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¿Cuál Navidad celebraremos?

Arnoldo Mora mora_arnoldo@hotmail.com | Martes 18 diciembre, 2007


El relato del nacimiento de Jesús de Nazareth, llamado el Cristo y a quien la historia califica como el fundador de la religión más grande e influyente de la humanidad (aunque habría que preguntarse si realmente él quiso fundar una nueva religión, o ser tan solo el impulsor de un movimiento que propugnaba una transformación integral del ser humano pero que luego, por condicionamientos culturales, devino en religión y se organizó en iglesias), nos ha llegado en dos versiones igualmente hermosas y que encabezan los evangelios de Mateo y de Lucas, reflejando el primero la experiencia de fe de las comunidades judeocristianas y el segundo la de los sectores helenizantes inspirados en la teología paulina.

Sin embargo, ambos más que en el hecho histórico del nacimiento de Jesús (ni siquiera mencionan fechas) enfatizan en su dimensión querigmática, es decir, en el mensaje. Ese mensaje, según los relatos mencionados, se centra en el anuncio profético del “shalom” (paz). En concreto, lo que los evangelios quieren comunicar es que la venida de Cristo se caracteriza por hacer realidad el anuncio profético, según el cual Jesús es el portador de un mensaje (evangelio) que Dios envía a los hombres y que constituye el advenimiento de una época —“reino”— de paz. El regalo navideño de Dios a los hombres consiste en el anuncio de que es posible el surgimiento de una nueva etapa histórica para la humanidad entera, que se caracterice por el establecimiento de vínculos estables de armonía de los hombres entre sí, de estos con la Naturaleza y, finalmente, de todos con Dios.

Sin embargo, ya en el relato bíblico mismo la venida de ese mensajero de paz está envuelta en violentas contradicciones. Pues, si Dios anuncia ese mensaje a todos los pueblos, tanto cercanos (pastores) como lejanos (reyes magos), los hombres reaccionan de manera diametralmente diferente. Mientras la gente sencilla (pastores) y la sabia (reyes magos) pero unos y otros imbuidos en buena voluntad, son presentadas como los únicos capaces de escuchar esa palabra que viene de lo alto, la reacción de los poderosos es igualmente pronta pero radicalmente diferente; su monstruosidad no puede ser mayor.

Tal es la reacción del rey Herodes que, ante la llegada de los tres magos venidos de Oriente, responde ordenando llevar a cabo una masacre indiscriminada de niños. El contraste no podría ser más espeluznante.

Por desgracia, lo acaecido entonces no ha hecho sino repetirse a través de la historia, como es el caso de algunos gobernantes recientes norteamericanos que repitieron actos de violencia. Bush padre invadió en una Navidad a Panamá, masacrando barrios pobres. Su hijo tiene al mundo al borde de cataclismos, tanto bélicos como en la Naturaleza, que amenazan seriamente la sobrevivencia de la especie humana.

En cuanto a nosotros los costarricenses, tampoco podemos vivir en paz con nuestras conciencias en esta Navidad. Porque mientras unos celebran con sana alegría en sus hogares, otros matan y mueren alcoholizados en las carreteras, o realizando actos de violencia en cualquier rincón público o en la intimidad de sus hogares. De cada uno de nosotros depende qué clase de Navidad celebremos: La de los pastores y reyes magos, o la de Herodes.

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