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El éxito de los exitosos

| Sábado 26 abril, 2008




Factor Humano
El éxito de los exitosos

German Retana
German.retana@incae.edu

Hay una gran diferencia entre tener éxitos en la vida y hacer de ella un éxito. Coleccionar trofeos es meritorio, pero más lo es poseer la confianza de que siempre llevaremos nuestro talento a su total expresión, al margen de si ello implica recibir o no la medalla. El máximo premio es una conciencia tranquila.
Si el despliegue de la capacidad de un equipo deportivo depende del nivel de su adversario, significa que a sus miembros todavía les falta madurar un poco más para hacer de sus vidas un éxito; aún acomodan el esfuerzo a las circunstancias, se miden de acuerdo a ellas, no comprenden que el rival más importante son ellos mismos y que el verdadero éxito se alcanza al vencer sus propias debilidades y superar sus resultados previos. ¿Qué mérito tiene ser grande entre pequeños si se es pequeño entre los grandes?.
Los genuinamente exitosos no buscan triunfar para recibir la aprobación externa. El escritor Oliver Goldsmith decía que “quien sólo busca el aplauso de los demás, pone su felicidad en manos ajenas”. La adicción al elogio es propia de quienes procuran éxitos sin poseer un concepto claro de qué significa ser exitoso. De allí la inconstancia, el desempeño errático, la mentalidad cambiante y la incertidumbre sobre su potencial.
¿Cómo se distingue al que apenas procura coleccionar éxitos del que es exitoso?. El primero da, el segundo se da. Dar es pertenecer a un equipo aportando trabajo, cumpliendo instrucciones, satisfaciendo los requerimientos del jefe y procurando buenas relaciones con sus compañeros. La contribución está clara y el incentivo recibido es equivalente y justo. Pero darse es muy diferente; quien lo hace se entrega por y al equipo, no mira horarios ni reclama premios, siempre se exige el máximo esfuerzo, sin considerar entorno ni condiciones; simplemente se da con tanta fuerza que no mira el tamaño del rival que está enfrente, pues sólo busca ganarse a sí mismo.
El que se da, sabe que su talento no es suficiente, sino que este es gobernado por su mente; por eso la nutre, disciplina y dirige hacia la plenitud del éxito en su vida familiar, profesional, laboral, espiritual, emocional, económica, etc. En el fútbol, por ejemplo, el que se da exhibe un alto rendimiento tanto en su equipo como en una selección nacional; su fuerza interior es tan sólida que crecer en desempeño es su regla de oro para procurar la gloria. El que se da, tiene una visión completa de sí mismo y, por eso, al darse, aporta mucho más que quienes apenas ofrecen un talento y no todo su ser por una causa común.
Convertir la vida en un éxito no tiene que ver con medallas en un área de ella a costa de las otras, sino con una íntima satisfacción de ser quien se desea ser, integralmente.
Y usted: ¿Da o se da a su equipo?






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