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¡El día más memorable de la Patria!

Vladimir de la Cruz vladimirdelacruz@hotmail.com | Miércoles 02 mayo, 2018


Pizarrón

¡El día más memorable de la Patria!

La fecha del 1 de mayo, que se celebra en Costa Rica, como día feriado, un día como el de ayer, corresponde en ese sentido, a lo dispuesto por el Presidente Juan Rafael Mora Porras, quien con motivo de la derrota de William Walker, y su rendición el 1 de mayo de 1857, estableció que debía celebrarse a perpetuidad ese acontecimiento.

Así, desde 1858 el 1 de mayo, como día de Efeméride Nacional, sobre todas las cosas exalta y recuerda la derrota y la rendición del jefe filibustero norteamericano, y su retiro del escenario de la guerra en Nicaragua.

El Congreso de la República aprobó diversas medidas para conmemorar la victoria contra los filibusteros. Por el Decreto No. 18 del 26 de octubre de 1857 se estableció como feriado nacional el 1 de mayo y se recogió con ello la exclamación del Presidente Juan Rafael Mora Porras de que “¡El 1 de mayo será, de hoy en más, el día más memorable de la Patria!”

Derrotado y rendido ese 1 de mayo de 1857, no se le pudo juzgar ante autoridades centroamericanas, ni ajusticiar, de acuerdo a los procedimientos penales de la época, porque recibió protección, en ese momento, del Comandante Charles Henry Davis, de un buque norteamericano, quien gestionó su rendición, considerando que militarmente no estaba en capacidad de seguir combatiendo.

El 30 de abril el General Joaquín Mora Porras, el Comandante Davis y los subalternos de Walker, Henningsen y Waters, sostuvieron conversaciones y cambiaron cartas, mientras Davis y los delegados de Walker firmaban el convenio de rendición, en el cual no aparecen firmas de representantes de los gobiernos centroamericanos, capitulación que realiza Walker el 1 de mayo en la ciudad de Rivas. A las cuatro de la tarde fue llevado de Rivas a San Juan del Sur para embarcarlo. El 2 de mayo el resto de la tropa filibustera fue movilizada a La Virgen para repatriarlos hacia Estados Unidos.

Los siguientes tres años Walker siguió conspirando, soñando con retornar, organizando su regreso. A finales de 1859 Walker escribía sus Memorias, que se publicaron con el nombre de “La guerra de Nicaragua” en marzo de 1860.

Entre marzo y junio de 1860 había preparado otra expedición y otro grupo de filibusteros dispuesto a acompañarlo, en su objetivo de invadir nuevamente Nicaragua. El 7 de julio el Cónsul inglés en Comayagua había advertido al gobierno de Honduras de la presencia filibustera, después de una serie de incidentes ocurridos en la costa hondureña, la beliceña y parte de la de México. Por su parte el Presidente Guardiola, de Honduras, coordinó con el Gobernador Darling, de Jamaica, para ejercer control de las islas hasta hacer desaparecer el peligro filibustero en la región. A principios de agosto Walker aceptaba que Inglaterra ejercía el dominio en esa región, por lo que decide invadir Honduras.

El 6 de agosto de 1860 Walker desembarca cerca del puerto de Trujillo, en Honduras, y marcha con su tropa con el objetivo de tomar el Fuerte de Trujillo, dominándolo después de un breve combate.

El 7 de agosto Walker pronuncia una Proclama a los hondureños manifestando su intención de eliminar al Presidente Guardiola, y continuar hacia Nicaragua, la que consideraba “su patria adoptiva”.

Para sacar del poder al Presidente Guardiola no encontró aliados locales hondureños. Hizo publicar en Estados Unidos su ingreso a Honduras con la intención de provocar que se le sumaran filibusteros y mercenarios, provocando noticias falsas de su triunfal establecimiento en Honduras, en alianza con el expresidente General José Trinidad Cabañas. El 16 de agosto el mismo Walker desmintió esta alianza.

El 21 de agosto Walker había sido advertido de que debía entregarse ante la autoridad inglesa Norwell Salmon. Walker reconoce a este oficial inglés ante quien se dispone a entregar sus armas solicitándole a la vez su intención de permanecer viviendo en Centroamérica. El Capitán Salmon le niega este derecho de vivir en Centroamérica, por lo que Walker abandona la fortaleza, sin entregarse.

El 24 de agosto un grupo de hondureños le ataca, siendo herido el propio William Walker, que se había defendido dividiendo su tropa en dos compañías. El 27 de agosto Walker continuaba desplazándose, perseguido, mientras más destacamentos militares se movilizaban para enfrentarlo. El 3 de setiembre fue rodeado por el Capitán Salmon en el sitio donde se encontraba, cerca de la bocana del río Tinto. La tropa de Walker estaba en situación difícil, estaban heridos, enfermos, débiles, agotados y cansados.

El 4 de setiembre tenían prácticamente a los filibusteros capturados. El 5 de setiembre el Capitán Norwell Salmon firma el documento por el cual le entrega los filibusteros al General hondureño Mariano Álvarez. Walker protestó de que fuera entregado, por el capitán inglés, a una autoridad hondureña. El oficial superior de Salmon en nota al almirantazgo Británico manifestó que la acción de Salmon había permitido “desbaratar el nido de víboras” y había “eliminado calamidades que hubieran ocurrido de haber permitido que Walker y sus secuaces continuaran”.

El 6 de setiembre Walker fue desembarcado en el puerto de Trujillo, donde le llevaron a prisión y le encadenaron. En la cárcel solicitó un sacerdote católico. El comandante de Trujillo, Norberto Martínez, procedió a iniciar el juicio sumario con la mayor rapidez que le fue posible. Durante los siguientes días de proceso judicial fue acusado de haber cometido el delito de “piratería o filibusterismo”, cargo de piratería que Walker rechazó, y respecto al de filibusterismo dijo que no era una figura jurídica tipificada para ser castigada.

El 11 de setiembre William Walker fue condenado “a ser pasado por las armas”. A las 7 de la noche le fue notificada su sentencia de muerte, manifestando que no le parecía justa. Durante la noche del 11 de setiembre redactó varias cartas y a las ocho de la mañana del 12 de setiembre de 1860 fue conducido a la Plaza de Armas del Puerto de Trujillo, en Honduras, donde se procedió a su fusilamiento, con un pelotón de diez soldados, y con un tiro de gracia.

Así acabó con sus días William Walker, advirtiendo que lo que no habían podido hacer sus fusiles, lo harían los dólares…

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