respectiva réplica para los países del sur, los precios de los bienes agrícolas y el petróleo volvieron a bajar sustantivamente, generando un alivio en el crecimiento doméstico de los precios.
Este ciclo de precios bajos, junto con la llegada de capitales extranjeros a las economías emergentes favoreció una menor presión sobre los tipos de cambio y como tal, las monedas han tendido a apreciarse en términos reales en 2009 y 2010, provocando a su vez, que la presión interna de la inflación se disminuya por el lado monetario hasta puntos históricamente olvidados en la región y por supuesto, en nuestro país.
El efecto directo de los precios de los alimentos sobre las canastas alimentarias fue superior a la inflación en los años previos a la crisis, lo que llevó a aumentos mayores en la pobreza y la precariedad o pobreza extrema. Por este mismo factor, durante la recesión de 2008 y 2009, la inflación de precios alimentarios fue inclusive inferior a la baja inflación interna promedio, por lo que el efecto fue contrario y favoreció a los más pobres en su canasta real de consumo. Es decir, por el lado de los precios los pobres lograron beneficiarse del ciclo internacional recesivo.
El tema laboral es distinto, dado que el desempleo golpeó mucho más fuerte a los quintiles más pobres en la distribución del ingreso del país. Es decir, como decían los abuelos, “una de cal y otra de arena”. Menos empleo e ingresos, pero menos inflación.
Este cuadro fue compensado por transferencias del Estado y con mayor empleo público, aunque no fue suficiente para detener la pobreza y el aumento en la desigualdad ya creciente.
Lamentablemente para las familias más pobres, aquellas que dependen de un salario mínimo o inclusive de un monto inferior, el ajuste de precios que se aproxima es mucho menos alentador para 2011.
Los precios de los bienes agrícolas y el petróleo han empezado a subir significativamente, el fantasma de la inflación doméstica se aproxima galopantemente y el empleo, que no se ha recuperado al mismo nivel existente a los años previos de la crisis, ni es probable que lo haga, no permitirá recuperar los salarios e ingresos de las familias al mismo nivel.
En este entorno de salarios mínimos deprimidos, desempleo y desigualdad ya existentes, 2011 se avecina para los más humildes con un fantasma galopante para su bienestar y entorno familiar a saber, la inflación.
Leiner Vargas Alfaro
lvargas@una.ac.cr
Economista y académico UNA