Da Vinci en Costa Rica
| Sábado 18 febrero, 2012
Con el lector
Da Vinci en Costa Rica
Cuenta la historia que además de ser un pródigo filósofo, inventor, pintor, anatomista, arquitecto, músico, poeta y cuantas cosas más quiso ser, Leonardo da Vinci tenía entre sus muchos pasatiempos (sorprendentemente le quedaba tiempo), un especial interés por la cocina.
Se dice, según escritos hallados hace unas décadas pero que todavía generan polémica sobre su autoría y su veracidad, que las atrocidades a las cuales estaban acostumbrados los comensales en la época medieval llevaron a Da Vinci a pensar en la necesidad de tener un código de buenas costumbres.
Así supuestamente nació el Código Romanoff, que prohibía actos en apariencia tan cotidianos y normales como acuchillar al comensal de al lado, limpiarse los restos de comida de la cara con las hojas de lechuga y volverlas a poner en el tazón principal, llevarse los dedos a la nariz o la oreja, pellizcar o golpear al vecino, subirse a la mesa o hacer muecas, ruidos o lanzar escupitajos…
Afortunadamente los tiempos han cambiado y falso o verdadero el Código de buenas conductas ha prevalecido y mejorado hasta los tiempos actuales.
Lo malo es que en algunos casos parece que nos quedamos en la Edad Media y adoptamos costumbres otrora impropias, y las hemos cambiado de comedores a centros de reunión política.
¿Qué tal si un Da Vinci reencarnara en Costa Rica?
La tentación de escribir una nueva versión del Código sería grande.
Como es una idea de ciencia ficción, y en la ciencia ficción todo es mentira y prevalecen las buenas intenciones, algunas de las reglas de antes las podría aplicar y variar ligeramente:
• No hacer ruidos ni bufidos / Agregar: Durante sesiones y comisiones políticas
• No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles / Sin variación
• No ha de escupir frente a él / Entiéndase por escupir lanzar improperios, amenazas u ofensas que superen el irrespeto o promuevan la violencia
• No dejar sueltos sus escarabajos o serpientes en la mesa/ Incluir letrero: Nos reservamos el derecho de admisión
• No ha de hacer insinuaciones impúdicas ni juguetear con cuerpos de los pajes / Recordar la reciente jurisprudencia sobre asesoras
• No conspirar en la mesa / Variar a: No meterse en comisiones investigadoras sin antes cerciorarse el material del cuál está construido el techo.
• No ha de cantar, ni tocar el laúd. O llevar mariachis, comparsas, guitarras o cualquier instrumento en horas de trabajo.
• No poner la cabeza sobre el plato para comer / No dormirse por más aburrido que esté el discurso
• No poner trozos de comida desagradables o a medio masticar en el plato de otro sin antes preguntárselo / O lo que es lo mismo: no culpar al partido del frente de mi propia basura
Luis Valverde
lvalverde@larepublica.net
Da Vinci en Costa Rica
Cuenta la historia que además de ser un pródigo filósofo, inventor, pintor, anatomista, arquitecto, músico, poeta y cuantas cosas más quiso ser, Leonardo da Vinci tenía entre sus muchos pasatiempos (sorprendentemente le quedaba tiempo), un especial interés por la cocina.
Se dice, según escritos hallados hace unas décadas pero que todavía generan polémica sobre su autoría y su veracidad, que las atrocidades a las cuales estaban acostumbrados los comensales en la época medieval llevaron a Da Vinci a pensar en la necesidad de tener un código de buenas costumbres.
Así supuestamente nació el Código Romanoff, que prohibía actos en apariencia tan cotidianos y normales como acuchillar al comensal de al lado, limpiarse los restos de comida de la cara con las hojas de lechuga y volverlas a poner en el tazón principal, llevarse los dedos a la nariz o la oreja, pellizcar o golpear al vecino, subirse a la mesa o hacer muecas, ruidos o lanzar escupitajos…
Afortunadamente los tiempos han cambiado y falso o verdadero el Código de buenas conductas ha prevalecido y mejorado hasta los tiempos actuales.
Lo malo es que en algunos casos parece que nos quedamos en la Edad Media y adoptamos costumbres otrora impropias, y las hemos cambiado de comedores a centros de reunión política.
¿Qué tal si un Da Vinci reencarnara en Costa Rica?
La tentación de escribir una nueva versión del Código sería grande.
Como es una idea de ciencia ficción, y en la ciencia ficción todo es mentira y prevalecen las buenas intenciones, algunas de las reglas de antes las podría aplicar y variar ligeramente:
• No hacer ruidos ni bufidos / Agregar: Durante sesiones y comisiones políticas
• No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles / Sin variación
• No ha de escupir frente a él / Entiéndase por escupir lanzar improperios, amenazas u ofensas que superen el irrespeto o promuevan la violencia
• No dejar sueltos sus escarabajos o serpientes en la mesa/ Incluir letrero: Nos reservamos el derecho de admisión
• No ha de hacer insinuaciones impúdicas ni juguetear con cuerpos de los pajes / Recordar la reciente jurisprudencia sobre asesoras
• No conspirar en la mesa / Variar a: No meterse en comisiones investigadoras sin antes cerciorarse el material del cuál está construido el techo.
• No ha de cantar, ni tocar el laúd. O llevar mariachis, comparsas, guitarras o cualquier instrumento en horas de trabajo.
• No poner la cabeza sobre el plato para comer / No dormirse por más aburrido que esté el discurso
• No poner trozos de comida desagradables o a medio masticar en el plato de otro sin antes preguntárselo / O lo que es lo mismo: no culpar al partido del frente de mi propia basura
Luis Valverde
lvalverde@larepublica.net