Diferencias que fortalecen
| Sábado 27 septiembre, 2008
Diferencias que fortalecen
Les llaman Meñique, Anular, Corazón, Indice y Pulgar; todos son diferentes en tamaño, formas y habilidades, pero pertenecen a una misma mano. Cuando se ponen de acuerdo, desarrollan una fuerza capaz de mover objetos muy pesados o de interpretar una compleja melodía en un piano. Su fortaleza se origina en el complemento de sus diferencias. ¡Tremenda lección sobre trabajo en equipo!
Ninguno de los dedos podría funcionar sin su unión con el metacarpo, o sea, el esqueleto de la mano y el dorso de esta. Este conjunto armónico, formado por 27 huesos, tiene un poder muy fuerte, producto de su versatilidad para cumplir muchas funciones. Cuando se cierra en forma de puño puede causar daño, golpear la mesa y amenazar, pero, curiosamente, se queda vacía. En cambio, una mano abierta es capaz de colocar ladrillos, sanar heridas, señalar el camino y sellar pactos más poderosos que una firma. Las manos extendidas abren muchas puertas y son capaces de recibir y de dar.
¿Qué sucedería si los equipos se comportaran como las manos de un cirujano, un agricultor, y un músico, para señalar apenas tres ejemplos?
Cuatro de los dedos pueden girar apenas 45 grados, pero el pulgar lo hace 90 grados. Sin embargo, pese a todo lo que aporta, hay quienes no le conceden la categoría de dedo por no tener tres falanges como los otros cuatro. Esto nos recuerda a aquellos miembros de equipo que se interesan más en contribuir con su talento y ponerse a la disposición de sus compañeros, que en los títulos que reciben dentro del equipo.
Si un dedo sufre un percance, los otros no pueden descartarlo sino que tendrán que multiplicar sus movimientos y fuerza. Eso permite una pronta recuperación de la funcionalidad de toda la mano. En igual modo, la solidaridad entre los miembros de un equipo, permite repartir las cargas y hacerlas más livianas en los momentos más difíciles.
La diversidad de destrezas y funciones de las manos es innumerable y cuando son orientadas con sabiduría, son capaces de crear desde una fina obra de arte hasta la más gigante catedral; pero antes, como en los equipos, deben desarrollarse paulatinamente, desde la niñez para aprehender objetos, hasta la madurez para ponerse al servicio de los demás. Así lo decía San Agustín: “Si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos.”
La armonía entre todos los miembros de una mano hace que entre ellos se ayuden, controlen y orienten. Hasta parecieran tomar vida propia para darnos lecciones, como lo resume el famoso proverbio inglés: “Cuando señales con un dedo, recuerda que habrá tres señalándote a ti.”
Las diferencias en un equipo pueden darle una energía especial a este cuando se comprende el valor de ser diferentes en lo superficial pero iguales en lo esencial.
German Retana
German.retana@incae.edu
Les llaman Meñique, Anular, Corazón, Indice y Pulgar; todos son diferentes en tamaño, formas y habilidades, pero pertenecen a una misma mano. Cuando se ponen de acuerdo, desarrollan una fuerza capaz de mover objetos muy pesados o de interpretar una compleja melodía en un piano. Su fortaleza se origina en el complemento de sus diferencias. ¡Tremenda lección sobre trabajo en equipo!
Ninguno de los dedos podría funcionar sin su unión con el metacarpo, o sea, el esqueleto de la mano y el dorso de esta. Este conjunto armónico, formado por 27 huesos, tiene un poder muy fuerte, producto de su versatilidad para cumplir muchas funciones. Cuando se cierra en forma de puño puede causar daño, golpear la mesa y amenazar, pero, curiosamente, se queda vacía. En cambio, una mano abierta es capaz de colocar ladrillos, sanar heridas, señalar el camino y sellar pactos más poderosos que una firma. Las manos extendidas abren muchas puertas y son capaces de recibir y de dar.
¿Qué sucedería si los equipos se comportaran como las manos de un cirujano, un agricultor, y un músico, para señalar apenas tres ejemplos?
Cuatro de los dedos pueden girar apenas 45 grados, pero el pulgar lo hace 90 grados. Sin embargo, pese a todo lo que aporta, hay quienes no le conceden la categoría de dedo por no tener tres falanges como los otros cuatro. Esto nos recuerda a aquellos miembros de equipo que se interesan más en contribuir con su talento y ponerse a la disposición de sus compañeros, que en los títulos que reciben dentro del equipo.
Si un dedo sufre un percance, los otros no pueden descartarlo sino que tendrán que multiplicar sus movimientos y fuerza. Eso permite una pronta recuperación de la funcionalidad de toda la mano. En igual modo, la solidaridad entre los miembros de un equipo, permite repartir las cargas y hacerlas más livianas en los momentos más difíciles.
La diversidad de destrezas y funciones de las manos es innumerable y cuando son orientadas con sabiduría, son capaces de crear desde una fina obra de arte hasta la más gigante catedral; pero antes, como en los equipos, deben desarrollarse paulatinamente, desde la niñez para aprehender objetos, hasta la madurez para ponerse al servicio de los demás. Así lo decía San Agustín: “Si necesitas una mano, recuerda que yo tengo dos.”
La armonía entre todos los miembros de una mano hace que entre ellos se ayuden, controlen y orienten. Hasta parecieran tomar vida propia para darnos lecciones, como lo resume el famoso proverbio inglés: “Cuando señales con un dedo, recuerda que habrá tres señalándote a ti.”
Las diferencias en un equipo pueden darle una energía especial a este cuando se comprende el valor de ser diferentes en lo superficial pero iguales en lo esencial.
German Retana
German.retana@incae.edu