El costo económico de la platina
| Viernes 16 julio, 2010
El costo económico de la platina
Seguramente, al igual que el pulpo Paúl, la platina del Virilla es tan o más conocida por los costarricenses. Si bien el primero nos entretiene y a algunos les quita el sueño, la platina nos detiene y efectivamente nos quita tiempo y valiosos recursos cuando vamos por estudio, trabajo o simplemente de ocio al movilizarnos desde San José a Alajuela.
Pero, ¿cuánto cuesta ese retraso producto del tráfico adicional existente en ese punto del Virilla?, ¿cuál es el costo de oportunidad de no tener un puente nuevo hoy? Una simple regla de tres, con un cronómetro y algunos supuestos heroicos de todo buen economista, nos ayuda a valorar el valor mínimo de costo que pagamos todos los costarricenses por la incapacidad institucional de resolver un problema cotidiano de infraestructura pública.
Si fuéramos un inversionista privado, bastaría con el hecho de que el valor privado de construir el puente fuera inferior a la renta o aumento en la productividad de hacerlo para inmediatamente proceder a resolver el problema, al tratarse de un asunto público, pareciera que se requiere más que el resultado positivo de la inversión, se requiere de voluntad política y de decisiones.
El ejercicio que hice fue tan simple como cronometrar el tiempo promedio del exceso de minutos producto de la presa en condiciones de horario normal, amparado a una amiga que me llevo en el triste paseo por la presa logre determinar que tardamos alrededor de 10 minutos adicionales, desde las inmediaciones de REPRETEL y hasta el puente de la platina, anteriormente llamado puente del Virilla.
Este promedio nos permitió contar en tres carriles y con el número medio de autos y tamaños, alrededor de mil automóviles en la misma desagradable situación que la nuestra, de tal forma que en una hora, aproximadamente 6000 autos están en esa, en 10 horas promedio de presa al día estamos hablando de 60 mil autos que pasan por la presa de la platina, considerando únicamente 20 días hábiles de trabajo al mes, estaríamos contando 1 millón doscientos mil autos que pasan por la platina al mes con esa pérdida de tiempo y de gasto adicional.
Si suponemos que por sencillez, solamente una persona viaja en cada automóvil y que sus autos gastan unos 100 colones de más en combustible por el atraso de 10 minutos y que el tiempo o costo de oportunidad del tiempo se valora al salario mínimo de ley, podemos hacer un aproximado del valor económico mensual de la Platina.
El millón doscientos mil autos con un pasajero promedio y con los supuestos anteriormente mencionados significa una pérdida económica mínima para la sociedad del equivalente a 480 millones de colones al mes. Este valor sería el mínimo costo económico del fenómeno de la platina del Virilla, otros tantos costos podrían ser imputados, pero para este caso es suficiente y parsimonioso dejarlo hasta acá. Entonces, si bien es cierto se ha dicho que en Costa Rica cuesta mucho tomar decisiones, con este ejemplo sencillo se valida el hecho contrario, cuesta mucho más el no tomarlas. Esperemos que mientras el concesionario privado que asumió este proyecto consigue los fondos para construir una verdadera autopista, algún gobierno de verdad asuma con firmeza la decisión de construir la infraestructura para seguir adelante.
Leiner Vargas Alfaro
Académico-Investigador
CINPE-UNA
lvargas@una.ac.cr
Seguramente, al igual que el pulpo Paúl, la platina del Virilla es tan o más conocida por los costarricenses. Si bien el primero nos entretiene y a algunos les quita el sueño, la platina nos detiene y efectivamente nos quita tiempo y valiosos recursos cuando vamos por estudio, trabajo o simplemente de ocio al movilizarnos desde San José a Alajuela.
Pero, ¿cuánto cuesta ese retraso producto del tráfico adicional existente en ese punto del Virilla?, ¿cuál es el costo de oportunidad de no tener un puente nuevo hoy? Una simple regla de tres, con un cronómetro y algunos supuestos heroicos de todo buen economista, nos ayuda a valorar el valor mínimo de costo que pagamos todos los costarricenses por la incapacidad institucional de resolver un problema cotidiano de infraestructura pública.
Si fuéramos un inversionista privado, bastaría con el hecho de que el valor privado de construir el puente fuera inferior a la renta o aumento en la productividad de hacerlo para inmediatamente proceder a resolver el problema, al tratarse de un asunto público, pareciera que se requiere más que el resultado positivo de la inversión, se requiere de voluntad política y de decisiones.
El ejercicio que hice fue tan simple como cronometrar el tiempo promedio del exceso de minutos producto de la presa en condiciones de horario normal, amparado a una amiga que me llevo en el triste paseo por la presa logre determinar que tardamos alrededor de 10 minutos adicionales, desde las inmediaciones de REPRETEL y hasta el puente de la platina, anteriormente llamado puente del Virilla.
Este promedio nos permitió contar en tres carriles y con el número medio de autos y tamaños, alrededor de mil automóviles en la misma desagradable situación que la nuestra, de tal forma que en una hora, aproximadamente 6000 autos están en esa, en 10 horas promedio de presa al día estamos hablando de 60 mil autos que pasan por la presa de la platina, considerando únicamente 20 días hábiles de trabajo al mes, estaríamos contando 1 millón doscientos mil autos que pasan por la platina al mes con esa pérdida de tiempo y de gasto adicional.
Si suponemos que por sencillez, solamente una persona viaja en cada automóvil y que sus autos gastan unos 100 colones de más en combustible por el atraso de 10 minutos y que el tiempo o costo de oportunidad del tiempo se valora al salario mínimo de ley, podemos hacer un aproximado del valor económico mensual de la Platina.
El millón doscientos mil autos con un pasajero promedio y con los supuestos anteriormente mencionados significa una pérdida económica mínima para la sociedad del equivalente a 480 millones de colones al mes. Este valor sería el mínimo costo económico del fenómeno de la platina del Virilla, otros tantos costos podrían ser imputados, pero para este caso es suficiente y parsimonioso dejarlo hasta acá. Entonces, si bien es cierto se ha dicho que en Costa Rica cuesta mucho tomar decisiones, con este ejemplo sencillo se valida el hecho contrario, cuesta mucho más el no tomarlas. Esperemos que mientras el concesionario privado que asumió este proyecto consigue los fondos para construir una verdadera autopista, algún gobierno de verdad asuma con firmeza la decisión de construir la infraestructura para seguir adelante.
Leiner Vargas Alfaro
Académico-Investigador
CINPE-UNA
lvargas@una.ac.cr