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Cuarentena en épocas de coronavirus

Xiomara Ocón Sánchez xiomara.ocon@taxioma.co.cr | Martes 21 abril, 2020

Xiomara

En momentos como estos, cuando el coronavirus pasó de ser una epidemia a una pandemia, resulta interesante observar como el ser humano no logra salir de su zona de confort… Ahora llaman cárcel a la casa, el hogar…, el hogar donde la gran mayoría de las personas tenían como un lugar para llegar a dormir, bañarse y hacer sus necesidades más básicas. Sí, las mismas personas que constantemente se quejaban por su poco tiempo en sus hogares, por las grandes presas y tener que vivir la mayor parte de su vida entre sus trabajos y oficinas.

Mi enfoque será a esas personas que tienen la oportunidad de realizar su trabajo en casa, porque muchas otras no pueden hacerlo, por el tipo de profesión o trabajo que desempeñan.

Independientemente de lo anterior, el ser humano vive en una constante queja. Hoy tiene la gran oportunidad de su vida, estar en sus hogares: algunos con teletrabajo, otros de vacaciones, tristemente otros sin trabajo.

Cuántas de estas personas, en lugar de victimizarse por lo que están viviendo, no aprovechan ese tiempo que invertían en transporte, en prepararse para ir a sus trabajos, y se dedican a ellas mismas, a compartir con sus hijos, ver una película o simplemente disfrutar el día.

Mi intención no es juzgar a nadie, todo lo contrario, me identifico con cada uno ellos. La razón es una sola, aunque la esclavitud pasó hace muchos años, seguimos siendo esclavos de nuestros miedos, nuestros trabajos, el mundo nos está dando una oportunidad de que una gran mayoría permanezcamos en nuestros hogares trabajando y disfrutando más de nuestro tiempo.

No lo percibimos así, lo vemos como la tribulación más grande, ¿será acaso que hemos llegado al punto de ver nuestros trabajos como nuestro hogar, y nuestro hogar como una cárcel?, o, ¿será acaso, que nuestra zona de confort es tan grande que no podemos dejar por un rato de lo que tanto nos quejamos a diario?

¿Es acaso que dependemos del tránsito, los compañeros del trabajo tóxico, el jefe mal encarado, el sentimiento de culpa por no haber compartido la mayor parte de nuestro tiempo con nuestros hijos por llegar tarde a nuestros hogares?

Dejando de lado el efecto en la economía mundial, nos hemos convertido en seres humanos incapaces de poder vivir con nosotros mismos, nos quejamos y vivimos en el lamento de lo sacrificada que es nuestra vida. De verdad, vivimos huyendo de la responsabilidad de hacer actividades diferentes, las cuales nos saquen de nuestra zona de confort.

¿Es acaso que nos asusta el silencio, encontrarnos a nosotros mismos, ver nuestra parte más oscura, enfrentar la gran noche negra?, y es que, no hay virus, ni enfermedad más grande que nuestro miedo a nosotros mismos.

Nuestra mente nos separa de la realidad, nos hace ver solo el miedo y el peligro y nos juega la trampa de separarnos de nuestra alma y espíritu. Nuestra alma, que sí sabe que somos seres superiores, que venimos de Dios y nuestro ADN lo contiene a Él; nos conecta con el amor, la seguridad y la certeza.

¿Será acaso que ese es el temor del humano por descubrirse a sí mismo y su gran potencial? Por eso, sale como loco a las calles escuchando su mente: “no puedo quedarme en casa”, “necesito ir al súper”, “mis parientes requieren mi ayudan”. Así, constantemente la voz interna nos habla y nos hace creer que todo lo que escuchamos es real.

El mundo se acaba si no actuamos, eso solo es la excusa para justificar nuestros miedos y la desconexión con nuestra alma y el Ser Superior. Si logramos entrar en nosotros mismos y sentir que no somos este cuerpo que nos traslada; sino que somos esa energía divina y solo habitamos un estuche llamado cuerpo. Somos tan capaces de crear nuestra propia realidad.

Si lográramos sentir esa energía que corre por nosotros, la cual entra por medio de nuestra coronilla y nos recorre todo el cuerpo, por medio de nuestra columna vertebral, precisamente donde se halla nuestro sistema inmune. No es casualidad que el virus ataque con mayor fuerza a quienes tienen el sistema inmune bajo.

¿Es acaso que la vida nos está haciendo un llamado de atención para que nos escuchemos, nos reconozcamos? No somos este cuerpo humano, somos alma que vivimos experiencias de humanos, pero lo hemos olvidado. Más en estos momentos donde la tecnología es nuestra mayor aliada, y, al mismo tiempo, también nuestra mayor enemiga.

Algunos vivimos en cuarentena, pero pegados a redes sociales; requerimos de estos “respiradores artificiales” para sentirnos conectados y vivos, ignorando a quienes están en casa junto a nosotros, añorando regresar a nuestra vida ordinaria, y cuando vuelvan nuevamente, sí es que volvemos, empezamos a la inversa, ignorando a los compañeros de trabajo y conectados con nuestros familiares en modo culpa por no estar con ellos

¿Será acaso que la vida nos está gentilmente ayudando a conectarnos con nosotros mismo?, y, con el precio de muertes de seres queridos por quienes, de manera irresponsable, llevaron el virus a sus hogares; otros, víctimas inocentes del entorno y el ambiente o quienes se ven forzados a continuar su vida laboral cotidiana, sea cual sea la circunstancia, era y estaba escrito que así sería… Así sería para el despertar de la humanidad.

Respirar, procesar y botar el aire…, ¿cuántos de ustedes lo hacen de manera consciente? Escuchar el entorno, el sonido del Universo en nuestros oídos. Observar el ambiente.

Lejos de sentirnos víctimas por estar en nuestros hogares, debemos aprovechar la oportunidad de regresar a nuestro hogar, a nosotros mismos.






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