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EDITORIAL


Democracia directa

| Miércoles 27 febrero, 2013




Democracia directa

La ausencia de decisión en temas sensibles hace que el Ejecutivo busque auxilio en el referéndum e iniciativas populares

Patear la bola. Es una frase conocida y muy común cuando no se quiere hacer algo, o simplemente la capacidad para llegar a un resultado es limitada.
Eso está pasando con el Poder Legislativo, cuya incapacidad para abordar temas como la ley energética, fertilización in vitro y de uniones entre personas del mismo sexo alimenta a grupos sociales a organizarse.
La aprobación de la Ley de Vida Silvestre el año anterior llamó la atención de quienes no se sienten representados en la Asamblea, y están a la espera de una ley que atienda sus necesidades.
Es así como ahora los grupos que defienden los derechos de las parejas homosexuales pueden recolectar unas 200 mil firmas, y obligar a los diputados a tomar una decisión en un plazo no mayor a dos años, esto si escogen el camino de iniciativa popular.
En su caso, no pueden llevar el tema a referéndum porque una mayoría no puede decidir temas de minorías. Pero, en otros casos sería una opción.
Esta lectura acertada también la hace el propio Gobierno, al advertir que si la Asamblea no discute debidamente las reformas del Estado, sugeridas por los notables y el mismo Poder Ejecutivo, llevará la discusión a las urnas.
Acá es donde entra la democracia directa. El pueblo llevando una agenda, empoderado por la alternativa de la iniciativa popular y obligando a la toma de decisiones.
La participación y organización que tengan los grupos impulsores de proyectos de ley serán vitales para conseguir el sustento económico para dar vida a más proyectos de ley vía iniciativa popular, y en el caso de los grandes temas país el camino sería un referéndum.
Al quitar la bola e incorporar nuevos jugadores, el partido se volverá más interesante y competitivo.
Quizá esta sea la única forma para avanzar, salir del letargo y discusión insulsa en el Congreso.
Puede que sea la cantera de futuros líderes, que, impulsando iniciativas populares, luego conformen partidos políticos y engrosen una nueva generación política.
El sistema democrático nacional es bastante joven, y estas dos nuevas herramientas —con menos de un lustro de estar en vigencia— tienen la capacidad de oxigenar este aparato político que necesita esa nueva bocanada de aire.
El único temor es que el pueblo tenga realmente ese ímpetu para entender el momento, crear los liderazgos necesarios para sacar del letargo este partido en el que todos se tiran la bola sin que nada suceda.
 







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