El alucinante mundo del perro V.I.P.
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Miércoles 26 junio, 2013
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El alucinante mundo del perro V.I.P.
Sesiones de yoga, acupuntura y la “caninoplastia” son parte de las actividades del mejor amigo del hombre}
En Nueva York los perros no escapan al “postureo”. Ropa carísima, alta gastronomía, hoteles selectos y hasta galas benéficas. Pero tanto lujo les ha contagiado algunas de las neuras de sus amos, por lo que también van al psicólogo, al spa, a acupuntura o, para mantener su estatus, al cirujano plástico.
“Creo que los perros reflejan el comportamiento de sus dueños, para bien y para mal. Que ellos humanicen a sus perros puede ir en detrimento de la salud mental del canino, pero no creo que haya nada malo en ofrecer lujos como ‘spas’ a las mascotas”, asegura Ceilidh McGrath, que pasea perros por la zona de Swifto, en Williamsburg, uno de los barrios más de moda de Brooklyn.
Swifto se hizo famosa al ofrecer a los dueños de mascotas una aplicación para móviles con GPS llamada “Live Poop Alert”, que avisaba a los dueños sobre dónde y cuándo sus perros hacían pis o caca. Un ejemplo mezcla del pragmatismo estadounidense y la sobreprotección que justifica el lema “dogs are new kids” (los perros son los nuevos niños).
“Es una evolución natural. Si los dueños están acostumbrados a un nivel de vida, darán lo mismo a sus perros”, dice McGrath, y en Nueva York fue célebre el caso de la millonaria perra Trouble, que heredó $12 millones de su dueña, la multimillonaria Leona Helsmley, pero nadie era capaz de asumir sus cuidados y su mal carácter, hasta que murió sola en 2011.
En la ciudad donde las citas y los sentimientos están programados y exponerse emocionalmente no es visto con buenos ojos en la carrera hacia el éxito, la relación entre el hombre y el perro parece la comunión perfecta.
Como decía Milán Kundera en “La insoportable levedad del ser”, “el amor entre una persona y un perro (…) es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor (…). Aceptó a Karenin tal como era, no pretendía transformarlo a su imagen y semejanza, estaba de antemano de acuerdo con su mundo canino”.
Nueva York / EFE