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Cultura para todos

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 16 julio, 2014


En el tapete de discusión no está el monto de lo invertido por Cultura… sino el apego a la corrección en el manejo de fondos públicos


Hablando Claro

Cultura para todos

La denuncia pública de las actuales autoridades del Ministerio de Cultura y la consecuente solicitud indagatoria al Ministerio Público, respecto de las contrataciones hechas para los programas de extensión cultural de los últimos años, han abierto un flanco de enfrentamiento entre la nueva y la anterior gestión que bien podría traspasar los umbrales de la antigua fábrica de licores hasta, por lo menos, la sede de Cuesta de Moras.
Al menos un diputado liberacionista ha anunciado tambores de guerra que podrían llevar incluso a su fracción —según advirtió— a la paralización de labores del Congreso.
De acuerdo con el señalamiento, mientras las inversiones en eventos culturales entre 2008 y 2010 ascendieron a ¢700 millones, durante el periodo 2011-2014 ascendieron a 2,600 millones. El sentido común indica ese incremento implicaría una muy positiva noticia. En el cuatrienio, el Ministerio de Cultura, una de las instituciones cenicientas de cualquier administración (recuérdese la premisa básica de fondos limitados, necesidades crecientes vrs prioridades de gasto insoslayables del estado) habría recibido una dinamizadora inyección de recursos, que habrían redundado en más productos culturales al servicio de una población que clama por políticas públicas de esparcimiento y recreación que por supuesto vayan mucho más allá de la puesta en escena de espectáculos privados impagables para muchos, con artistas que recorren el mundo para colocar su discografía, ahora en declive de ventas por el paraíso cibernético ilimitado.
En el tapete de la discusión no está pues el monto de lo invertido por Cultura en Enamórate de tu ciudad, la Feria del Libro, el Festival de Cine o el Festival de las Artes, entre otros. No creo que nadie en su sano juicio quiera limitar la inversión en cultura. Y en todo caso, ¿cuál es el criterio que deberíamos aplicar para establecer si 3 mil millones de inversión es mucho, muchísimo o muy poquito? Particularmente me inclino por apostarle al sueño de quienes estiman que un mínimo necesario de inversión para el Ministerio de Cultura debería establecer el rasero del 1% del PIB. Algo sumamente difícil de alcanzar considerando los actuales valladares que nos presenta el profundo agujero fiscal.
De modo —insisto— que el punto no es rebatir la inversión en Cultura. El asunto está en que pueda aclararse con meridiana contundencia, si había o no un sistema establecido a efectos de beneficiar a unos productores en menoscabo de otros.
Un sistema que privilegió el acceso a contrataciones (muchas de ellas directas) de unos proveedores con vínculos muy cercanos con funcionarios de la misma institución, que podrían haber terminado siendo juez y parte en la asignación de los recursos de la Cultura.
Dilucidar eso, no debería ser motivo de iracundas reacciones desproporcionadas, sino un objetivo común de transparencia y apego a la corrección en el manejo de los fondos públicos.

Vilma Ibarra

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