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De cabellos, uniformes y normas: aprendamos

| Jueves 29 septiembre, 2011




Es importante que la escuela y el colegio nos preparen para vivir en ese mundo de normas que es la sociedad

De cabellos, uniformes y normas: aprendamos

Sin duda no es el pelo el que estudia, ni es el uniforme el que aprende; tampoco son los aretes o los collares o un piercing los que determinan si alguien es buen estudiante o buena persona. El tema es otro: el aprendizaje de vivir en sociedad... y en una sociedad en la que siempre habrá algún tipo de normas, unas que nos gustan más, otras que nos gustan menos. Por eso es importante que la escuela y el colegio nos preparen para vivir en ese mundo de normas que es la sociedad. Por eso en cada escuela, en cada colegio, habrá reglamentos que establezcan distintas normas, incluyendo las del uso del uniforme, los aditamentos o el largo del cabello. En unos se permitirán unas cosas; en otros, otras; en unos habrá más limitaciones que en otros... pero en todos habrá normas.
Ante las normas caben tres opciones: una, si no nos gustan, es tratar de cambiarlas... y para eso hay que aprender cuáles son las formas que, en cada caso, permiten cambiar una norma. A veces tendremos que cambiar un reglamento de trabajo, otras veces cambiar un decreto o una ley; si vamos más arriba, habrá momentos en que la sociedad debe ponerse de acuerdo para cambiar una norma constitucional o, incluso, hacer una reforma constitucional completa. Todo eso se vale, para eso son las normas: para cambiarlas cuando no nos gustan; y para eso, debemos seguir las normas sobre cómo se cambian las normas.
Mientras no cambiemos las normas, debemos respetarlas y es importante que la escuela y el colegio nos formen para ello. A lo largo de la vida seremos parte de muy diversos grupos humanos y, para ser parte de esos grupos, tendremos que seguir las normas vigentes de convivencia, que a veces serán más importantes otras menos; a veces más sensatas, otras menos. Los ejemplos abundan: tenemos que conducir por la derecha aunque alguien piense que le gustaría más hacerlo por la izquierda; o respetar los límites de velocidad o usar el cinturón. Si un médico trabaja en un hospital que exige el uso de gabachas verdes, tendrá que ser verde la que use, aunque le guste más la roja, la azul o la floreada; lo mismo le ocurrirá a la policía que hubiera preferido un uniforme distinto, al chef que quería usar un tipo de gorra distinta a la que le exige el restaurante en que trabaja, a la aeromoza o aeromozo que no le gusta el gorrito o la corbata que le piden, en fin, nos pasa a todos. Las normas limitan hasta a los más famosos: aunque no sea el uniforme el que juega, ¿qué pasaría si Lionel Messi le dice a Pep Guardiola que él quiere jugar usando la camiseta albiceleste? Simple: Messi o no Messi, Guardiola le dirá que si quiere jugar con el Barca usa el uniforme del Barca y punto. Y este es uno de los aprendizajes que nos deben dar la escuela y el colegio, vivir con algunas reglas es parte de las limitaciones de “vivir con otros”.
Podemos cumplir las reglas, o podemos intentar cambiarlas; mientras no las cambiemos, nos toca cumplirlas. Pero... ¿Será siempre así? No, no siempre... y por eso cabe una advertencia fundamental. Hay momentos excepcionales en la vida y en la historia, en los que todo lo que he dicho... no aplica. Hay momentos críticos en los que podemos enfrentarnos a una situación en la que, frente a una norma que violenta la dignidad humana, frente a una norma que humilla o lastima a alguien, ante una norma injusta que quebranta los derechos más profundos del ser humano... estamos obligados  primero a tratar de cambiarla pero, si no es posible, estamos moralmente obligados a incumplirla, a violentarla. Son casos límites, pero nunca podemos olvidarlos: hay normas inaceptables, y eso también tenemos que saberlo.

Leonardo Garnier
Ministro de Educación Pública

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