El estadio de la discordia
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 10 octubre, 2008
Arturo Jofré
El caso del estadio nos muestra una realidad sin sentido. Hemos llegado a niveles que sobrepasan todos los límites: poner en peligro la posibilidad de contar con un monumento al deporte. Este no es un hecho que toca al fútbol, nos toca a todos, deportistas o no deportistas. No es un caso aislado, es la gota que rebasa el vaso, es el mejor retrato de una realidad que refleja lo que cuesta construir. Si el proyecto se cae vamos a matar la esperanza de cientos de miles de personas que hacen del fútbol una sana diversión.
Estamos en medio de una crisis financiera internacional cuyas consecuencias aún son difíciles de pronosticar. Desde antes de esta crisis ya a Costa Rica se le hacía prácticamente imposible conseguir préstamos favorables y mucho menos donaciones. Ningún gobierno va a poner como prioridad la construcción de un estadio, porque habría justa oposición. Pues bien, ahora recibimos un regalo de $73 millones para construir un estadio de primera categoría, se va a ubicar en un área menor a la que tenía el estadio nacional, y de pronto todo se empieza a derrumbar. ¿Qué sentido tiene esto?
Hay gente que opina que nuestro fútbol no merece un estadio tan moderno. Yo no voy al estadio, cuando hay buenos contrincantes o se trata de partidos clasificatorios para un Mundial, los veo por TV, pero nada de eso es importante. Tenemos que entender que pocas cosas mueven con tanta facilidad a un pueblo como el fútbol, es el deporte que permite disfrutar y sufrir, que hace soñar, que hace que un país aparezca en el escenario internacional y millones de personas lo conozcan en los lugares más apartados del mundo. El fútbol es más que un deporte, es la expresión de miles o millones de personas que encuentran en él una forma de discutir, de elaborar estrategias, de cortar cabezas, pero sobre todo de desahogarse de una realidad que los agobia. No tenemos derecho a quitarle a tanta gente la alegría de un monumento que ya le pertenece.
Cuando leí que la Sala IV había ordenado detener las obras de construcción del estadio, recordé un hecho anecdótico que en su tiempo se transformó en una lucha “sin cuartel” entre el Ministro de Cultura de entonces y un diputado limonense. Ambos luchaban por la propiedad de una de las carabelas de Colón, que había sido regalada al país cuando concluyó la filmación que relataba los viajes del Almirante. El Ministro quería ubicarla en el lago de La Sabana, el diputado quería dejarla en las aguas del Caribe como atractivo turístico. En medio de la polémica un periodista fue a fotografiar la nave y se llevó una gran sorpresa: estaba totalmente desmantelada, es decir, no había nave.
Cuidado este juego se nos transforma en otra nave. Hay momentos en la vida para cada cosa. La discusión sobre dónde construir el estadio pudo tener su momento, pero ya la oportunidad ha pasado. Qué penoso precedente sería que una interpretación legal hiciera que todo vuelva a cero.
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