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El ABC de la nueva presidencia

| Martes 09 febrero, 2010


El ABC de la nueva presidencia

Escribo este artículo cuando todavía no se ha elegido la persona que conducirá desde la presidencia de la República los próximos cuatro años. Ciertamente suena bien eso de “conducirá” pero realmente… ¿Se podrá gobernar esta sociedad costarricense en el inicio de la segunda década del siglo XXI? Y en el supuesto de que fuera gobernable, ¿cuáles serían los ejes y la direccionalidad del proceso? ¿Cuáles las tareas impostergables? Y por último, ¿qué papel podría jugar la democracia como fundamento de la nueva gestión de gobierno 2010-2014?
No requerimos ser especialistas en temas de gobernabilidad o gobernanza para entender que los últimos presidentes de Costa Rica, don Abel Pacheco y don Oscar Arias, han manifestado en su gestión lo difícil que es gobernar este país. Incluso, el señor Arias hasta dijo que ya no creía que los problemas de la democracia se resolvían con más democracia; subrayando así los problemas que enfrentó para poder desarrollar su gestión, ante las trabas legislativas, legales e institucionales en general que según su criterio obstaculizaron sus aspiraciones o más bien sus expectativas de gobierno.
En general, estamos conscientes de que en este país cuando deja el bipartidismo y amplía el pluralismo partidario, queda embargado el viejo estilo de gobernar; y es precisamente ese cambio, el que dificulta —no necesariamente la gobernabilidad— sino más bien los viejos entendimientos políticos entre la clase política tradicional. Procesos muchos de ellos entre bambalinas que ciertamente facilitaban el fluido político gubernamental; pero no necesariamente una gestión democrática efectiva y representativa del conjunto social costarricense.
No es que creamos que con el pluripartidismo se logra una representatividad óptima. Más bien, una diversidad con mayores actores sociales e intereses que evidentemente en el juego político obligan a mayores esfuerzos ya que pueden chocar, enfrentarse y en alguna medida, obstaculizar el fluido anterior de gobernanza bipartidista, pero no necesariamente la gobernabilidad democrática, si se logran generar procesos de negociación e inclusión.
Es en esta nueva trama de realidades políticas en las cuales la persona que asuma la presidencia tendrá que gobernar y lo que es muy importante, quien sea, está advertido o advertida de que no se puede gestionar con las formas y contenidos del pasado. Tampoco tiene sentido aspirar a volver a lo que no tiene retorno: la gobernabilidad bipartidista.
Los ejes sobre los cuales debería construir su gestión se deberían ubicar en torno a un desarrollo económico vinculado al mundo globalizado; pero no desprendido de la dimensión local regional. Es decir, que la apertura de mercados internos, así como la orientación de la producción a la exportación, no pueden dejar de lado las necesidades locales y regionales, propias y específicas a sociedades con grandes heterogeneidades estructurales y con sociedades yuxtapuestas donde la exclusión social se ha convertido en una constante.
Por lo tanto, la tarea impostergable es la de reorientar el desarrollo para que este no solo sea crecimiento en la generación de riqueza, sino también homeostático en cuanto a la búsqueda de nuevos equilibrios que provoquen contra tendencias a la exclusión social y a la depredación del ambiente.

José Carlos Chinchilla
Sociólogo UNA





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