El futuro del matrimonio
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 05 marzo, 2008
En 2007 un 34% de los hogares nuevos formados en Costa Rica se estableció a través de cualquier tipo de matrimonio —religioso o civil. Esta noticia provocó poco comentario en los medios de comunicación, quizás porque ya es algo que todo el mundo sabe. Pero refleja un cambio profundo en la forma en que se está estructurando la sociedad en el siglo XXI, y tiene implicaciones importantes económicas, psicológicas, y religiosas para el futuro de la cultura costarricense.
Argumentar que este fenómeno es un fracaso más de la Iglesia católica, que cada año pierde más influencia moral en la sociedad, es caer en un simplismo. Si bien es cierto que esta institución cada vez impone más condiciones, incluyendo cursos extensos impartidos por laicos a los que se quieren casar en una Iglesia, la verdad es que la alternativa de un matrimonio civil o uno llevado a cabo por otra religión, siempre está presente.
La historia costarricense previa al siglo XX revela que la mayoría de los habitantes no se casaban tampoco. Un casamiento era algo generalmente reservado a los poseedores de tierras y otras propiedades que necesitaban garantizar a sus herederos que no cayeran estas en manos ajenas. El “sacramento” del matrimonio más era una institución de índole económica con connotaciones religiosas que lo que se popularizó en el siglo pasado, donde dos jóvenes se encontraban, se enamoraban, y se casaban para formar un hogar donde criar a sus hijos.
Aun así, en el siglo XX, el matrimonio fue algo principalmente reservado para la clase media o media alta, mientras que las personas con pocos recursos sencillamente se “juntaban,” cuando aparecía un lazo sentimental y quizás hijos.
Lo que hay que preguntar, frente a la situación descrita, donde dos terceras partes de los que forman un hogar no se casan, es si está ocurriendo el fenómeno a raíz de una merma en el tamaño de la clase media o porque ahora los costarricenses son menos religiosos. Si bien es cierto que cada año hay menos católicos en el país, los datos revelan que la gran mayoría sí expresa una fe religiosa; entonces es más probable que en parte no se casan las parejas por la incertidumbre económica que viven.
Habría que ver si los que viven unidos sin matrimonio tienen menos hijos (practican con más rigurosidad la planificación familiar) que los que se casan, que sería síntoma del fenómeno.
Desde la perspectiva estrictamente mercadeológica, se podría postular la idea de que los hogares que se forman sin beneficio de un matrimonio probablemente poseen menos bienes inmuebles o productos que requieren fuerte inversión, como es un automóvil, un televisor de plasma, u otro similar. Las leyes prevalecientes conceden los mismos derechos a los que viven en unión libre que a los casados, pero no es injusto sospechar que la unidad familiar que se forma sin un matrimonio, por su propia definición es menos estable. Si se disuelve la unión libre, ¿quién hará los pagos a plazo de la televisión?
No conozco estudios hechos comparando la situación psicológica de los hijos de una unión libre con los de un matrimonio, pero me gustaría conocer alguno si existe.
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