Discernir para disentir
| Martes 29 septiembre, 2009
Discernir para disentir
Una vez más: la calidad de desempeño de una organización la determina la calidad de diálogo que exista entre sus miembros y entre ellos y otros actores externos que le influyen. Cuanto más elevados son los principios éticos de las personas de ese sistema, mayor será el nivel de sus decisiones, relaciones y modos de disentir.
Los valores de cada actor determinan sus conductas y su prudencia al juzgar el comportamiento de los demás. La madurez y la claridad mental facultan el buen discernimiento, el saber evaluar situaciones a fondo, verificando información antes de emitir criterios o tomar decisiones.
Saber discernir evita caer en proyecciones, es decir, en adjudicar a otras personas ciertos calificativos que poseemos sobre nosotros mismos, sin reconocerlo y, por lo tanto, se los endosamos a otros. Una mente positiva mira primero hacia dentro y es vigilante estricta de sus pensamientos y palabras que, normalmente, están dirigidas a construir, innovar y crecer.
La capacidad de discernir aumenta la lucidez que conduce a actitudes positivas, mientras que la confusión conduce a la negatividad. Incluso, permite ser justos y pacientes para considerar distintos puntos de vista. El buen discernimiento protege contra la ofuscación mental o emocional, que solo agrava situaciones porque se actúa sin objetividad ni serenidad. Quienes se aferran a su negatividad jamás se desprenderán de su actitud sesgada que deforma la realidad, de modo que no hace sentido intentar persuadirles mientras exhiban esa intransigencia.
Los equipos sujetos a influencias negativas externas, también deben crecer en su discernimiento, para no obsesionarse en demostrar a esos actores la invalidez de sus juicios, pues terminarán distrayendo su energía de lo esencial: sus metas. Para verdades el tiempo, dice el refrán.
Saber discernir permite disentir con altura, con argumentos sustentados en hechos comprobados y con divergencias inteligentes y proactivas. Esta integridad eleva la capacidad de análisis, de comprensión del prójimo, de rectificación en lo necesario y solo conduce al mejoramiento. Según O. Chambers, “la verdad espiritual es sólo discernible por un corazón puro, no por un intelecto agudo”. Disentir así, energiza la búsqueda de soluciones, no de culpables, dignificando a quienes eligen este sano camino.
La disciplina de elevar la calidad del discernimiento, tiene una valiosa recompensa: el respeto de quienes también poseen tan sana costumbre.
Siempre existirá el riesgo de que algunos actores desaten sus agendas o deseos personales sin pensar qué es lo mejor para el equipo y para ellos mismos. Por eso Confucio afirmó: “Es tarea de la mente el discernir entre necesidades y deseos, y quien pueda hacerlo será verdaderamente sabio.”
German Retana
german.retana@incae.edu
Una vez más: la calidad de desempeño de una organización la determina la calidad de diálogo que exista entre sus miembros y entre ellos y otros actores externos que le influyen. Cuanto más elevados son los principios éticos de las personas de ese sistema, mayor será el nivel de sus decisiones, relaciones y modos de disentir.
Los valores de cada actor determinan sus conductas y su prudencia al juzgar el comportamiento de los demás. La madurez y la claridad mental facultan el buen discernimiento, el saber evaluar situaciones a fondo, verificando información antes de emitir criterios o tomar decisiones.
Saber discernir evita caer en proyecciones, es decir, en adjudicar a otras personas ciertos calificativos que poseemos sobre nosotros mismos, sin reconocerlo y, por lo tanto, se los endosamos a otros. Una mente positiva mira primero hacia dentro y es vigilante estricta de sus pensamientos y palabras que, normalmente, están dirigidas a construir, innovar y crecer.
La capacidad de discernir aumenta la lucidez que conduce a actitudes positivas, mientras que la confusión conduce a la negatividad. Incluso, permite ser justos y pacientes para considerar distintos puntos de vista. El buen discernimiento protege contra la ofuscación mental o emocional, que solo agrava situaciones porque se actúa sin objetividad ni serenidad. Quienes se aferran a su negatividad jamás se desprenderán de su actitud sesgada que deforma la realidad, de modo que no hace sentido intentar persuadirles mientras exhiban esa intransigencia.
Los equipos sujetos a influencias negativas externas, también deben crecer en su discernimiento, para no obsesionarse en demostrar a esos actores la invalidez de sus juicios, pues terminarán distrayendo su energía de lo esencial: sus metas. Para verdades el tiempo, dice el refrán.
Saber discernir permite disentir con altura, con argumentos sustentados en hechos comprobados y con divergencias inteligentes y proactivas. Esta integridad eleva la capacidad de análisis, de comprensión del prójimo, de rectificación en lo necesario y solo conduce al mejoramiento. Según O. Chambers, “la verdad espiritual es sólo discernible por un corazón puro, no por un intelecto agudo”. Disentir así, energiza la búsqueda de soluciones, no de culpables, dignificando a quienes eligen este sano camino.
La disciplina de elevar la calidad del discernimiento, tiene una valiosa recompensa: el respeto de quienes también poseen tan sana costumbre.
Siempre existirá el riesgo de que algunos actores desaten sus agendas o deseos personales sin pensar qué es lo mejor para el equipo y para ellos mismos. Por eso Confucio afirmó: “Es tarea de la mente el discernir entre necesidades y deseos, y quien pueda hacerlo será verdaderamente sabio.”
German Retana
german.retana@incae.edu