Discernimiento: La competencia olvidada que puede decidir destinos
Álvaro Rojas alvaro.rojas@costaricacc.com | Lunes 05 mayo, 2025

El liderazgo no comienza en el escenario ni en los despachos de poder; comienza en los rincones silenciosos de la vida personal, donde las decisiones no son aplaudidas, pero sí determinan el destino. En una época donde la ocupación se ha convertido en una insignia de honor y la velocidad es confundida con dirección, el discernimiento emerge como la habilidad silenciosa pero suprema que sostiene —o sabotea— todo lo que un líder aspira a construir porque la velocidad sin discernimiento hoy en día puede convertirse en un extravío acelerado.
Discernir es leer la atmósfera de cada momento, interpretar las señales invisibles del alma, de las relaciones, del entorno y hasta de uno mismo. No se trata simplemente de elegir entre el bien y el mal, sino de comprender qué bien es correcto para este tiempo, y cuál sería una traición silenciosa a un propósito mayor. Un líder que no discierne vive atrapado en un ciclo interminable de reactividad, alcanzando éxitos externos mientras acumula fracasos internos que, tarde o temprano, derrumbarán su estructura de influencia.
Los estudios más recientes subrayan esta verdad ineludible: líderes que practican la reflexión intencional y desarrollan discernimiento equilibrado no solo preservan su bienestar personal, sino que sostienen su impacto público a largo plazo (Harvard Business Review, 2023). Podríamos decir que donde falta discernimiento, el éxito profesional se convierte en ruina emocional.
El discernimiento es la brújula que le susurra al líder cuándo persistir y cuándo soltar, cuándo hablar palabras que edifiquen y cuándo sembrar silencios que sanen. Es la sabiduría que enseña que no toda puerta abierta es una puerta correcta y que no toda temporada de crecimiento externo significa prosperidad.
Un líder discerniente reconoce los ritmos ocultos de su vida como un agricultor que conoce los secretos de la tierra: sabe cuándo sembrar intenciones, cuándo regar relaciones, cuándo podar actividades y cuándo simplemente esperar en silencio o aislarse para crecer. Sabe cuándo está en una etapa altamente creativa y cuando está en una altamente productiva. Quien siembra en la temporada equivocada, cosecha frustraciones en lugar de frutos. Así también, quien no discierne las estaciones de su propia vida termina agotando su energía en luchas que no están destinadas a ser peleadas.
Cultivar el discernimiento requiere algo escandalosamente contracultural en estos tiempos: detenerse. Detenerse no es perder tiempo, es invertirlo en sabiduría. Los grandes líderes protegen espacios de silencio, no como un lujo, sino como una estrategia vital. Donde no hay pausa, no hay perspectiva; donde no hay perspectiva, reina la urgencia y muere la trascendencia.
El discernimiento personal se perfecciona cuando el líder practica la escucha profunda: del corazón, de su entorno, de su equipo, de sus propios límites. No todo agotamiento proviene de la lucha justa; a veces es la alarma de haber peleado en un campo que no era nuestro. El líder que sabe discernir entiende que su cuerpo y su mente no son un instrumentos de explotación, sino un aliados en su propósito. Reconoce que su familia no es una audiencia pasiva, sino el escenario primero donde su liderazgo es probado. Percibe que su alma no puede ser sacrificada en el altar del éxito temporal sin que la factura llegue, inevitablemente, más adelante.
Así como el agricultor no maldice al invierno, sino que se prepara para él, el líder sabio no se frustra por las temporadas de aparente quietud o reducción; las entiende como parte del proceso necesario para su fortalecimiento. No todo lo que se mueve crece, y no todo lo que está quieto muere. Hay temporadas de siembra donde el trabajo es interno, invisibles a los ojos de los demás, pero cruciales para el florecimiento futuro.
Al final del día, el discernimiento no se mide en decisiones grandes o espectaculares. Se mide en pequeños actos de fidelidad al momento correcto. Se mide en saber cuándo decir "no" con amor, cuándo abrazar el dolor como maestro, cuándo rechazar la prisa como enemiga silenciosa de la sabiduría. El éxito exterior sin discernimiento interior es una victoria que se saborea un instante pero se lamenta toda la vida.
Hoy, en la era de la hiperconexión y la distracción programada, el verdadero lujo no es tener más información, sino más discernimiento. Y este arte olvidado no solo salva al líder de decisiones erradas; lo preserva como un ser íntegro que lidera primero su propia vida antes de intentar liderar a otros.
La pregunta no es simplemente ¿qué haré mañana?, sino ¿qué es correcto hacer en esta temporada de mi vida? Porque, donde el discernimiento guía, la vida florece; donde el discernimiento falta, incluso las victorias se pudren en las manos.
El líder que discierne vive en plenitud, no solo en logro. Lidera desde la abundancia interior, no desde el vacío escondido. Y ese, es el único liderazgo que realmente transforma el mundo.
Referencias:
Harvard Business Review. (2023). The Power of Personal Reflection in Leadership Resilience.