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El viajero frecuente en tiempos de pandemia

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 28 abril, 2021


Envalentado por estar vacunado regresé brevemente a mis hábitos previos a la pandemia y realicé cuatro vuelos entre tres países la semana pasada. Quisiera aquí comentar sobre lo que descubrí, tanto positivo como negativo.

Hay sustancialmente menos gente en los aeropuertos, las filas son menores, y en general todo el mundo (pasajeros, funcionarios de gobierno, agentes de las aerolíneas, tripulaciones y dependientes en tiendas, clubes y restaurantes) anda mascarilla, mantiene distancias y está usando el alcohol para limpiarse las manos. El ambiente es sobrio y eficiente.

Hay mucho más papeleo, comenzando con la prueba de Covid-19 que es necesario mostrar en ciertos aeropuertos, pero que también incluye formularios nuevos de gobierno. Todo país quiere conocer del pasajero entrando; especialmente en que asiento del avión estuvo sentado y, además, tener un punto de contacto inmediato si lo quisieran rastrear. Si el pasajero que estaba sentado en el asiento 6C aparece con COVID un par de días después del vuelo, las autoridades van a contactar todos los sentados en 6A, 6B, 6D, 6E y 6F y probablemente los que están en las filas 5 y 7 para advertirles que tienen que entrar en cuarentena o hacer la prueba de coronavirus otra vez. ¿Está ese sistema funcionando eficientemente?

Costa Rica tiene un formulario nuevo para todo el mundo y lo primero que piden al pasajero al llegar a la inspectora de migración en el aeropuerto es precisamente ese documento. Muchos los presentan en su teléfono.

Los hoteles se revelan sumamente afectados por la caída drástica en la demanda por sus servicios. Esto se nota sobre todo en los servicios de comida. En el mejor hotel de Tegucigalpa lo que ofrecían de comer en la noche que estuve hospedado era una sopa y una barra de ensaladas. En un hotel boutique en Panamá ofrecieron un menú de cuatro platillos – dos eran hamburguesa de res o hamburguesa de pollo. Ofrecían servilletas y vasos de papel en ambos establecimientos.

Y hablando del servicio de comida, la línea aérea fundamentalmente ofreció botellas de agua y algún tipo de papitas, platanitos, pretzeles, no importa en que clase – ejecutiva o cabina principal. Se entrega en la puerta del avión; la tripulación de cabina no hace absolutamente nada durante los vuelos excepto tertuliar entre sí.

Quizás el punto más importante para tener presente es que dentro de los aviones no se aguarda ningún tipo de distanciamiento. No hay asientos bloqueados para dar espacio a los pasajeros y como hay menos vuelos los aviones viajan llenos. No obstante todo el esfuerzo de distanciamiento en los terminales, ya a bordo de la nave todo es igual a como fue antes de la pandemia. Se entiende que si las líneas aéreas fueran obligadas a reducir la cantidad de pasajeros a la mitad que los pasajes tendrían que duplicarse como mínimo en cuanto a costos; un viaje ida y vuelta en clase económica a Miami por fuerza tendría que costar $1.200 y a Europa tendría en económica un costo de $2.500.

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