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El señor de los colmillos

| Jueves 02 abril, 2009




El señor de los colmillos

• Hay poco que salvar en la tercera parte de una confusa saga de acción, terror y fantasía

Inframundo: La rebelión de los Lycans
(Underworld: Rise of the Lycans)
Dirección: Patrick Tatopoulos. Reparto: Michael Sheen, Bill Nighy, Rhona Mitra, Steven Mackintosh. Duración: 1:32. Origen: Nueva Zelanda-EE.UU. 2009. Calificación: 3

La primera entrega de “Inframundo”, estrenada en 2003, es un pasatiempo apenas aceptable. La continuación de 2006, es netamente inferior: ni siquiera cumple con los requerimientos mínimos de una producción comercial sin pretensiones. La franquicia va de mal en peor con “Inframundo: La rebelión de los Lycans”. Hay poco que salvar en la tercera parte de esta confusa saga de acción, terror y fantasía. Es tan oscura y mal realizada, que muchas veces cuesta descifrar qué sucede en pantalla.
He aquí un ejemplo de lo que se acostumbra llamar “precuela”, es decir, una secuela ambientada en el pasado. Describe eventos que marcan el comienzo de una guerra milenaria entre dos peligrosas razas rivales: vampiros y Lycans (hombres-lobo). La película se ubica en la época medieval, y pretende reproducir la estética de “El señor de los anillos”, sobre todo en las colosales batallas nocturnas entre ogros y humanos. Sin embargo, cualquier comparación con la clásica trilogía de Peter Jackson, evidencia aún más la pobreza del presente filme.
La trama gira alrededor del amor prohibido entre el hombre-lobo Lucian y la vampira Sonja, hija del rey Viktor. Éste mantiene a Lucian y otros de su especie encerrados en los calabozos de su castillo, obligándoles a llevar un collar especial que les impide transformarse. Los eventos precipitan cuando Viktor descubre el romance clandestino y toma una drástica decisión al respecto.
Es básicamente una malograda variación de la tragedia “Romeo y Julieta”, con la inclusión de elementos sacados de “Espartaco” (1960) y otros títulos. Además de su aspecto derivativo, la cinta carece de agilidad al estar sobrecargada de diálogos risibles, explicaciones enredadas y discusiones tan pomposas como insustanciales. El material es pedestre y la presencia de dos actores de primera como Michael Sheen y el veterano Bill Nighy, no mejora el panorama.
Los choques brutales entre ejércitos de monstruos, con su sangriento corolario de mutilaciones y desmembramientos, no impactan como deberían. Le falta personalidad y pericia formal a Patrick Tatopoulos, exescenógrafo y coordinador de efectos especiales, recién promovido al rango de director.
Entre obvias intervenciones digitales, tomas demasiado cercanas y un montaje atropellado, la puesta en imágenes se torna caótica, drenando el cuento de toda emoción y energía espectacular.







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