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Daniel necesita otros adversarios

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 21 agosto, 2013


¿Qué debería hacer Costa Rica frente a las provocaciones de Ortega? Responder con firmeza y rechazo pero no agregar “leña al fueguito que ha encendido”


Daniel necesita otros adversarios

Dentro de Nicaragua Daniel Ortega realmente no tiene adversarios. Controla las instituciones gubernamentales; el poder ejecutivo, la Policía Nacional Civil, las Fuerzas Armadas, la Asamblea Legislativa, el Tribunal Supremo de Elecciones, y la Corte Suprema.
Ha logrado un pacto con la Iglesia católica con la ayuda de Miguel Obando y Bravo; varios pastores evangélicos también lo apoyan. Los grupos empresariales, contentos con la eliminación de los apagones, con otras mejorías y por la inyección permanente de dinero venezolano a la economía, no se oponen al gobierno. Los sindicatos, casi todos sandinistas, están domados, y la sociedad civil está debilitada. Es dueño de varios medios y logra controlar por lo menos parcialmente a muchos de los demás con una combinación de compras de publicidad y otras prebendas, o si no funcionan los “incentivos,” usa amenazas.
Mantiene relativamente buenas relaciones con los Estados Unidos, con otras potencias mundiales, mientras también sigue siendo amigo de Cuba, Corea del Norte e Irán.
En fin, no hay fuerzas adversas a Ortega y organizadas en el país; la oposición, por incompetencia casi absoluta, ha perdido vigencia.
De este panorama nace el problema; por su forma de ver el mundo tiene él que tener un adversario para estar bien consigo mismo. Ha sido hombre de “lucha” durante toda su vida. Encarcelado por su oposición, a veces violenta, al régimen de Somoza, logró salir de la celda donde pasó siete años para organizar las fuerzas armadas que derrocaron a un régimen que estuvo en el poder por más de cuarenta años. De inmediato se encontró inmerso en la guerra de la “Contra,” un grupo financiado por el gobierno de los Estados Unidos.
Los diez años de su primer periodo fueron enmarcados por la guerra, pero el desastre del sistema económico intervencionista que creó, logró convertir a siete de cada diez de sus compatriotas en adversarios. Lo despiden como primer mandatario y por 16 años estuvo fuera del poder —negociando, tramando, adversando, luchando— hasta lograr ganar las elecciones de 2006 a merced de la división en la oposición.
Ahora necesita un adversario y pareciera que ha escogido a Costa Rica para ese fin. Cree él, con algún fundamento, que hay una vena de “resentimiento” entre sus compatriotas hacia el vecino al sur por su gran éxito como país, un resultado positivo que ha permitido que medio millón de nicaragüenses vivan y trabajen entre los costarricenses.
¿Qué debería hacer Costa Rica frente a las provocaciones de Ortega? Sería error que el gobierno no respondiera del todo. Se requieren firmeza y rechazo a lo que diga en contra del país, pero después no agregar “leña al fueguito que ha encendido”. Lo que hizo la presidenta Laura Chinchilla estuvo muy bien.
Las encuestas demuestran que la gran mayoría de los nicaragüenses admira a Costa Rica y sus habitantes (un 60% tiene parientes o amigos viviendo en territorio costarricense según la CID/Gallup) y es muy improbable que “le den pelota” a lo que dice Ortega.


Carlos Denton

cdenton@cidgallup.com

 

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