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Cuando no hay control político

Alvaro Madrigal cuyameltica@yahoo.com | Jueves 02 septiembre, 2010



De cal y de arena
Cuando no hay control político

Aunque él lo circunscribió al artículo 132 de la Constitución Política, los hechos están demostrando con sobrada contundencia que el bazucazo que en su momento denunció el ex presidente Monge Alvarez, fue concebido y ejecutado como parte de una operación de ámbito más ambicioso que el referente a la prohibición de la reelección presidencial.
A partir de 1986 se puso en marcha el desmantelamiento del Estado Social de Derecho y la presencia del Dr. Oscar Arias en la Primera Magistratura de la Nación y el control de Liberación Nacional por la oligarquía, no fue sino la garantía de la uniformidad en el pensamiento y en la acción de esa ambiciosa operación labrada en las canteras de la codicia económica y la sed de poder.
Sus mentores ideológicos seguían y siguen al pie de la letra los contenidos del Consenso de Washington desde los puestos de control de los partidos políticos, sumisamente al servicio del objetivo final.
Desguazaron el Estado y lo redujeron a una dimensión simbólica para hacer que su inepcia se convirtiese en el justificativo de la privatización de sus competencias, cedidas a la empresa privada y libres de controles y regulaciones eficientes y eficaces.
La Asamblea Legislativa del cuatrienio 2006-2010 pasará a la historia como la que renunció a la principal misión del Parlamento: el control político. Al fin y al cabo, aquella mayoría mecánica de los 38 no hacía más que obedecer perrunamente a los dictados de los dueños del poder político, económico y mediático, gracias a la pendejera de los partidos que arriaron su bandera ideológica y política tras entregar sus comandos a esa oligarquía.
Muchas cosas graves están acumulándose para justificar el criterio de que Costa Rica, en lo político, en lo moral y en lo institucional, está peor hoy que en 1948.
Muy grave es la ausencia de control político sobre los centros depositarios del poder. De ahí emanan los actos de fuerza desplegados contra toda fuente de resistencia (en particular los sindicatos y los periodistas y forjadores de opinión independientes) en una estrategia de la que bien habla el famoso “memorando del miedo” para asegurar que el modelo económico ambicionado vaya viento en popa y a toda vela.
Pero como no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista, felizmente —digo yo— el contexto político está cambiando y poco a poco va abriéndose campo la convicción de que aquel modelo tiene efectos sociales, económicos e institucionales devastadores.
La Sala Constitucional ha sentenciado la nulidad de los actos de fuerza maquinados contra un sindicato disidente de la línea oficial y en la Asamblea Legislativa se ha forjado una alianza capaz de salir por los fueros del control político a exigir una amplia investigación de cuanto ha sucedido en los predios de la construcción de obra pública por concesión y gestión interesada, hoy verdaderos pantanos desde donde emana la fetidez de la materia en descomposición. De esto hablaremos la semana próxima.

Alvaro Madrigal

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