Desigualdad de derechos en los trabajadores
| Martes 12 febrero, 2008
Desigualdad de derechos en los trabajadores
El franco deterioro en casi todas las esferas de la vida de nuestro país, estruja el corazón y produce el más triste sentimiento en quienes ya hemos vivido más de 50 años. Lo peor que le puede pasar a una sociedad es caer en el abismo de la mediocridad, impedimento brutal para el desarrollo. El mediocre es una rémora en el proceso productivo porque ni sabe ni le interesa lo que significa trabajar con calidad de primer orden. El mediocre, sin distinción de género, comienza a desarrollarse cuando tira su ancla en la laguna estatal que le garantiza inamovilidad absoluta; ahí no se mide eficiencia ni productividad; los tontos son los que se “matan” trabajando, ergo, si la llevo suave y dejo esto para la semana entrante, nada me va a pasar y sigo ganando lo mismo. ¡Pero esta situación no se daba antes¡ ¿Qué fue lo que pasó? A consecuencia del despido injustificado de empleados públicos por pura politiquería, los sabios de este país que felizmente ya descansan por lo menos en el purgatorio, junto con los líderes de los sindicatos, idearon y plasmaron la profesionalización de la mediocridad: En adelante, ningún empleado público podrá ser despedido sin que medie un Proceso Administrativo con recurso ante un juzgado. Lo peor del caso es que como “castigo” a quienes cometen faltas graves tienen tres opciones mientras se lleva acabo el eterno proceso y el eterno juicio (dos a tres años): a) Se les traslada a otro ministerio o institución. b) Se les manda para la casa con goce de salario. c) Se les deja en el puesto para que continúen perjudicando al país. De esta manera, creemos única en el mundo, un maestro que intentó violar a una niña de siete años, lo trasladan a otra escuela; un policía o un funcionario que se sabe es un corrupto y vive muy por encima de su posibilidad salarial, ahí se queda per semper en su fábrica de chorizo. Quien esconde o traspapela documentos, desaparece una laptop, se lleva las prótesis o instrumental para su oficina privada, les marca las tarjetas a sus compañeros, falsificó firmas o documentos que lo acreditaban para el puesto, vive permanentemente incapacitado, se le comprueba que devenga otro salario del Estado, es un perfecto ineficiente, cobra por extender incapacidades, lo detienen conduciendo borracho vehículos del Estado, aplican el tortuguismo cuando les viene en gana, etc. etc. etc. todos estos “trabajadores felices” le cuestan cientos de millones de colones al pueblo… y gozan de la inamovilidad, entorpeciendo el desarrollo y el progreso de este país ya no tan querido.
Recordamos con cariño la figura de Rogelio Castro Pinto cuando fungió como director de Tránsito; a él lo vimos firmar muchas notas por Baja Deshonrosa que se la ganaban ante la demostración evidente de corrupción de sus policías. Hoy me decía el alcalde de Escazú que tiene bajo proceso a un funcionario que está en su casa devengando un salario de ¢800 mil “tenerlo trabajando sale más caro…y va para largo…”
¿Por qué esa odiosa discriminación con el trabajador de la empresa privada? ¿Por qué no se equiparan los derechos? En la empresa privada, el mediocre y el pillo no tienen cabida; se le pagan sus prestaciones sociales… y a la calle…que se vaya a trabajar con la competencia si es que lo contrata. Así es en Estados Unidos y en casi todos los países desarrollados. ¿Existirá en Costa Rica algún partido político que tenga el valor de reformar la Ley de la Mediocridad ?
Rodolfo Borbón Sartoresi
rborbon@huleracostarricense.com
El franco deterioro en casi todas las esferas de la vida de nuestro país, estruja el corazón y produce el más triste sentimiento en quienes ya hemos vivido más de 50 años. Lo peor que le puede pasar a una sociedad es caer en el abismo de la mediocridad, impedimento brutal para el desarrollo. El mediocre es una rémora en el proceso productivo porque ni sabe ni le interesa lo que significa trabajar con calidad de primer orden. El mediocre, sin distinción de género, comienza a desarrollarse cuando tira su ancla en la laguna estatal que le garantiza inamovilidad absoluta; ahí no se mide eficiencia ni productividad; los tontos son los que se “matan” trabajando, ergo, si la llevo suave y dejo esto para la semana entrante, nada me va a pasar y sigo ganando lo mismo. ¡Pero esta situación no se daba antes¡ ¿Qué fue lo que pasó? A consecuencia del despido injustificado de empleados públicos por pura politiquería, los sabios de este país que felizmente ya descansan por lo menos en el purgatorio, junto con los líderes de los sindicatos, idearon y plasmaron la profesionalización de la mediocridad: En adelante, ningún empleado público podrá ser despedido sin que medie un Proceso Administrativo con recurso ante un juzgado. Lo peor del caso es que como “castigo” a quienes cometen faltas graves tienen tres opciones mientras se lleva acabo el eterno proceso y el eterno juicio (dos a tres años): a) Se les traslada a otro ministerio o institución. b) Se les manda para la casa con goce de salario. c) Se les deja en el puesto para que continúen perjudicando al país. De esta manera, creemos única en el mundo, un maestro que intentó violar a una niña de siete años, lo trasladan a otra escuela; un policía o un funcionario que se sabe es un corrupto y vive muy por encima de su posibilidad salarial, ahí se queda per semper en su fábrica de chorizo. Quien esconde o traspapela documentos, desaparece una laptop, se lleva las prótesis o instrumental para su oficina privada, les marca las tarjetas a sus compañeros, falsificó firmas o documentos que lo acreditaban para el puesto, vive permanentemente incapacitado, se le comprueba que devenga otro salario del Estado, es un perfecto ineficiente, cobra por extender incapacidades, lo detienen conduciendo borracho vehículos del Estado, aplican el tortuguismo cuando les viene en gana, etc. etc. etc. todos estos “trabajadores felices” le cuestan cientos de millones de colones al pueblo… y gozan de la inamovilidad, entorpeciendo el desarrollo y el progreso de este país ya no tan querido.
Recordamos con cariño la figura de Rogelio Castro Pinto cuando fungió como director de Tránsito; a él lo vimos firmar muchas notas por Baja Deshonrosa que se la ganaban ante la demostración evidente de corrupción de sus policías. Hoy me decía el alcalde de Escazú que tiene bajo proceso a un funcionario que está en su casa devengando un salario de ¢800 mil “tenerlo trabajando sale más caro…y va para largo…”
¿Por qué esa odiosa discriminación con el trabajador de la empresa privada? ¿Por qué no se equiparan los derechos? En la empresa privada, el mediocre y el pillo no tienen cabida; se le pagan sus prestaciones sociales… y a la calle…que se vaya a trabajar con la competencia si es que lo contrata. Así es en Estados Unidos y en casi todos los países desarrollados. ¿Existirá en Costa Rica algún partido político que tenga el valor de reformar la Ley de la Mediocridad ?
Rodolfo Borbón Sartoresi
rborbon@huleracostarricense.com