El obispo de los pobres
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 22 agosto, 2008

Arturo Jofré

Paraguay ha sido siempre un país enigmático. Es un país que se ha caracterizado por ser víctima de dictadores y dos guerras horribles, por no haber tenido estadistas que miraran más allá de sus estrechos límites y por haberse aislado del mundo.
¿Por qué Paraguay es un país solitario? Esto se remonta a la colonia, cuando los jesuitas —especialmente poderosos e influyentes en este “pequeño” territorio— lo mantuvieron tres siglos aislado. Después el hombre que dirigió la emancipación de España, el doctor Gaspar Rodríguez Francia, cerró las puertas de su patria a todo lo extranjero, haciendo oficial el aislamiento del Paraguay. Don Gaspar se hizo nombrar “Supremo Dictador Perpetuo de Paraguay”, solo la muerte acabó casi cuatro décadas de su cruel tiranía… pero lo siguió otro dictador por dos décadas más y cuando murió siguió el hijo de este y así sigue.
En los tiempos modernos nos encontramos con Stroessner, otro diabólico dictador que volvió a hacer del Paraguay una gran cárcel aislada del mundo. Stroessner llegó por un golpe militar y allí se mantuvo por 35 años, hasta que en 1989 lo derrocó otro golpe militar dirigido por un miembro de su propio clan familiar.
En la famosa guerra contra sus países vecinos, Paraguay perdió las dos terceras partes de todos los hombres adultos, dejando en las poblaciones a mujeres y niños abandonados. Después vino el conflicto del Chaco con Bolivia, en que por años se sufrieron los efectos de la guerra.
Dictaduras aislacionistas y sin visión de progreso, dejaron por siglos a una población sin esperanza. La democracia que se fue perfilando posterior a Stroessner no logró cumplir ni remotamente con las expectativas de su gente, por el contrario, el desastre siguió su curso y llevó al país a la cima de los más corruptos del mundo.
En un país con el 40% de pobreza no es extraño que emergiera el obispo de los pobres. ¡Qué gran desafío! Este hombre que recibe el poder con las mismas sandalias con que recorrió por tantos años los barrios más pobres de la tierra guaraní, tendrá que empezar a apagar la sed acumulada por generaciones. Tiene toda una historia que cambiar.
La esperanza, esa traidora, decía una analista paraguaya, está esperando. Muchos en América Latina han soñado de verdad con una sociedad más justa y próspera, pero a la mayoría la realidad los ha sobrepasado. El pueblo paraguayo ha vuelto a soñar, ahora viene lo más difícil. Pero cuando las cosas andan tan mal, también emergen grandes oportunidades, así sea.
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