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Debate sobre los debates

Nuria Marín nmarin@alvarezymarin.com | Lunes 13 octubre, 2008


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Debate sobre los debates

Nuria Marín

¿Son relevantes los debates? Hay quienes argumentan que son neutros. Si tomamos como muestra las elecciones en Estados Unidos la respuesta correcta es sí, no y tal vez. No es que esté desvariando, es que la historia me da la razón.
Considerados como los “grandes debates” y el inicio del binomio política-televisión, los debates de 1960 beneficiaron a un energético John F. Kennedy frente a un recién operado (20 libras menos) y poco dinámico Richard Nixon. Como dato interesante, los radioescuchas discreparon de los televidentes (71 millones) dando por ganador a Nixon.
En 1980, el comunicador nato Ronald Reagan ganó los debates dándole un fuerte espaldón en una cerradísima contienda. En 1984 desarmó con humor las reservas de los electores con respecto a su edad (73 años) con la genial salida frente a Walter Mondale (56 años), “me rehúso a cuestionar la juventud e inexperiencia de mi oponente.”
En contraste con 1988, el candidato a la vicepresidencia Lloyd Bentsen desacreditó el argumento de Dan Quayle de tener la misma edad que Kennedy al servir como Presidente… “Senador, yo serví con Jack Kennedy, lo conocí y fui su amigo, y usted Senador, no es Jack Kennedy”.
Negarse a participar en un debate puede hacer lucir como acobardado, reticente o incapaz de manejar varios asuntos a la vez a un contendiente. En el primer caso, George H.W. Bush en 1992, en el segundo y recientemente John McCain al solicitar suspender el primer debate ante la crisis financiera.
Otros caros errores. En 1976 Gerald Ford como presidente en busca de la reelección indicó que no había dominación de la Unión Soviética en Europa del Este, o bien en 1992, la fugaz mirada al reloj de George H.W. Bush fue interpretada como desinterés y falta de atención. Como dato interesante en las elecciones de 1964, 1968 y 1972 no se realizaron debates.
En este proceso electoral y luego de tres debates, los ganadores han sido Barack Obama y Sarah Palin. Obama llegó al primer debate con el imperativo de lucir presidenciable y proyectar liderazgo para contrarrestar los cuestionamientos sobre su inexperiencia en un tema, política exterior, en el que su oponente llevaba la delantera. No solo lo logró, sino que con el segundo debate afianzó su credibilidad en el electorado mejorando sus posibilidades de triunfo en noviembre.
En la acera de enfrente, el desempeño de Palin en el debate de los vicepresidentes superó las expectativas, por cierto bajas, luego de varios fiascos en tres entrevistas previas (de alta circulación en Youtube). Su desempeño le permitió además mostrar una especial empatía con el ciudadano medio.
Soy una convencida de las bondades de los debates. Permiten conocer y escoger al mejor contendiente. Los preferiría menos rígidos, libres y combativos como fueron los de 1858 entre Abraham Lincoln y el senador Stephen Douglas. Independientemente del formato y dados los urgentes temas que afrontará el próximo gobierno de Estados Unidos, estos deberían ser materia obligatoria para todo votante.

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