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El pueblo resucitado

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 04 abril, 2018


Pizarrón

El pueblo resucitado

Indudablemente que el pueblo costarricense reaccionó frente a las amenazas que se habían levantado contra su tradición institucional, democrática, de valores cívicos y ciudadanos, de ejercicio de derechos individuales y colectivos, de los derechos humanos, que son banderas nacionales que nos distinguen como país en la comunidad internacional, y que prácticamente hoy cubren como manto tricolor muchas facetas del quehacer de los ciudadanos.

El pueblo sacó lo mejor de sus entrañas, dejó de lado sus efluvios bílicos, para responder con votos, y con creces en esos votos, a quienes intentaban empotrar en el país, desde la dirección del Ejecutivo Nacional, a actores que obviamente violentaban las tradiciones, las costumbres tan arraigadas, y que se burlaban de símbolos y tradiciones religiosas que impregnan en mucho el alma nacional, el ser costarricense. Frente a los líderes religiosos evangélicos, neopentecostales, que así actuaban, entre ellos el propio “guía espiritual” y “padre espiritual” del candidato Fabricio Alvarado, este, como candidato, en sus discursos y entrevistas, no se separó, ni siquiera por la forma, de sus ataques a los símbolos sagrados religiosos de los costarricenses, con lo cual implícitamente aceptaba los ataques y ofensas a estos símbolos e imágenes religiosas.

Este final de la segunda ronda electoral produjo un salto de la ciudadanía. No era permanecer de rodillas, implorando durante los días de la Semana Mayor, que hubiera un cambio. Para que se produjera el cambio en la dirección electoral, que marcaban las encuestas, no era con oraciones. Se daría y se dio como resultado de un acto de razonamiento íntimo, emocional, racional, convincente, de cada uno de los electores, de que había que ir a depositar la voluntad de cada uno, votando por el mejor gobierno posible para el país, por el mejor candidato posible, por el que garantizara la continuidad de la sociedad democrática que hasta ahora se ha construido y que se puede perfeccionar, que garantizara mayor igualdad real y efectiva de todos los costarricenses, especialmente en el ejercicio de sus libertades y derechos, y asegurar el fortalecimiento de las políticas en derechos humanos.

La Semana Santa literalmente no alteró el resultado electoral con mayor abstencionismo, ni con mayor desinterés el proceso electoral, aun cuando durante estos días, tanto por su religiosidad, como por la veda electoral existente, y por el desplazamiento de sus sitios de votación hacen quienes se van de veraneantes durante estos días. Responsablemente estos días se aprovecharon para mejorar esa reflexión seria, contundente que se expresó el Domingo de Resurrección.

El Domingo de Resurrección, junto a la imagen bíblica de la Resurrección, el pueblo costarricense resucitó de su sopor electoral, que esos días había vivido, o en el que estaba sumido, supo vivir de nuevo, supo glorificar con su resurrección electoral el sentido de la democracia, de la vida democrática, de la libertad, del ejercicio de derechos.

El Domingo de Resurrección si algo quedó enterrado fue la momia del abstencionismo del 42% promedio de las segundas rondas electorales de 2002 y de 2014. El acto de bajar el abstencionismo al 31% fue también un acto glorioso de los costarricenses, a quienes no les fue indiferente del todo quién podría llegar a ejercer la Presidencia de la República.

El acto de bajar el abstencionismo fue el de legitimar con mayor fuerza, y de darle la confianza ciudadana mayoritaria, al nuevo gobierno de la República, debido a que su votación final equivale al 41% de la votación de todo el padrón nacional electoral.

Para la inmensa mayoría de electores, los que habían quedado sin partido político para la segunda ronda electoral, no fue una decisión fácil, pudo haber sido traumática, como un parto complicado, pero se asumió la responsabilidad con gallardía ciudadana.

Los líderes de los principales partidos políticos que desde el momento mismo de inicio de la segunda ronda, se colocaron en el carruaje de la defensa de esta institucionalidad democrática, apoyando a Carlos Alvarado, y a su partido Acción Ciudadana, con generosidad, contra el sentimiento teocrático que animaba en la otra tienda, y contra las banderas fanáticas religiosas que allí se agitaban, lo hicieron como esos personajes heroicos de las grandes epopeyas, asumiendo toda la responsabilidad de su actuación. Del lado de Carlos Alvarado estaban a mi entender líderes de mayor peso político, de mayor reconocimiento público, lo cual también contribuyó a darle este aire de confianza a esta candidatura.

A estos elementos sumaron cuatro aspectos importantes, en la segunda ronda, todos igualmente importantes y decisivos.

Primero, el peso del cementazo había caído como escándalo contra el gobierno, que afectaba al Partido Acción Ciudadana, por las acciones de la Fiscalía General de la República. De hecho la intervención de la Fiscalía, con sus acciones punitivas trasladó del escenario político al escenario judicial el caso, y liberó de hecho la carga que pesaba sobre el Partido Acción Ciudadana en su versión electoral, no así en lo que competía al mismo partido como gobierno. Y, de ello, el apoyo que le dio públicamente Otto Guevara a Fabricio Alvarado, y de subirse a su carrusel, hizo que las manos limpias que Fabricio agitaba en su campaña, se empolvaran de cemento.

Segundo, importante fue el apoyo público que hizo Ottón Solís a Carlos Alvarado, en su candidatura, en su acompañamiento durante la campaña electoral. Ottón Solís era el manto protector sobre Carlos Alvarado en las críticas que se hacían sobre la corrupción en general. La lucha que Ottón ha mantenido en este campo, y por los principios éticos del Partido Acción Ciudadana y de ejercicio de gobierno eran una garantía, ante el imaginario colectivo, de que Carlos estaba comprometido en esos principios y en esa lucha. Sumado a lo anterior el tema de la corrupción del cementazo estaba superado en el imaginario final de los votantes, y estaba garantizada la lucha contra este tipo de desviaciones en el ejercicio del poder político.

Tercero, la participación de miles de jóvenes y de ciudadanos, que con enorme entusiasmo se organizaron, aglutinaron, se movilizaron, en las calles, en las redes, en todos los espacios que les fue posible ocupar, alrededor de ese movimiento que se llamó Coalición por Costa Rica. Esta es una experiencia que hay que retomarla para mayor análisis.

Cuarto, el apoyo de Rodolfo Piza fue determinante. Rodolfo Piza simbolizó en ese momento la fuerza política más importante, como colectivo que él representaba por los votantes que le dieron su apoyo, para que le siguieran en ese apoyo, con la misma confianza, por quien creía que en el momento histórico que se estaba viviendo, era la mejor alternativa y posibilidad para un mejor desenvolvimiento democrático nacional. El electorado principal, que recibió el Partido Unidad Social Cristiana, asumió con esa decisión de su candidato presidencial, un gran papel en la segunda ronda. Rodolfo Piza en el escenario de los personajes era como el gran portaviones de la flota que acudía a la votación del Domingo de Resurrección, acompañado de sus acorazados y otros grandes buques. En el escenario de enfrente no había un navío tan importante como este. Los que acompañaban a Fabricio de otras tiendas simulaban canoas, algunas de remo, con solo su remero, y pequeñas embarcaciones, de poca tripulación. Cuando algunos “capitanes” se montaron en estas embarcaciones no se sintieron ni como parte de la tripulación. Rodolfo Piza con su actuación se levantó como gran estadista y gran visionario, quizá como el principal líder fuera de gobierno que queda a partir del 8 de mayo. Refortaleció al Partido Unidad Social Cristiana, junto con el apoyo que también, en este sentido, dio Rafael Ortiz a la candidatura de Carlos Alvarado.

El día de la votación fue ilustrativo. A las 6 de la tarde en los cuarteles donde se esperaban los resultados oficiales del Tribunal Supremo de Elecciones, en el de Restauración Nacional, ninguno de esos marineros, que le habían ofrecido apoyo, y algunos que esperaban participar de su eventual gobierno, estaba presente. Ya habían saltado del barco de Fabricio. No llegaron a puerto acompañando al candidato en su final. En el otro puerto, estaban todos los que se habían ido subiendo durante esos días de febrero y de marzo, y de los últimos días prevotación, con sus principales dirigentes de todos los partidos, dando y provocando esa sensación de que estaba a las puertas de un posible Gobierno de Unidad Nacional, como se habían venido proclamando desde la campaña antes de febrero por Rodolfo Piza, y durante la segunda ronda, por Carlos Alvarado, con mayor intensidad.

La discusión de los temas económicos, alrededor de los cuales se organizaron apoyos alrededor de los dos candidatos finalistas fue importante, porque allí también brillaron ilustres costarricenses, apoyando a uno u otro candidato, pero el asunto electoral gravitaba más que por una definición económica, por una definición más integral del desarrollo nacional, donde se comprendieran esas preocupaciones por el desarrollo y el crecimiento económico, pero que no estuvieran separadas de los derechos y libertades, de los derechos humanos, del desarrollo de la democracia.

Los próximo días serán determinantes en las primeras señales que envíe el próximo presidente de la República, en torno a como vaya definiendo su gabinete. Hasta hoy ha sido claro que lo hará con esa visión de Unidad Nacional.

Carlos Alvarado no es un improvisado en el Poder Ejecutivo. Ha estado allí, lo conoce, sabe de sus limitaciones y potencialidades. Pero, va a estar allí, ojalá así sea, con un apoyo nacional, por lo que llegará más seguro para potenciar lo que se puede hacer que para someterse a las limitaciones de lo que un gobierno solo, y pequeño parlamentariamente, puede hacer.

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