Desfachatez
Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 08 mayo, 2008
De cal y de arena
Alvaro Madrigal
Cuando el tiempo empieza a pasarle factura y aún los rábanos son menos que las hojas, el Presidente Arias pregona a los cuatro vientos que su gobierno es tan bueno que cuesta pensar que tenga falencias. Tiene derecho a externarlo, lo que no impide advertirle de los peligros que lleva el autoengaño. El contraste con los tiempos del nihilismo propios del “abelato” no da para tanta rajonada. Sobre todo si es que don Oscar se creyó la onírica visión de la realidad construida por la dictadura mediática empeñada en hacernos creer que el gobierno, que tan bien sirve a sus intereses, nos tiene en Jauja. Desaparecido el equilibrado juego de los frenos y contrapesos entre los poderes del Estado, con la crítica política reducida a su mínima expresión, con periodistas convertidos en meras fajas de polea, con encuestas hilvanadas a la medida, el producto es una masiva visión distorsionada de la realidad, lo que confirmaría que nuestra democracia marcha por una peligrosa vía de depauperación cualitativa. En ese contexto, pregonar que no hay falencias es una desfachatez.
Se desfonda la torre de marfil en que ha vivido la cúpula de la Iglesia católica costarricense. En lugar de agarrar el toro por los cuernos y de admitir en toda su enorme dimensión el error de sus andanzas por el mundo del lucro y la especulación con el dinero, la jerarquía eclesiástica se enreda en los vericuetos de un culebrón que nadie se toma en serio. Uno de los obispos deja para los días en que él se vaya al cielo (¡) la averiguación de la “verdad” de los manoseos del dinero usado para lucrar y especular. Otro construye una versión muy parecida a las historias de Robin Hood, el legendario personaje inglés que desafiaba la ley de los poderosos para acumular recursos con los cuales auxiliar a los menesterosos. Recordemos que quien anda con lobos a aullar aprende y que quien se habitúa a desafiar la ley, no anticipa que algún día el vacilón se acabará. Si no bastó una complaciente y calculada prevención de la SUGEF, la excepcional acuciosidad periodística que hoy develizó esas andanzas debería tener efectos inmediatos para hacer que la Iglesia (que a disgusto dejó el mundo de la intermediación financiera) ahora rinda cuentas a una grey deseosa de luz, sin la desfiguración propia de los culebrones. Lo otro —la renuncia que el decoro de otros tiempos haría ineludible— vista la desfachatez con que el caso se ha manejado, queda en el limbo de las quimeras.
La desfachatez con que Zapote impulsa la candidatura presidencial de doña Laura Chinchilla puede resultar un bumerán capaz de arruinar su carrera política. Sus calificaciones personales y los méritos que acompañan su vida pública, valen per se y pueden justificar una candidatura. Esa presión deviene inelegante, impertinente, gratuita y más bien dañosa. Da margen a pensar que la quieren imponer como candidata oficial solo para guardar espaldas y preservar legados, con menosprecio del repudio tan arraigado en el costarricense medio a las candidaturas oficiales.
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