Djokovic y Federer paralizaron, desde Wimbledon, el planeta
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 15 julio, 2019
Paralizaron el planeta.
¡Dos titanes!
Un par de tenistas extraordinarios.
Semejantes a dos ajedrecistas solos frente al tablero, sin asistentes, sin entrenadores, sin largos descansos, sin variantes, concentrados cada uno en lo suyo y empujados por los rezos y el alma de sus familiares dispersos en los graderíos, Novak Djokovic y Roger Federer honraron La Catedral del tenis y le ofrecieron al mundo una final épica, memorable, dramática e inolvidable.
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Por dicha que el reglamento ordena que en el quinto set no se juega muerte súbita, hasta un eventual empate 12-12, que fue lo que sucedió.
De lo contrario, este par de colosos del deporte blanco (y en Wimbledon se honra ese uniforme) todavía estarían jugando.
¡Partidazo!
Histórico, porque se convirtió con sus 4 horas y 57 minutos de acción en la final más larga de caballeros en Wimbledon, partido tenso, de alto voltaje, repleto de adrenalina, de comerse las uñas y apretarse los dientes, como lo hacía Mirka, la esposa de Roger, quien no paraba de orar, devota y aferrada a una imagen religiosa en su collar, la madre de “Nole”.
Tres “muertes súbitas”, todas ganadas por el hoy mejor tenista del mundo, el serbio Djokovic, y dos sets relativamente cómodos que fueron para “Su Majestad”, el “reloj suizo”, quizá el atleta más carismático del planeta y puede que al final de su carrera, el mejor tenista del mundo.
7-6 (5), 1-6, 7-6 (4), 4-6, 13-12 (3), en favor de Novak, quien salvó dos puntos de partido en el quinto set, y pudo conducirlo después de un dramático 6-6, hasta el “tie-break”, cuando el par de colosos prácticamente se jugaron otro set extra, hasta el 12-12.
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No hubo espacio para la fuga, con excepción del segundo set, fácil para don Roger.
Con una concentración electrizante, este par de “monstruos” del tenis exhibieron y explotaron sus virtudes individuales, con toda la gama de golpes que el tenis elegante ofrece.
Las “bajadas” del suizo en la net fueron una delicia, igual que los golpes paralelos y el revés a una mano del serbio.
Esta final debió quedar empatada, y así lo hizo saber Djokovic cuando recibió su Copa, pero en el tenis no hay empate y alguno tiene que perder.
“Sos un gigante y en ti me inspiro”, dijo “Nole” a Roger, un tenista inmortal, trascendental, completo, que el próximo mes cumple 38 años, y juega casi cinco horas sin sudarse y como un niño.
Gracias a la vida que nos permitió ver este duelo titánico completo.
gpandolfo@larepublica.net
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