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EDITORIAL


Ejercicio de liderazgo

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 12 julio, 2008


Editorial


En noviembre de 2007 Colombia y Venezuela, dos países limítrofes y hermanos, empezaron a sufrir un distanciamiento en sus relaciones bilaterales.

Curiosamente el principal punto de discrepancia fue por terceros, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Hugo Chávez, presidente de Venezuela, había asumido un rol de mediador con las FARC a fin de propiciar un intercambio humanitario que desencadenara en la liberación de rehenes en manos de los rebeldes.

Tras una única liberación de seis personas y una serie de infructuosos intentos, Alvaro Uribe decidió retirarle la confianza a Chávez para las tareas antes mencionadas.

Las diferencias fueron aumentando y en marzo, cuando las tropas colombianas aerotransportadas atacaron un campamento clandestino de las FARC en territorio ecuatoriano y murieron 26 personas, entre ellas “Raúl Reyes”, segundo jefe de dicha organización, las molestias pasaron de las palabras a los hechos.

Chávez ordenó entonces la retirada del embajador en Bogotá y la movilización de tropas a la frontera, aunque concretado en unas obsoletas piezas y algunos batallones que fueron alistados a la carrera.

Más que esa innecesaria amenaza lo que perjudicó a ambos países y en consecuencia a sus habitantes fue una relativa paralización del comercio bilateral que afectó a importantes exportaciones colombianas a Venezuela.

Las advertencias continuaron y mientras que el gobernante venezolano aseguraba que acudiría a otros mercados en sustitución de las compras que le hacían a Colombia, Bogotá valoraba la opción de llevar a Chávez a una corte penal internacional bajo la premisa de que era “un colaborador de las FARC”.

Este viernes los orgullos y las amenazas dieron paso a la madurez y después de una reunión privada de más de tres horas, Chávez y Uribe decretaron el inicio de una nueva etapa en las relaciones bilaterales tras dar por superada la crisis diplomática.

Decisión que hoy celebramos y coincidimos con los propios mandatarios de calificarla como un verdadero “ejercicio de liderazgo”, que al final de cuentas beneficiará a sus pueblos y a ellos mismos.

Más que discrepar y enfrascarse en las diferencias, gobernar es aprovechar las coincidencias, buscar los temas de interés común para sacar adelante a una población, un país, una frontera, una región.

Esa es la tarea que tienen ahora pendiente los gobiernos de ambos países.







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