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El liberalismo. La clase política y la excelencia

Emilio Bruce ebjreproduccion@gmail.com | Viernes 20 enero, 2017


¡Neoliberal! Defender la libertad, lo que es legítimamente propio, lo que se piensa y la libertad de decirlo, de ser sujeto de justicia y no de linchamiento, no es algo que avergüence. Luchar por la defensa de todos estos valores es enaltecedor, nunca descalificatorio. Luchar contra el despotismo tampoco

Sinceramente

El liberalismo. La clase política y la excelencia

El liberalismo tuvo la propuesta de construir una democracia popular representativa. De esa manera los ciudadanos se organizaron en partidos políticos y estos escogieron a sus líderes para que los encabezaran. Así los dirigentes fueron propuestos para presidentes, alcaldes, jueces, diputados y senadores. Los mejores ciudadanos fueron escogidos, electos y reelectos los valiosos. La democracia representativa llevó al poder, en nombre de partidos que agrupaban ideas, preferencias y soluciones diversas, a los ciudadanos. Hubo democracia parlamentaria, pero también la democracia representativa tuvo un modelo presidencialista.
La democracia expuso los mejores hombres y mujeres, los valores del país por su conocimiento y preparación, por su talento y experiencia. Este sistema comenzó a dirigir las naciones democráticas al desarrollo. El continente americano fue el principal campo de experimento democrático y su éxito no tuvo parangón. Sin perjuicio de ello, comenzaron a aflorar problemas en la clase política. Pero los problemas de la libertad los sana la propia libertad junto a la alternabilidad de los titulares del poder. La remoción eleccionaria de gobiernos, partidos y grupos se fue logrando. La selección continua y libre fue la solución. Los mejores se quedaron y los comprobadamente malos y peores se fueron.
La democracia representativa requiere una dirigencia con legitimidad personal y también requiere estructuras partidarias. La buena administración requiere que se descarte a los malos e inconvenientes y se reelija a los buenos aprovechando sus virtudes y la experiencia adquirida. Los enemigos de la democracia representativa buscan desacreditar la reelección evitando los procesos de selección y la racionalidad de conservar a los buenos y descartar a los malos. Se mejora seleccionando y escogiendo a los mejores.
Los enemigos de la democracia representativa que desean que esta fracase buscan deslegitimar a los líderes de los partidos que son su sustento así como a los partidos políticos mismos. Sin legitimidad ni confianza en los líderes o sin partidos políticos, sus adversarios podrán acabar con la democracia representativa de golpe e ir a sistemas despóticos, autoritarios o populistas.
El sentido común frente a las acusaciones generalizadoras de crímenes, delitos y corrupción terminaron por desplomarse al ser los representantes electos representativos de sus comunidades y conocidos por ellas. La democracia representativa surgió luego de cada crisis con más fuerza y estabilidad.
Ayer como hoy no puede la humanidad pretender que el sistema sea exitoso si se lleva a puestos de poder y de decisión a sinvergüenzas, incapaces, habladores, personas que parecen ser pero que no lo son ni lo serán, que no son más que usurpadoras de la confianza pública.
El liberalismo luchó y logró la organización política democrática, la economía de mercado, el Estado de derecho, la organización moderna para evolucionar las sociedades y el régimen de partidos, la separación de la Iglesia del Estado, y todo ello sepultó al despotismo.
El totalitarismo siempre está a la espera de encontrar rendijas para volver al poder con otro nombre de coyuntura, otra bandera, otros colores, otros líderes, otros planteamientos pero que en el fondo son lo mismo y pretenden supeditar al ser humano a su autoridad y ser ellos quienes fijen las prioridades, determinen cuáles son necesidades legítimas y cuáles son las satisfacciones para estas. Todo esto nos conduce de nuevo en principio a la restauración de reyes sin corona, a déspotas populistas, a déspotas que con ropaje de ser del pueblo usufructúan al mismo para su beneficio, a comandantes totalitarios.
Emilio R. Bruce
Profesor
ebruce@larepublica.net

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