De los incentivos para exportar a la eficiencia de la producción
| Lunes 16 enero, 2012
De los incentivos para exportar a la eficiencia de la producción
Costa Rica fue un país exitoso en cambiar su modelo económico intervencionista de sustitución de importaciones, después de la crisis de la deuda externa de América Latina de inicios de los años ochenta y hasta el inicio del ciclo de alto crecimiento de este siglo. De 1982 al 2002, el PIB per cápita creció anualmente en América Latina y el Caribe en un 0,55% mientras en nuestro país el ritmo fue casi cuatro veces mayor, del 2% (cifras en dólares del 2000 del Banco Mundial).
Esto se consiguió con un radical cambio de la estructura productiva, donde las exportaciones alcanzaron un gran dinamismo en crecimiento y se diversificaron, la inversión directa extranjera se incrementó radicalmente, y la estructura productiva cambió con un fuerte aumento de los sectores industrial y de servicios para exportación hacia afuera de Centroamérica. Esta enorme trasformación de nuestra economía fue posible gracias a las fuertes ventajas competitivas de nuestra nación, originadas, desde la propia era de la independencia, en una educación pública de avanzada para su época, en instituciones democráticas operantes y legitimadoras de los gobiernos, en un sistema judicial confiable para protección de la libertad y la propiedad, en un ambiente laboral pacífico con seguridad social extensa, y baja criminalidad.
En el contexto de esas instituciones, desarrolladas a lo largo de nuestra historia como nación y asentadas en las condiciones sociales y la idiosincrasia de nuestro pueblo, un cambio en las políticas económicas produjo fecundos resultados.
Las principales políticas que se establecieron de 1982 al 2002 incluyeron un tipo de cambio realista, la apertura al comercio internacional, déficits fiscales controlados, menor intervencionismo estatal y mercados más libres y un sistema financiero más eficiente con tasas de interés menos manipuladas. Esas políticas se dieron a la par de mecanismos de promoción de las exportaciones que permitieron —con recursos donados internacionalmente— estudiar y atraer por parte de Cinde nuevas alternativas de inversión y exportación, agrícolas y de maquila primero, luego de ensamble sencillo, y posteriormente con creciente tecnología y producción de servicios. Además de los estudios y la promoción por persuasión, también se dieron incentivos directos a las exportaciones con los CATS y para el turismo, y luego con las Zonas Francas y sus exenciones impositivas y otras ventajas para la atracción de la inversión extranjera hacia nuestro país.
Como todo tipo de incentivos estos tienen un costo sobre el resto de la economía, bien por generar gastos al fisco o disminuirle ingresos, bien por hacer recaer esos costos sobre otros sectores productivos, o bien por producir sesgos en la inversión e impedir la prestación de servicios y bienes públicos a otros agentes económicos. Por ello algunos nos opusimos a principios de la década de los ochenta al establecimiento de incentivos a la exportación y proponíamos más bien una política económica neutra que ni promoviese las exportaciones ni el mercado interno, la cual habría ocasionado costos menores. Pero claro, era muy difícil pasar de un sistema de gran protección a la producción para el mercado local a una política de neutralidad, cuando los empresarios estaban acostumbrados a usufructuar del favor del gobierno.
Miguel Angel Rodríguez E.
Expresidente de la República
Ex Secretario General de la OEA
Costa Rica fue un país exitoso en cambiar su modelo económico intervencionista de sustitución de importaciones, después de la crisis de la deuda externa de América Latina de inicios de los años ochenta y hasta el inicio del ciclo de alto crecimiento de este siglo. De 1982 al 2002, el PIB per cápita creció anualmente en América Latina y el Caribe en un 0,55% mientras en nuestro país el ritmo fue casi cuatro veces mayor, del 2% (cifras en dólares del 2000 del Banco Mundial).
Esto se consiguió con un radical cambio de la estructura productiva, donde las exportaciones alcanzaron un gran dinamismo en crecimiento y se diversificaron, la inversión directa extranjera se incrementó radicalmente, y la estructura productiva cambió con un fuerte aumento de los sectores industrial y de servicios para exportación hacia afuera de Centroamérica. Esta enorme trasformación de nuestra economía fue posible gracias a las fuertes ventajas competitivas de nuestra nación, originadas, desde la propia era de la independencia, en una educación pública de avanzada para su época, en instituciones democráticas operantes y legitimadoras de los gobiernos, en un sistema judicial confiable para protección de la libertad y la propiedad, en un ambiente laboral pacífico con seguridad social extensa, y baja criminalidad.
En el contexto de esas instituciones, desarrolladas a lo largo de nuestra historia como nación y asentadas en las condiciones sociales y la idiosincrasia de nuestro pueblo, un cambio en las políticas económicas produjo fecundos resultados.
Las principales políticas que se establecieron de 1982 al 2002 incluyeron un tipo de cambio realista, la apertura al comercio internacional, déficits fiscales controlados, menor intervencionismo estatal y mercados más libres y un sistema financiero más eficiente con tasas de interés menos manipuladas. Esas políticas se dieron a la par de mecanismos de promoción de las exportaciones que permitieron —con recursos donados internacionalmente— estudiar y atraer por parte de Cinde nuevas alternativas de inversión y exportación, agrícolas y de maquila primero, luego de ensamble sencillo, y posteriormente con creciente tecnología y producción de servicios. Además de los estudios y la promoción por persuasión, también se dieron incentivos directos a las exportaciones con los CATS y para el turismo, y luego con las Zonas Francas y sus exenciones impositivas y otras ventajas para la atracción de la inversión extranjera hacia nuestro país.
Como todo tipo de incentivos estos tienen un costo sobre el resto de la economía, bien por generar gastos al fisco o disminuirle ingresos, bien por hacer recaer esos costos sobre otros sectores productivos, o bien por producir sesgos en la inversión e impedir la prestación de servicios y bienes públicos a otros agentes económicos. Por ello algunos nos opusimos a principios de la década de los ochenta al establecimiento de incentivos a la exportación y proponíamos más bien una política económica neutra que ni promoviese las exportaciones ni el mercado interno, la cual habría ocasionado costos menores. Pero claro, era muy difícil pasar de un sistema de gran protección a la producción para el mercado local a una política de neutralidad, cuando los empresarios estaban acostumbrados a usufructuar del favor del gobierno.
Miguel Angel Rodríguez E.
Expresidente de la República
Ex Secretario General de la OEA