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Cuitas del capital golondrina

Thelmo Vargas | Lunes 25 marzo, 2013


¿Quién carga mayor culpa en el frente cambiario: el capital golondrina o ciertas políticas y prácticas del gobierno?


Columna Invitada

Cuitas del capital golondrina

Aunque no todos lo entiendan, en matemáticas la regla “menos por menos = más” opera de maravilla. Sin embargo, el que el orden de los factores no altera el producto, concepto aceptado por casi todos, a veces no es verdad. Por ejemplo, no lo es en la multiplicación de matrices, pues en muchos casos “A por B” no da lo mismo que “B por A”.
En Economía, como en tantos otros asuntos de la vida, por ejemplo en la moral, no se obtiene un bien de dos males. Y esto debe tenerse presente en la adopción de políticas públicas, como las que el gobierno promueve para impedir el ingreso al país del capital golondrina.
Por capital golondrina se entiende recursos financieros que están prestos a llegar al país en busca de rendimientos mejores (en tasa ajustada por riesgo) que en otros medios; que lo hacen por plazos cortos y huyen en el momento en que la realidad se les torne adversa.
Se estima que a Costa Rica llegan muchas inversiones golondrina porque en los mercados desarrollados las tasas de interés que pagan a los ahorrantes son de miseria y porque el riesgo de nuestro país no es alto.
En efecto, el nivel de endeudamiento público en Costa Rica es bajo al compararlo con Grecia, Portugal, Estados Unidos y muchos países de la eurozona.
Además, el Banco Central decidió que el tipo de cambio no podía bajar de los 500 colones por USdólar y dice garantizar la libre convertibilidad y transferibilidad. O sea, se puso apetitosa comida a las golondrinas financieras y por eso ellas llegan.
El capital de corto plazo no es malo per se. Los sistemas de pagos, por ejemplo, requieren préstamos de cortísimo plazo (a veces por un día) para operar eficazmente.
Las autoridades a lo que temen es a los ingresos de capital golondrina excesivos, y a que ellos sean utilizados por los bancos para financiar actividades de largo plazo, pues cuando las golondrinas decidan emigrar (a San Juan Capistrano, por ejemplo) pueda que causen problemas cambiarios.
Pero eso supone banqueros tontitos, que con chúcaras captaciones a 15 días financian préstamos a 15 años, a personas (físicas y jurídicas) “no generadoras” de dólares que no tienen mayor capacidad de pago y sin garantía alguna.
Además, que les financian el ciento por ciento (o más) de sus necesidades. Ni una ni otra son verdad en un sistema como el nuestro.
En los Estados Unidos sí ocurrió algo indebido, porque entes semi-estatales como Fannie Mae y Freddie Mac, con la bendición de las autoridades, decidieron comprar hipotecas (vía titularización) sin chequear la calidad de ellas.
Así, muchos bancos se convirtieron en “originadores” de créditos que luego vendían a éstas con ganancia. Es decir, el crédito que otorgaban por la puerta del frente no se lo dejaban, sino que lo vendían titularizado por la puerta de atrás a compradores ciegos.
Para contrarrestar el ingreso de capital golondrina excesivo, el gobierno ha enviado a la Asamblea Legislativa un proyecto de ley que permite convertir en eternas, distorsiones que hoy a lo sumo pueden ser temporales.
Eso es malo, porque un asunto coyuntural no se debe atender con medidas permanentes. No procede quemar la casa para asar el chancho.
Es la política que a conciencia pura, como dice el tango, adoptó el Banco Central (de perseguir la “trinidad imposible” de un tipo de cambio casi fijo, apertura de la cuenta de capitales e independencia en la conducción de la política monetaria del país) la que, unida al déficit fiscal, atrae a las golondrinas.
Ahora quiere alejarlas con una serie de medidas distorsionantes, discriminatorias y casi confiscatorias, que atentan con alejar permanente no solo el capital golondrina sino el capital externo de otra naturaleza también.
Escribió Sor Juana Inés de la Cruz: “¿Quién será más de culpar aunque cualquiera mal haga: La que peca por la paga, o el que paga por pecar?”
Puesta en el contexto de hoy y aquí, una legítima pregunta es ¿Quién carga mayor culpa en el frente cambiario: el capital golondrina o ciertas políticas y prácticas del gobierno?

Thelmo Vargas

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